EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Acapulqueñas 18

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 20, 2016

Luto por el periodista y escritor chilpancingueño Félix J. López Romero, que hizo de la crónica citadina un ejercicio lúdico y amoroso. Y a quien, por cierto, aquí nos fusilamos en varias ocasiones. Sorry.

Mujeres de teatro

El escándalo suscitado en Acapulco por una obra de teatro trascenderá incluso a otras entidades. Demoledoras líneas de prensa exhibirán la hipócrita pudibundez de algunos medios al servicio del poder. Se vivían los albores de década de los 60 y nadie imaginaba entonces el terrible cierre que reservaba para los mexicanos. El municipio era gobernado por el litigante Canuto Nogueda Radilla, abrigando él mismo la esperanza de “ser el último alcalde analfabeta de Acapulco”. Fallida, finalmente.
Las cosas ocurrieron así: El comité municipal del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (IMPI, hoy DIF), acepta la oferta del Instituto Regional de Bellas Artes de Acapulco de una obra teatral en beneficio de los desayunos escolares. El IRBAA es dirigido aquí por el pintor Luis Arenal y su esposa la guerrerense Macrina Rabadán Santana, primera legisladora de oposición en el Congreso mexicano.
(Veinte años atrás, Arenal había participado con su hermano Leopoldo y el cuñado de ambos, David Alfaro Siqueiros, en un atentado criminal contra León Trostky, ordenado por el mismísimo Stalin. El creador del ejército ruso saldrá indemne de una lluvia de balas y nadie osará hablar de un milagro por tratarse de un jerarca ateo. Un milagro transitorio, ciertamente, pues a la vuelta de unos meses Lev Davidovich morirá a manos del comunista español Ramón Mercader quien, cumpliendo órdenes de mamá, le enterrará un piolet en la cabeza. De vacaciones en Acapulco, Mercader había adquirido un machete de Ayutla con el que seguramente pensó cortarle la cabeza al “coco” de Stalin. Pero ¿cómo disimularlo ante una guardia tan cerrada protegiendo al ruso?)
Como “a caballo dado no se le ve el diente”, el DIF municipal no tendrá reparos sobre el título, contenido y propaganda de la obra. Se trataba ésta de La prostituta respetuosa, del francés Jean Paul Sartre, con la primera actriz mexicana Rosa Mondragón.
(Filósofo, periodista, escritor, dramaturgo y activista político, Sartre era en aquel momento exponente del existencialismo y del comunismo humanista. Rechaza en 1964 el hoy cuestionado premio Nobel de literatura. A propósito, ya circula desde ahora una terna mexicana para la próxima entrega: José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel y Armando Manzanero).
Eso bastará para que una jauría mojigata y feroz se lance contra la yugular de Nogueda Radilla, exhibiéndolo como un depravado al relacionar un tema de “inmoralidad intrínseca” con la inocente niñez acapulqueña. Francamente indignados, los modernos inquisidores demandan la suspensión de la obra y ni se diga la destitución del alcalde. Este, por su parte, conocido aquí como “El rey de la guaca” (mentira, engaño, burla) hará un comentario en privado que los denunciantes conocerán:
–“Por vidita de Dios que no se trata de la biografía de las mamacitas de los indignados cagatinta. Así que ni piensen ellos que podrán cobrar regalías”.
La gazmoñería utilizada como argumento disuasivo tendrá en este caso, como en todos los anteriores y posteriores, el efecto sorprendente de un bumerang. La representación de la sarteana Putain respectueuse llenará el cine Playa Hornos, constituyendo un clamoroso éxito artístico y de público. Los hipócritas se quedarán con las morbosas ganas de verla.

Rosa Mondragón

Será un triunfo clamoroso para la primera actriz Rosa Mondragón quien, a partir de entonces, echará raíces acapulqueñas. Había llegado aquí precedida de gran fama por sus trabajos escénicos en la ciudad de México. Uno memorable había sido Jezabel, de Anouilh, acompañada por Bertha Moss, Ada Carrasco y Aurora Alvarado.
La señora Mondragón se casa aquí con el popular Pancho Rentería, dedicándose de lleno a la atención del restaurante El Palao, en la isla de La Roqueta. Se dará tiempo, sin embargo, para ofrecer clases de actuación en la Casa de la Asegurada del IMSS, dirigida entonces por Víctor Blum. Entre sus alumnas figuraron Thalía de la Llave, Celia Miranda, Mede Miranda, Virginia Abarca, Dolores León, Carlota Mastache y Nicanora Verónica Hernández (“Verónica con K”).
Bajo la misma dirección harán teatro en los años 50: Hilda Saavedra, Rosalía Nava, Edelmira de la O, Socorro Ramos y Aída Otero. Una actividad solo posible, fuera de las instituciones oficiales, gracias a los mecenazgos particulares. Entre ellos los de las señoras Lilia Carrillo, Rosita Salas, Celia España de Castañón, Lucina Vázquez de Saavedra y Consuelo Román de Salgado.

Teatro de las Máscaras

Por aquellos tiempos de borrascas moralinas se planta aquí el teatro de las Máscaras (TM), como un proyecto cultural amplio y diverso. Una agrupación que estimulará durante las dos décadas siguientes el interés de los porteños por las bellas artes, particularmente las escénicas. Su creador y director, Roberto Ceballos Delgado, un poblano que tuvo que radicarse en el puerto por recomendación médica y que aquí formarán una familia acapulqueña.
El Teatro de las Máscaras había nacido cinco años atrás en la ciudad de México, fundado por los actores Erick del Castillo, Jacqueline Andere, Arcelia Chavarría y el propio Ceballos. Habrá después filiales en Puebla, Tecamachalco y Guadalajara.
Muchas acapulqueñas despertarán a vocaciones escénicas aletargadas o bien darán suelta a sus temperamentos reprimidos. Entre las primeras: Hilda Saavedra, Edelmira de la O, Lola León, Sandra Bustamante, Yolanda Rendón, Aída y Edith Espinobarros, Silvia Escalona, Vicky Abarca, Alicia Martínez, Maritrini Ponce, Vicky de Victoria, Enedina Cabrera, María Elena Baca, Elodia Rodríguez, Alicia y Viridiana Cruz Gatica, Alicia Ballesteros, Carlota Mastache, Martha Ballesteros, Rosa Elena Estrada y Rosaelena Cruzabeiro.
Otros militantes de Las Máscaras Celia Castañón, Vicky Berdeja, Carmen Salas, Mary Barrientos, Irma Nava, Blanca Moreno, Isabel Fuentes, Ana María Castellanos.

Teatro Domingo Soler

El alcalde Ricardo Morlet Sutter (1963-1965) consigue de la fundación Mary Street Jenkins la donación de una escuela de enseñanzas artísticas. Se le ubica, con sala teatral anexa, en el sitio que había ocupado el Hotel de La Quebrada, precisamente en las calles de La Quebrada y Lerdo de Tejada. La institución tendrá problemas para su desarrollo tanto por falta de alumnos como de maestros especializados, obligando su conversión a escuela primaria. Entonces se aislará el teatro con un muro de piedra.
El nombre de “Domingo Soler” para la sala será sugerido en razón de que el actor, miembro de una célebre familia artística, había nacido en Chilpancingo, además de que por entonces radicaba en el puerto. El propio actor cortará el listón inaugural del recinto que en medio siglo ha dado cobijo a las inquietudes escénicas de centenares de jóvenes acapulqueños.
(William Jenkins se decía pionero de Acapulco por su temeridad al construir, a pedido de sus hijas, una residencia sobre acantilados. El estadunidense que al llegar a México ganaba 50 centavos como mecánico de los ferrocarriles, logrará más tarde controlar varias industrias nacionales. La azucarera, la textil, la alcoholera y la cinematográfica).

Una tragedia aérea

Acapulco diluviaba aquel 9 de septiembre de 1939. El temporal azotaba al puerto desde varios días atrás. La bahía permanecía cerrada por una gruesa cortina de agua y opacos telones de bruma. El rugido de una avioneta sorprende “petateando” al encargado del “campo aéreo” impidiendo el aterrizaje. Y no es que Antonio Pérez Martínez, soldado de primera del 32 Batallón de Infantería, tenga la misión de encender los potentes reflectores para iluminar la pista. Su tarea es aparentemente sencilla y consiste en ahuyentar a gritos y sombrerazos a las vacas y los caballos que pastan en la superficie aquella.
El “campo aéreo de Acapulco”, abierta por soldados del 11 Batallón de Zapadores, al mando del general Jesús Beltrán, había sido inaugurado en marzo de 1931 por el alcalde Nicolás Reyes. Asistirán los intrépidos pilotos que ya volaban al puerto y entre ellos Obregón (el primero en aterrizar un monomotor en la playa de Hornos), Sarabia, Zínser y Zárate. Se trataba de un predio localizado entre los actuales parque Papagayo y el centro comercial la Gran Plaza, esta incluida.
Un segundo intento de Alfredo Zárate por descender se lo impide la soberana indiferencia de los rumiantes, a los que Pérez no ha logrado mover. Será entonces cuando el aparato empiece a toser y a perder altura volviendo a la bahía donde lame prácticamente el fuerte oleaje encrespado. Será vano cualquier intento del piloto por elevarlo. Seco y macizo sonará el golpe de la panza del avión contra la granítica superficie marina.
El soldado Pérez nada desesperado hasta el aparato flotando precariamente. Su primera acción será destrabar la atorada puerta de la nave, ayudado desde dentro por Ramón Zúñiga. El piloto Zárate será el primero en abandonar el aparato con la cara cubierta de sangre. Urgirá a gritos:
–¡Rápido, rápido, todos para afuera que esta chingadera se hunde!
Pronto personal de la Zona Naval llega en lanchas rápidas para ayudar a las víctimas. A los lesionados se les lleva al hospital naval mientras que los cadáveres serán transportados a la morgue a bordo del Balandro S-1. Para entonces todo Acapulco estará en torno al siniestro. Y era en verdad todo Acapulco a pesar del mal tiempo. Un suceso que, por cierto, opacará el lanzamiento del primer número de un nuevo semanario llamado Trópico.

Doña Chabe Batani

Conmueve a los acapulqueños el deceso del comerciante Odilón Espino Ramos y de su hija Natividad. Venían de Petatlán para adquirir en Los Precios de México el vestido que luciría la niña en su fiesta de quince años. Una tercera víctima mortal fue don Gregorio Reynoso, subrecaudador de rentas de Tecpan de Galeana. Gente muy conocida.
La sociedad porteña festejará jubilosa la sobrevivencia de la acapulqueña Isabel Batani Sotelo, familia muy querida y ella particularmente por generosa. Además de alegres festejos por su renacimiento, se le dedicarán diversas acciones de gracias en el templo de NS de la Soledad. Doña Chabe formará más tarde una sólida familia con el señor Gildardo Salas, un simpático personaje acapulqueño conocido popularmente como El marqués de Llano Largo.
También sobrevivientes, el doctor Carlos García Méndez y don Emilio Solís, ambos de Petatlán; el piloto y propietario de la nave Alfredo Zárate y su ayudante Ramoncito Zúñiga.
“Tanteando” que le iban a echar la culpa del accidente, que le harían pagar incluso la avioneta y hasta consejo de guerra le formarían, el soldado de primera Antonio Pérez Martínez proclamará, una vez a bordo de “un flecha roja”: ¡palospendejos!”.

El Parque Papagayo

Los nietos de doña Carmen Chávez Varela no mentirán cuando presuman con sus amigos que la abuela fue una de las salvadoras del parque Papagayo. Buena parte de las 20 hectáreas expropiadas al general Juan Andrew Almazán por el gobernador de Rubén Figueroa Figueroa, fueron adjudicadas quien sabe cómo y por qué a un empresario extranjero. Moisés Assa Dueck montaría sobre ellas su fábrica Carnival, de ropa íntima.
En efecto, la señora Chávez Varela, dirigente de la organización “Defensores del Parque”, había respaldado las acciones de la organización “Guerreros Verdes”, dirigida No lees los mensajes?por la doctora Elena Kahn. Significada ella, de tiempo atrás, como una insobornable luchadora a favor del medio ambiente acapulqueño. Ambas damas lograron con su cruzada inédita mover a miles de conciencias acapulqueñas, que harán recular al propio GPO (gran poder omnímodo).
Lástima que para cuando se escuche el grito de la gente, el beduino Assa Dueck haya ya derribado 325 (trescientos veinticinco) árboles, muchos de ellos centenarios, necesariamente, cubriendo el frente de la avenida Cuauhtémoc. Hoy, pelón.

Kay Mendieta

Reconforta que muchas acapulqueñas asuman peleas sociales o reivindicatorias que a muchos acapulqueños les valen madres o bien le sacan por miedo o intereses. Y para no ir muy lejos ahí está Kay Mendieta, encabezando la batalla para recuperar el jardín del malecón de Acapulco. Paseo tradicional de los acapulqueños “obsequiado” a sus cuates millonarios por el ex bolero milloneta Ernesto Zedillo.