Ana Cecilia Terrazas
Agosto 06, 2022
La quinta ola de Covid-19 a cargo del virus SARS-CoV-2 y sus variantes Ómicron, B.1.1.529, BA.1, BA.1.1, BA.2, BA.3, BA.4 y BA.5 llegó sin tregua alguna a México, pero al mismo tiempo se adentró con una aparente sutileza y elasticidad; como esas migraciones y movimientos correspondientes a toda franja o situación fronteriza.
Estos contagios que parecen menos graves, aunque irrefrenables, arrasan a la mitad de 2022, en plenas vacaciones de verano, con las actividades tan de junio, julio y agosto, que al mismo tiempo se desbocan por su parte con los dramáticos cambios de temperatura provocados por el calentamiento global.
Científicamente hablando, sobre el virus que ha acompañado esta gran pandemia del siglo XXI hay algunos datos ya ciertos, interesantes quizá, pero aún falta mucha información por conocer, verificar, comprobar, sobre todo porque, además, está variando, mutando o cambiando constantemente, como ocurre con el planeta, las temperaturas y las condiciones geoeconómicas, políticas y sociales.
En franco amerizaje sobre nada firme, con plenitud de sucesos en el borde poroso, amparados por ninguna certeza, así hallamos este agosto: líquido.
Solamente por ejemplificar con las condiciones del SARS-CoV-2 y compañía que nos han venido acompañando ya casi tres años, por oleadas, habría que recuperar preguntas sobre todo ahora que se imponen las variantes ultracontagiosas: ¿si ya no hacen efecto las vacunas contra estas variantes, se seguirán aplicando, inventando, diseñando y sobre todo vendiendo?
Estamos en momentos geoeconómico, político, mundial ¿capaces de frenar algo –lo que fuera– o se ha rebasado toda crisis y lo único que queremos es evitar recesiones más profundas, caídas desbarrancadas?
Y al pensamiento anterior, se unen diversas preguntas más, de respuesta difusa:
En términos de viajes, suponiendo que hubiese de nuevo condiciones y recursos para reactivar el turismo por todos lados como ocurría anteriormente, ¿se podrán seguir programando con cierta facilidad vuelos en fechas, tiempos y horas, arribos, salidas, vacaciones?
Un tema no menor, general, referente al crimen organizado que pareciera toma todo el país y que no opera solo sino en complicidad con el mundo entero –porque esa economía también está globalizada–, ¿continuará creciendo?, ¿se podrá acotar?
Sobre los liderazgos políticos en el mundo, ¿seguirán resurgiendo –con la novedad de que Trump se volverá a postular a la presidencia de su país– por encima de los estándares democráticos que habían aparentemente ganado terreno?
Una pregunta puntual, vinculada a la anterior de muchas maneras, en la que se nota perfectamente lo líquido de estos momentos históricos: ¿cesará la guerra de Rusia contra Ucrania; alguna instancia, ente, estrategia, política, colectivo o fuerza podrá frenarla pronto?
A toda esta gama de sucesos y hechos contingentes, en movimiento y contramovimiento a veces, no parece se les pueda aplicar la tradicional estrategia reflexiva, el análisis político y de escenarios, las bases ortodoxas del conocimiento o metodologías científicas para el pensar. Son sinos del siglo XXI quizá, espacios fango.
Tal vez lo más que podemos desmenuzar para algunos de los presentes contextos, son las palabras con las cuales los intervenimos. Franja, por ejemplo, es una palabra completa que, a decir del Diccionario de la Real Academia Española, significa “tira alargada que va de extremo a extremo de la superficie en que aparece, de la cual se distingue por el contraste de color” o “porción de una cosa; en especial periodo de tiempo comprendido entre unos límites”.
No estamos previendo los límites ni sabemos más allá de los contrastes, pero en este acontecer frontera –que es decir lo que queda enfrente– podemos muy poco avanzar si queremos hacerlo con las herramientas conocidas.
Por lo pronto, vale la pena aguardar en estas zonas sin dejar de procurar interpretar, interpelar. Parafraseo en este sentido a un tutor que explica sobre el estatuto de la crítica para Kant: “Se debe dejar de permitir que la razón avance imparable ante esos objetos trascendentes y nobles de los que nada podemos saber, para atenerse exclusivamente a aquello que nos es dado a la sensibilidad empírica… atravesada por el tiempo y el espacio”. Esto es: intentar amerizar, aunque sepamos que la nave, una vez abajo, se seguirá moviendo. No sobra recordar las cuatro preguntas filosóficas clave, tan vigentes en la actualidad, que se hacía Kant en el siglo XVIII: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? y ¿qué es el hombre?