EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acapulco en una canción

Anituy Rebolledo Ayerdi

Enero 07, 2021

 

(Quinta de 10 partes)

Minerva Anderson Espino

José Agustín Ramírez Altamirano conoció a Minerva Anderson Espino en la escuela Normal de Chilpancingo. El, docente muy querido, ella, alumna aventajada. Mucho más tarde, ella, ya casada, inspirará al maestro la hermosa canción Acapulqueña. Un himno a los dones de Acapulco y el más emotivo homenaje de admiración a la belleza de nuestras mujeres.
Minerva Anderson era hija del matrimonio formado por el general Anderson y doña Onésima Espino, casada en segundas nupcias con don Francisco López, un empresario hotelero y popular político originario de La Unión, municipio del que había sido alcalde y por el que será diputado local, además de recaudador de rentas. Don Pancho López, como era conocido el personaje, simpático y muy popular, será un amoroso padre para Mine quien estudia la primaria en el célebre Colegio Acapulco, dirigido por el profesor Felipe Valle. Aquí, según recordaba un condiscípulo, Jorge Joseph Piedra formará un alegre grupo infantil con Esperanza Tellechea, Elisa Batani y Tibe Campos, entre otras. El ex alcalde de Acapulco la recordaba así:
“Morena clara, alta, esbelta, voz cálida y andar displicente con cadencia de palmeras. Sus ojos negrísimos, grandes y almendrados , custodiados por largas pestañas rizadas. Su mirada tierna y amorosa y su boca semejaba a un estuche de coral y de perlas. La cabellera negra ensortijada”.
La señorita Anderson Espino contrae matrimonio muy joven con Policarpo Sosa Meléndez, perteneciente a una familia de raigambre acapulqueña, cuyo hogar será frecuentado por el compositor José Agustín Ramírez. Lo era particularmente en fastos familiares donde eran imprescindibles su voz, su guitarra y sus canciones. Fue en una de tales celebraciones, precisamente, el cumpleaños de Mine, festejado en el Hotel Villa del Mar, donde el creador encabezará Las Mañanitas cantadas por toda la concurrencia.
Será a la hora de los regalos cuando Pepe, como le llaman todos, anuncie una ofrenda musical dedicada a la señora de Sosa:

Acapulqueña

Acapulqueña, linda acapulqueña
playera esbelta, pálida y sensual,
en tu mirada ardiente y soñadora
hay un reflejo de tu inmenso mar.

Cuando en la playa luces tu silueta
en el milagro de un atardecer
quisiera ser del mar, ola coqueta
y tu cuerpo en mis brazos envolver.

Quisiera ser la brisa acariciante
que llegara tus sienes a besar
y en tus rizadas trenzas de azabache
un rayo de Luna contemplar.

Vuelan en La Quebrada las gaviotas
pañuelos blancos que dicen adiós
y en el sutil encaje de la costa
te dejé para siempre el corazón.

Yo que he nacido en esta costa bella
conociendo tu noble corazón
dedico este homenaje a la costeña
que ha sabido inspirar esta canción.

Acuarela acapulqueña

El jalisciense Pepe Guízar (1906-1980) llamado con justicia El pintor musical de México, por haberle cantado a entidades y ciudades de la República, incluidos Guerrero y Acapulco. El autor de Guadalajara, Sin ti, Acuarela potosina, El mariachi y Como México no hay, entre muchas, creó durante una estancia en este puerto (1964) su Acuarela acapulqueña. La interpreta él mismo acompañado por Los Caporales. Es esta:

El paisaje perfila la Bocana
y al mar le abrieron paso las montañas
y de ese verde azul de lejanía
hizo del mar la más linda fantasía.

Como lumbre del sol ardió mi sangre
con la brisa en la tarde
y volcaron así mis emociones
para tomar la forma de canciones.

Como olan de organdí, vaporoso y sutil
va la espuma fugaz dibujando en zigzag
las olas que llegan y regresan
y en lo alto donde el mar es sin fin
es donde Dios probó su grandeza.

Panorama de luz, paraíso del Sur,
Acapulco te llaman,
La Quebrada, Caleta, Pie de
la Cuesta y Hornos te afaman.

El rumor de tu mar
que inspiró mi cantar.
En tu sol, en tu luna y en tu paz
quiero siempre soñar
Acapulco, cielo y mar.

Acapulco, Manzanero

Armando Manzanero, el más grande compositor mexicano de los últimos tiempos, también le cantó a Acapulco. Lo hizo por encargo del Fideicomiso Acapulco, a cargo entonces del arquitecto Guillermo Carrillo Arena. La pieza del compositor yucateco, cuya pérdida llora hoy todo México, puso marco romántico a la inauguración de obras ejecutadas aquí por el organismo. Decimos romántico por la pareja de enamorados que las entregaban: el presidente de la República, José López Portillo, y la secretaria de Turismo, Rosa Luz Alegría.
Ambos escucharon la canción grabada por el autor difundida por altavoces, durante la apertura de una singular fuente marina en El Morro. Un poderoso chorro de agua lanzado desde la cima del mismo para alcanzar gran altura y luego bañar alegremente el promontorio. Aquel poderoso chisguete se proyectaba como nuevo y moderno símbolo del puerto, inspirado, se dijo, en la afamada potencia sexual del mandatario de la Nación.
Aquel día, decíamos, don José y Rosa Luz, despojados de sus altas dignidades, escucharon el Acapulco de Manzanero tomados de la mano como dos adolescentes enamorados. La delicada manecita de ella era apretada con fuerza por la más poderosa de México, semejante a un guante beisbolero. Ella, entrecerrados los ojos, él acuosos los suyos.
Y no fuera que este reportero, entonces del diario Trópico, su-dara “calenturas chapoyeras” (por Paty Chapoy, del programa de televisión Ventaneando) sino que en aquel momento le tocó estar detrás de la pareja imperial, solo guardias de por medio. So-lazado, eso sí, con el soberbio y suculento derriere de doña Rosa Luz, acariciado de cuando en cuando por El señor presidente.
El Acapulco de Manzanero se repitió en el sonido local, una y otra vez, mientras el chorro de El Morro subía “hasta arribota”, según la concurrencia, para luego desparramarse sobre aquel monumento natural. Será la primera y única ocasión en que aquí se escuchen las amorosas notas manzanerianas. Se conjeturará entonces que don Pepe y doña Rosa Luz habrían adoptado la pieza como “nuestra canción”, es decir, solo para sus oídos.
¿El Chorro? Al poco tiempo, ante los clamores de que el agua de mar dañaba la escasa vegetación de El Morro, afectando incluso su supervivencia, será cancelado para siempre.
Se recordará, a propósito, que el propio Manzanero habría creado una canción dedicada para doña Guadalupe Borja de Díaz Ordaz, entonces primera dama de México. No se supo si se trató de una ofrenda del compositor yucateco o un encargo presidencial. Lo cierto fue que la obra nunca se hizo pública.

Acapulco de mi alma

Armando Carmona, compositor nacido en Chilpancingo con grandes querencias acapulqueñas, es un compositor prolífico que le ha cantado a Guerrero en todos los ritmos. Sus boleros, particularmente, han viajado muy lejos en las voces de solistas y grupos de reconocida fama. Acapulco de mi alma, tituló una de sus primeras ofrendas musicales para el puerto. Es esta:

Acapulco de mi alma
pongo a Dios como testigo
de que estás siempre conmigo
donde quiera que yo voy.

Nada más cierro los ojos
y me llueven a manojos
los recuerdos más hermosos
de mi vida junto al mar.

Amar en las noches de luna
jugar con el agua y la espuma
dar el alma entera
y hacer primavera
a la orilla del mar.

Ver como las olas se acarician solas
por las ansias de amar
ver como las estrellas
se despenden del cielo y forman
un velo de plata en el mar.

La Reina de los Mares

El chihuahuense Armando Quezada Medrano, autor en los años 50 de la escultura de la Virgen de los Mares de Acapulco, fue tío de Armando Carmona Quezada. Es por ello que el compositor estará bien informado sobre el proceso de la creación artística y la historia del icono religioso del puerto. Con los años habrá de dedicarle una emotiva plegaria musical.
La escultura religiosa, cuyo costo ascendió a de 250 mil pesos, sufragados por 50 aportantes anónimos, sale de los talles metropolitanos del escultor en diciembre de 1958. Su primera escala será la Basílica de Guadalupe donde será bendecida por el representante del Papa en México, monseñor Luigi Raimondi. Luego, emprende el camino hacia este puerto acompañada por una caravana de autos, recibiendo lo largo de la ruta las manifestaciones propias del arraigado fervor guadalupano de nuestro país.
La llega a Acapulco se produce el 10 de diciembre del mismo año y se le alberga en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad. Ésta permanecerá abierta día y noche para dar oportunidad a la población católica de conocerla y adorarla. El día 12 de la Guadalupana, luego de una misa solemne saldrá hacia Caleta, acompañada por el Club de los Hombres Rana, Los vivas de la multitud se sumarán a la ensordecedora cohetería, las bandas de guerra escolares y las notas de todos los músicos del puerto. Una vez en la bahía, la escultura será acompañada por toda las embarcaciones de Acapulco hasta su destino final, la piedra de La Yerbabuena
La feliz iniciativa había partido de la señora Amelia Sodi de Pallares. Experimentada buzo recordaba cuando un día, practicando su deporte a la altura de La Yerbabuena, tuvo problemas con el tanque de oxígeno al grado de empezar a quedarse sin aire. Cuando está a punto de perder el conocimiento invoca la intervención de la Guadalupana, apareciendo en aquel momento una lancha que la rescata sana y salva. La embarcación se llamaba La Virgen.
Esta es la ofrenda poético musical de Armando Carmona

A la Reina de los Mares

Virgen de Guadalupe
reina de los mares
hoy tus altares
son las olas del mar.

Las aguas cristalinas
acarician tu frente
y la vida marina
embellece tu altar.

Una cauda de luceros
entretejen tu pelo
con pedazo de cielo
de luna y de mar.

Los amaneceres
se tiñen de colores
y hacen un manto de flores
de tu figura en el mar.

Acapulco… Acapulco
en tus aguas ocurrió el milagro
por eso tienes un santuario
en el fondo del mar.

Virgencita de Guadalupe
Reina de los mexicanos
da tus bendiciones
a tus hijos en el mar.