Octavio Klimek Alcaraz
Abril 30, 2005
El pasado miércoles 27 de abril se llevó a cabo el coloquio internacional La importancia de la agricultura urbana en América Latina. Dicho coloquio fue organizado con el patrocinio del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria de la Cámara de Diputados.
En el coloquio se presentaron diversas experiencias relacionadas con la agricultura urbana de países como Cuba, Argentina, Colombia, Brasil y por supuesto México. La prioridad del tema es indudable, a continuación se hace referencia a algunos de los muchos aspectos comentados en la reunión.
La agricultura urbana se distingue de la rural por su integración en el sistema económico, social y ecológico urbano. El concepto de L. Mougeot del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo señala que: “La agricultura urbana está ubicada dentro (intraurbana) o en la periferia (peri-urbana) de un pueblo, una ciudad o una metrópoli y cultiva o cría, procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios y no alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales, productos y servicios que se encuentran en y alrededor de dicha zona, y a su vez provee recursos humanos y materiales, productos y servicios en gran parte a esa misma zona urbana”. (Revista Agricultura Urbana Vol. 1, Num. 1, 2001).
Es evidente, que la búsqueda de una producción agrícola sustentable en las ciudades, otorga un enriquecimiento del paisaje urbano. Es un medio de preservar espacios abiertos, mejorar la dieta alimentaria de los que viven en las ciudades, crear empleos e ingresos adicionales como medio para disminuir la pobreza urbana.
En especial, con la agricultura urbana hay una máxima reutilización de los residuos urbanos. Es entonces una oportunidad para impulsar una gestión integral de los residuos de carácter municipal. Disminuyendo la producción de basura doméstica. Se pueden reutilizar y reciclar distintos tipos de residuos, como los orgánicos para la producción de fertilizante orgánico o composta. Utilizar distintos materiales como sustratos, materiales contenedores, entre otros Impulsar un manejo eficiente del agua, reutilizando las aguas grises y aprovechando las de lluvia.
La agricultura urbana utiliza desde pequeños espacios de departamentos (balcones, terrazas, azoteas); en las casas los jardines y traspatios; hasta, grandes áreas públicas y privadas dentro del espacio urbano. Sus técnicas de producción son fundamentalmente apropiadas y ecológicas. Se cultiva en contenedores y macetas, hasta en cultivos hidropónicos, entre otras formas productivas.
Sus formas de organización van desde el individual y familiar hasta el organizado en modelos tipo cooperativo y de empresa privada en barrios y colonias. Se trata de tener una mayor integración social, con equidad de género. Con ello se mejorar el habitat y ambiente local de los barrios y colonias en las ciudades.
En la capacitación se resalta la necesidad del aprender haciendo y la necesidad de que este tipo de programas se institucionalicen por los gobiernos locales. Se deben capacitar a los propios técnicos y a los productores. Los gobiernos locales deben impulsar centros demostrativos de agricultura urbana, que enseñen a producir, hacer composta, a procesar y envasar alimentos y otros productos naturales con su sello de calidad, hasta llegar a su comercialización.
Se señala que se requiere un trabajo articulado de los diferentes órdenes de gobierno, que den las bases para el desarrollo de la agricultura urbana. Se requieren apoyos directos a la producción en áreas urbanas. Desde el gobierno local se debe autorizar en su caso el uso de los espacios públicos vacíos para la agricultura urbana; asegurar la asesoría técnica, semillas e implementos agrícolas; impulsar el rescate de las tradiciones agrícolas campesinas, diluyendo en la vida cotidiana la dicotomía del campo y la ciudad.
Una buena experiencia es la de la ciudad de Rosario, Argentina, en donde mucha gente desempleada se ha organizado en la producción, comercialización y consumo de la agricultura urbana. Organizados en ferias, los productores ofertan alimentos sanos y productos artesanales, cosméticos y medicinales alternativos, directamente a los consumidores, durante cinco días de la semana, en diferentes puntos de esta ciudad.
La experiencia cubana en agricultura urbana impresiona, de ser entre 1989 y 1994 para la subsistencia y autoconsumo de la población de sus ciudades, pasan desde hace diez años a una agricultura urbana orientada a la comercialización. Los beneficios 15 años después de iniciar con este programa son: 40 mil hectáreas de tierras cultivadas de hortalizas y condimentos frescos en sus ciudades; más de 200 mil nuevos empleos (12 por ciento de éstos son de técnicos y profesionales); han elevado la calidad de su nutrición con productos sanos, diversos y disponibles; tienen un consumo de más de 300 gramos al día por persona de hortalizas y condimentos frescos; hay un aprovechamiento productivo de espacios vacíos urbanos, solo en la Habana hay más de mil 600 hectáreas con este destino.
La agricultura urbana debe ser considerada como una función urbana que contribuye al desarrollo de un nuevo modelo de ciudad. Está, en el futuro inmediato, vinculada al desarrollo, control y manejo sustentable de las ciudades.
En donde se utilicen los recursos naturales por debajo de su capacidad de renovación, se localicen las actividades en el territorio de acuerdo a su capacidad de acogida y sus emisiones sean inferiores a la capacidad de asimilación.
Queda claro que no podremos construir un futuro ambientalmente sustentable sin reconstruir nuestras ciudades y regiones. La agricultura urbana requiere su inserción en el esquema del ordenamiento del territorio, en los propios planes directores de desarrollo urbano.
En especial, se tiene que ir contra una lógica mercantil que señala que el valor del suelo agrícola, aún de alta calidad, no compite con el valor del suelo urbano. Una lógica que va contra el sentido común y el interés público.
Se requiere realizar una estrategia para el desarrollo económico y social de la ciudad, con una planificación concurrente, de armonización de políticas públicas, que den la esperanza de que otras ciudades son posibles.
Pero ante todo, se requiere voluntad política de los gobiernos locales –estatal y municipal– para iniciar el proceso. Es decir, la principal política pública es la decisión.