EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Adversidades de la economía y cambio democrático (I)

Eduardo Pérez Haro

Enero 12, 2016

Para Rebeca e Hilda Salazar.

Hemos recibido el año con una realidad muy dura en el terreno de la economía que en otro nivel alude nuestras condiciones materiales de vida, complica las ya de por sí nada fáciles maneras de asegurar nuestros satisfactores de necesidades fundamentales como la vivienda, la alimentación, el vestido y, por ende, la educación y la salud, por decir lo menos, pero no sólo, también afecta nuestra subjetividad que refiere nuestras emociones, nuestras posibilidades de distracción, retraimiento, convivencia o festejo, en otras palabras, nos fastidia la vida, y entonces qué… de qué se trata…
No es admisible que los políticos, desde el presidente la República hasta el presidente del Banco de México, pasando por el Secretario de Hacienda y los jefes de las fracciones parlamentarias, digan que la economía del mundo está atravesando grandes dificultades, que la economía mexicana siempre corrige a la baja sus pronósticos de crecimiento económico, que la moneda se devalúa y que nos digan que la economía de México está sólida y que se registran avances e indicadores que se reflejan en una mejoría al interior de nuestros hogares.
Resulta por demás incomoda la retahíla de recursos dinerarios, mediáticos e histriónicos de que echa mano el gobierno en un inútil afán por inducir una crónica no sólo distinta sino invertida, se apela a la facundia en relevo de verdad, so pretexto de no poder ofrecer verdades que, al no entenderse en sus causas profundas y su complejidad, pudiesen redundar en señalarles como responsables de manera inmerecida, un recurso secular de la gobernación que en este caso no aplica, porque el gobierno de México no es poseedor favorecido por la inteligencia y comprensión de tales causas y complejidad, y sí, en cambio es dueño de la intención dolosa de mentir como ingrediente aunado al control y complicidad de medios de comunicación con que se pretende cumplir el adagio de repetir mentiras hasta convertirles en verdades en la mentalidad de la gente.
No obstante, debemos de aceptar que la pretensión no es ociosa, pues aquellas personas o segmentos de sociedad que no padecen la crudeza de las dificultades económicas o viven atolondradas por el ametrallar mediático de las televisoras, y en general de los medios de comunicación, se convierten en poblaciones para la resonancia del discurso oficial, concediendo márgenes de maniobra a la operación gubernamental a pesar de que su accionar se torna contrario al sistema, a los fundamentos del Estado democrático, a los postulados de las gestas históricas de México, a las exigencias de equidad, de sustentabilidad, de resguardo a los derechos humanos y en general del desarrollo que se precisan en la modernización y, por supuesto, a los contenidos principales de la agenda social.
Pero es ahí donde se requiere concentrar la atención y actuar en consecuencia. Veamos. Es verdad que la economía China está en dificultades que tienen repercusiones sobre el conjunto de la economía mundial, y entre sus impactos contribuye al encarecimiento del dólar que se traduce en una devaluación de las monedas nacionales, como sucede en el caso del peso mexicano, que es de las monedas que más lo resienten como lo estamos viendo ahora, colocado por encima de los 18 pesos.
Pero la historia contada de esa manera sugiere que los Chinos tienen la culpa, que los males vienen de fuera, pero que nuestros gobernantes son muy buenos porque no se han afectan los precios del consumo nacional sino que, por el contrario, el gobierno baja los precios de la luz y la gasolina arrojando la menor inflación de la historia desde que se tiene registro “en favor de los hogares mexicanos”.
¡Huahuuu! No quiero tomarlo a broma, pero tal pareciera que lo menos que merecen nuestros gobernantes es que el próximo Secretario General de las Naciones Unidas sea Enrique Peña Nieto y que Luis Videgaray sea Premio Nobel de Economía, y por supuesto que los Chinos sean invadidos por los Norteamericanos que a la par de nuestros insignes dirigentes nacionales vienen fortaleciendo su economía como reiteradamente lo señalan dentro de sus balances… pero seamos serios, pues sabemos que esa es una narrativa tergiversada que suele construirse por oficio y coyunturalmente, para darle continuidad a una trayectoria en ausencia de plan B y de voluntad de cambio en el gobierno de México, y que en la proximidad de las elecciones no afecte sus expectativas de salir fortalecidos para asegurar su trans-sexenalidad en el 2018.
La economía China entró en declive desde la crisis de 2007-2008, cuyo punto de origen radicó en los Estados Unidos que dieron margen a la especulación financiera con los famosos créditos subprime (o créditos basura, como fueron catalogados por ellos mismos) hasta que endeudaron a todos los compradores de vivienda, revendieron las deudas incesantemente hasta que las deudas valían mucho más que las viviendas y se tornaron impagables, y los banqueros y financistas de toda índole tuvieron que reconocer que lo que tenían en las manos era papel y no un compromiso de pago, y cuyas viviendas realmente no eran garantía pues valían mucho menos que las deudas y tuvieron que declararse en quiebra, y al no poder prescindir de la banca el Estado, apalancado través de la Reserva Federal, tuvo que fondearles para reestablecer su funcionamiento; y de ahí en adelante se escaló el endeudamiento del Estado que en realidad es una mecánica de socialización de la deuda de los voraces financistas.
Su consecuencia fue el declive de la Economía estadunidense y, por ende, del conjunto de la economía mundial, incluida la China que fue disminuyendo su ritmo de crecimiento que venía registrando por más de dos décadas, pasando de más de 13 por ciento en promedio anual, hasta las tasas actuales que aun así son superiores al 6 por ciento, y no se nos olvide que por efecto directo de esa crisis, en 2009 México tuvo un crecimiento negativo superior al 6 por ciento, poniendo en ridículo la “teoría general del catarrito”, del entonces secretario de Hacienda y ahora flamante presidente del Banco de México.
Teniendo a Japón inmerso en una crisis por más de dos décadas, con crisis en Estados Unidos y extendiendo sus efectos a una severa crisis europea, era impensable que los países orientales tarde o temprano no fueran afectados, lo están siendo y ahora se relanzan sus efectos desde la economía China, pero antes de llegar aquí China sirvió para prestarle dinero a Estado Unidos y para levantar una demanda internacional que evitó que la crisis estadunidense se recrudeciera al grado de una depresión mundial; por el contrario creó una oleada de alza en los precios de las materias primas (energía, minerías y alimentos) que contribuyó a la emergencia de varios países (BRICS), entre los cuales no se incluyó México por sus ataduras a la economía estadunidense.
Durante este tiempo que corre del 2007-2008 al 2014, Estados Unidos se apoyó en una vía de ayuda monetaria, imprimiendo dólares hasta llevarlo a una deuda superior al 300 por ciento de su producto nacional, siendo en la práctica el país más endeudado del mundo, y en la misma lógica entraron los países de la Eurozona y muchos otros más, hasta hacer de la deuda el problema más fuerte de la economía mundial, todos los países sujetos de crédito, unos más otros menos, están fuertemente endeudados sin que a cambio se haya superado claramente la Economía de los Estados Unidos ni la de los demás, desarrollados y no, por el hecho de que gran parte de la deuda se dedicó al pago de deuda y al esfuerzo de elevar el consumo vía deuda, sin hacerse cargo de la inversión productiva porque a cualquier tenedor de dinero le apetecía y convenía volverse financiero, hasta que llegó el momento de estar envueltos en una burbuja global que obligó a Estados Unidos a dar un vuelco en la política monetaria e iniciar una ruta de incremento en las tasas de interés.
La economía de Estados Unidos no goza de cabal salud porque sus datos de crecimiento del empleo aún son elevados y débiles, aunque las cifras agregadas lo muestren con una sensible mejoría al pasar del 9 al 5 por ciento por tratarse de empleos de bajo ingreso, pero lo más importante es que sus evoluciones en la producción industrial están aún muy por debajo de las exigencias de una etapa de franca recuperación, los datos de reestablecimiento de la Eurozona sólo son vistosos en comparación a la severa depresión de la que vienen, pero aún muy lejos de ser significativos para remontar los daños sobre el conjunto de las actividades y sus efectos sociales, Japón está en las mismas condiciones, de lo que se deriva una economía internacional disminuida por las dificultades de los países desarrollados, y por ende los países emergentes no tienen en donde volcar sus progresos, no hay fuerza de absorción, demanda efectiva en los otrora principales circuitos de consumo localizados en los países desarrollados, y por tanto se decide, como en China, girar la estrategia hacia el mercado interno, pero no sucede de la noche a la mañana ni queda exento de costos que son precisamente los cambios que se están llevando a cabo, y los costos que los Chinos y la economía del mundo estamos pagando.
Más no es la única cuestión de este complicado proceso de reestructuración de la economía mundial, pues está presente, por encima de los procesos de reordenamiento de la economía China, la guerra de precios en el petróleo en donde los países de medio oriente agrupados en la OPEP y Estados Unidos se confrontan por la hegemonía energética como un episodio de la lucha por la hegemonía global, y en medio de todo ello el endeudamiento con el consecuente incremento en las tasas de interés que no debe leerse sólo como “incremento en el costo del dinero”, como si sólo fuera una expresión económica sin consecuencias o que se pudiera librar con tan sólo disminuir nuestros apetitos crediticios, pues en realidad resulta factor determinante para hacer retroceder la inversión y colocar a los bonos de la Reserva Federal de los Estados Unidos como mecanismo de protección del valor del dinero, teniendo como resultado un mayor encarecimiento del dólar y una factual atonía en el crecimiento económico mundial y de las economías nacionales, asegún estén cimentadas para responder productiva, económica y financieramente para sortear esta adversidad que llega por distintos puntos.
Por supuesto que tendremos afectaciones de orden inflacionario, a menos que el daño sea tan fuerte que se deprima en sumo grado la demanda y por tanto los precios no se vean obligados a un incremento; pero por lo pronto las importaciones de insumos, maquinaria y refacciones se encarecen y por tanto se complica el accionar regular del aparato productivo nacional al ser México un país que no los produce por su inmaduro y frágil proceso de cimentación-estructuración de sus capacidades de este carácter que son las más importantes o, para decirlo en pocas palabras, las que distinguen a un país desarrollado de un país atrasado, el gobierno contará con menos recursos por la disminución del producto nacional (PIB) y por la caída de los precios del petróleo en más de tres cuartas partes de su valor anterior, y la reducción obligada de la producción-exportación de los hidrocarburos, con lo que habrá recortes presupuestales, de planes y programas gubernamentales, y de la base de trabajadores al servicio del Estado, amén de una disminuida actividad de fomento económico que acentuará el debilitamiento en el ritmo y nivel de crecimiento de la economía en su conjunto por ser una pérdida de incentivos en efectivo, con lo que tiene un doble impacto.
Nos enfrentamos a una realidad que no es tan simple por la interconexión del mundo globalizado y por la disputa de la hegemonía mundial entre las principales fuerzas del planeta, sin ser un país con capacidades de intervenir como protagonista y desprovistos de las capacidades de fondo (socioproductivas e institucionales) para suponer una baja afectación (por supuesto fuera de toda posibilidad de salir intactos) y aunque pudiese parecer difícil de comprender la complejidad de las adversidades económicas, no se justifica por nada torcer las historias y decir mentiras, siempre habrá una manera de decir las cosas reales y ganar confianzas y alianzas, el pueblo es poco instruido para explicaciones sofisticadas, pero no es tonto y puede reaccionar incontroladamente, en efecto no tiene condiciones de dar una respuesta del todo organizada, pero puede asestar un primer golpe electoral y lo saben todos aunque en el espectro de partidos políticos no haya en el escenario una clara alternativa a los problemas de fondo que se alcanzan a vislumbrar desde las cosas que estamos diciendo, puesto que no se conocen debidamente fundamentadas por lo que hace a estos institutos y no parece estar en el primer plano de sus preocupaciones que no sea ganar y acceder al poder sin más… y ello obliga a pensar en la democracia más allá de las elecciones… venideras al menos. De las cosas de esta tormenta de la economía mundial-nacional y de los procesos políticos a que habrá lugar seguiremos hablando, porque como diría José Agustín, se está haciendo tarde…

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