EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Ah, los tiempos del PRI

Aurelio Pelaez

Julio 05, 2006

Cuesta trabajo creer que los alemanes hayan perdido su pase a la final del mundial de futbol y se hayan retirado de la cancha aplaudiendo a sus votantes, que digo, a su afición. Retirarse así no es cosa de mexicanos ni de guerrerenses. Retirarse digno en la derrota es cosa de hombres rosas. Jalisco arrebata cuando no gana y la derrota se arregla a balazos o en una mesa de cantina, acabando uno en el rincón, en una esquina, con su tequila, según un tal José Alfredo.
En consecuencia, estamos en el rincón de una cantina. Los italianos le acaban de ganar a los alemanes en tiempo extra. En los últimos dos minutos. Casi llegábamos a las elecciones extraordinarias en una tanda de penales, como el Alemania-Argentina, pero esta vez con el uno por ciento del partido por concluir, se definió este asunto y nadie la hizo de tos. Fin de la trama y de la ronda.
Así decidieron en Italia las elecciones hace dos meses, cuando sacaron del gobierno a Silvio Berlusconi después de ocho años de permanecer en el poder, por un puñado de votos, y dejaron en el cargo como primer ministro a Romano Prodi. Berlusconi pataleó un poco, pero el también dueño del Milan al final aceptó el resultado y se retiró a administrar sus millones de dólares.
Dejar el cargo así no es cosa de políticos mexicanos. Un puñado de votos de diferencia sirven para calificar de fraude una elección donde se ha sido derrotado, a pesar de que el sistema electoral mexicano sea uno de los más caros del mundo, precisamente por el factor de la desconfianza.
Es decir, los mexicanos siempre desconfiamos del sistema electoral, del respeto a nuestro voto, de la jornada electoral, de los funcionarios, de las papeletas, de la credencial de elector, de las urnas, de la tinta, del crayón para rayar la boleta, del proceso de conteo –el PREP–, del aire acondicionado de los distritos electorales, de los policías y militares que resguardan las casillas, del taxista que pasa enfrente ese día, del presidente de casilla que seguramente es priísta, del desayuno que le llevaron a los representantes de partido, de un pinche ratón loco que pasó por debajo de la mesa de funcionarios… desconfiamos tanto que seguramente el voto de cada mexicano es el más caro en todo el mundo, por sus candados contra la desconfianza.
Uf.
Por eso, ahora estar metidos en la encrucijada de que alguien gana por un puñado de votos la Presidencia de la República, es una tragedia nacional, tanto como haber perdido un partido de futbol en una ronda de penalties.
Dice uno, tanto sospechar para que la elección se ponga más sospechosa. Si hasta extraña uno los tiempos del PRI, cuando la votación era de trámite y siempre ganaban los candidatos del partidazo, y a los perdedores les tocaba hacer unas marchitas de perdedores para dar cuenta de que se compitió en la elección, y ahí acababa todo.
El asunto es que en esta elección pasada el PRI, nuestro demonio de toda la vida, ni existió. La elección se decidió entre dos ex partidos opositores. Bueno, aún no se decide. Este país va para atrás.