EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Agota Kristof: la Franz Kafka húngara

Adán Ramírez Serret

Mayo 15, 2020

 

Recuerdo que la primera vez que leí a Franz Kafka, sentí que estaba ante una literatura completamente diferente. Caduca y novedosa; tenía le certeza de entrar a un mundo extraño mientras leía América.
No tenía claro si me gustaba o no, pero sí era del todo consciente que mi experiencia como lector se había transformado para siempre.
Años después descubrí que el crítico de literatura estadunidense, recientemente fallecido, Harold Bloom, opinaba lo mismo. No sólo sobre Kafka, sino sobre cualquier escritor que cambiara las reglas de la literatura, que lo que hay en ellos, es extrañeza más que placer cuando se leen.
En Kafka no hay gustos, ni bueno ni malo, sólo la extraña experiencia de habitar un mundo y vivir dentro de un cuerpo.
Es una sensación muy similar la que siento mientras leo el tríptico Claus y Lucas, de Agota Kristof (Hungría, 1935-Suiza, 2011).
Es la historia precisamente de dos gemelos, Claus y Lucas, contada en tres novelas, El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira. Dos niños que son dejados por su madre durante una gran guerra con su abuela, quien es a tal grado cruel y mala, que en el pueblo le dicen La bruja.
Los niños son obligados a trabajar, a morirse de frío y apenas y son alimentados. Pero lejos de resignarse ante su situación, deciden que deben hacer frente a todo y comienzan a trabajar cada vez más duro, a pelearse entre ellos con el fin de hacerse más fuertes y a estudiar todo lo que pueden a partir de los pocos libros a los que tienen acceso.
Tienen un carácter tan potente y perseveran con tal fuerza, que comienzan a ganarse el respeto de la vieja, con quien comienzan a trabajar tan duro, que pronto puede comer muy bien y tener ropa para no morirse de frío.
Las novelas cuentan las vidas de estos niños, su crecimiento y su peculiar comportamiento en donde parecen, a su manera muy personal, mejorar el mundo.
Según se avanza en la lectura, comienza a ser cada vez más sorprendente que la novela está contada en tiempo presente y que nunca se dice el nombre del pueblo, ni del país y de los enemigos.
En la segunda de forros del hermoso libro que contiene estas novelas, podemos leer que Agota Kristof nació en Csikvánd, Hungría y que tuvo que huir en el 56 por motivos políticos a Suiza, en donde escribió su obra en francés. Se trata de una vida que se partió por la mitad al menos dos veces. Una, durante la Segunda Guerra Mundial, en donde después de quedar hechos pedazos hasta casi desaparecer, cayeron bajo el dominio de la Unión Soviética; después, hubo una resistencia que terminó en una lucha sangrienta conocida como la Revolución Húngara de 1956.
Claus y Lucas es una especie de metáfora de estas vidas durísimas. Escrita de una forma contundente, casi telegráfica, tan directa como sus propios personajes. Sobre su estilo, la autora decía que escribía con “lo justo, sin relleno, sin grasa, ¿para qué dar vueltas? ¿Para qué hacer literatura? No me interesa la literatura”.
Son novelas crudas, sin duda, sobre la supervivencia, pero al igual que Kafka, descubren un mundo diferente, en donde la belleza radica en cierta fuerza sombría. Ese mundo terrible es soportable tan sólo por la alianza que crean los dos hermanos.
A la pregunta de una mujer que le pregunta sobre si la pérdida de su madre es lo que lo atormenta, responde Lucas, “No, algo distinto. La partida de un hermano con el que formaba una unidad”.
Agota Kristof, Claus y Lucas, Barcelona, Libros del Asteroide, 2019. 464 páginas.