EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

¡Ah verdad!

Efren Garcia Villalvazo

Septiembre 23, 2007

¿Qué se siente? ¿Qué se siente, concesionario voraz, que ahora te reclame el pueblo y te queme tus camiones de transporte
público? Esos camiones convertidos en máquinas de producir dinero de a 4.50 la dejada y en los cuales tus choferes –menores
de edad, animales con licencia para matar– se sienten dueños de las vialidades, con patente de corso, protegidos de políticos e
influyentes indecentes que ahora se quejan de que “les recogieron y quemaron su camioncito”, ese que con “tantos esfuerzos” y a
fuerza de engordar su marranito de barro desde que eran niños pudieron finalmente comprar.
Como decía en privado mi amigo Arturo Solís, lo primero que pensamos los ciudadanos cuando vimos el camión con partes
carbonizadas sobre la calle Constituyentes fue un masivo “¡Yesssss!” acompañado de una flexión brusca del brazo –en algunos
casos fueron los dos–, cerrando el puño y apuntando el codo con violencia hacia el ombligo, en lo que se llegó alguna vez a
conocer como la Roque-señal. Pero eso sí, hay que ser justos, eso lo hicieron sólo los que han sido de alguna forma afectados,
vejados, humillados, atropellados (literalmente), arrojados, jaloneados, correteados, asustados, amenazados, heridos, golpeados,
rayados, chocados y etcétera por los camiones urbanos acapulqueños. O sea, todos nosotros.
Y todavía sale el lidercillo de transportistas ese diciendo que están afectando el patrimonio familiar del concesionario del camión,
que qué culpa tiene. ¡Grrr…! ¿Y el niño de 8 años al que atropelló y mató su chofer? Pecata minuta en su muy egocéntrico punto
de vista. Danielito merecía algo mejor que eso. Y su mamá Natividad también, que a estas horas apenas está librando la muerte
para preguntarse a continuación para qué seguir viviendo. Y me pregunto: ¿Cumplió este concesionario, quien quiera que sea,
con entregar a la justicia a este chofer asesino de niños? Porque nosotros a lo mejor no lo conocemos y quizá los policías se
hicieron gueyes y como que no lo vieron y quizá no salió en el video de vigilancia del CIVA, pero el propietario de seguro sí que
sabe quién es, donde vive y dónde vive su familia. ¿O nos va a querer hacer tragar el cuento de que le entrega a manejar un
camión con valor de cientos de miles de pesos y que le produce más de mil pesos diarios de cuenta a un perfecto desconocido?
Con todo respeto, eso solo se lo cree la autoridad policíaca.
Asistimos con alivio a ver que el acapulqueño, por fin, se dejó de dejar. Y no fue para menos, pues la indignación extrema tuvo
motivo: al inicio del accidente el camión sólo había golpeado a Natividad y había dejado a Danielito ileso. El chofer, al momento
de echar en reversa el camión para llevar a cabo la clásica maniobra urbanera de “mejor muerto que hospitalizado” fue que
asesinó al niño –de acuerdo con testigos en el lugar del accidente, que le gritaban que no lo hiciera– que se había agachado para
tratar de ayudar a su madre que estaba en el suelo. La turba se indignó entonces, quemó el camión y enfrentó a la policía
sabiendo que cometía un delito, pero que la razón de las circunstancias le asistía en ese momento, presentándose este brote
como un síntoma muy auténtico del hartazgo que tienen los ciudadanos con respecto a muchas cosas que tienen que ver con el
desempeño de sus autoridades. Ya lo ven, se vieron rebasadas, no reaccionaron a tiempo, porque no están acostumbradas a
reaccionar para proteger al ciudadano, y a continuación viene un motín violento, en el que, seamos honestos, tiene mucha culpa
Tránsito municipal porque vergonzosamente se ha dejado comprar barata con pesitos de manera tan cotidiana. La cultura del
abono chiquito para pecar poquito. Tránsito ya tiene el ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas revisando los camiones como
lo hicieron ciudadanos comunes y corrientes lidereados por Gustavo Téliz (¡vientos!) en la misma avenida Constituyentes y en el
que le entregaron de manera simbólica como resultado varias unidades chuecas y que estaban todavía circulando.
Y sí, como escuché de un comentarista de radio de Soy Guerrero, la ley de trasporte público no considera la revocación o
suspensión de la concesión para el propietario de la unidad “matadora” nos enfrentamos a una ley jodida que favorece y alienta
para que sigan ocurriendo este tipo de asesinatos. No es de ninguna manera razonable que un camión que acaba de matar a una
persona regrese a la circulación después de sólo haber, quizá, pagado una multita y haberle lavado la sangrita de la víctima mas
reciente. El sentido común dicta que el chofer será cuidadoso sólo si el concesionario lo presiona para ser cuidadoso y no para
completarle la cuenta a como dé lugar como hasta ahora lo ha venido haciendo. Si el concesionario ve su patrimonio afectado o
en riesgo por culpa de un chofer irresponsable se verá entonces obligado a conseguir a uno que no le afecte su bolsillo con actos
vandálicos cometidos con la unidad. El perder dinero sí que le puede a un concesionario –quitarle la vida a otros sabemos que
no– y los camiones urbanos mágicamente le bajarán de “huesos” para que no detengan la unidad y pueda seguir siendo negocio.
Que lo entiendan de una vez: el usuario no es una res descerebrada a la que sólo es interesante arrancarle el costo de su pasaje
para luego maltratarlo y arriesgarlo jugando carreras por las vialidades del puerto. Es un cliente y se merece el respeto como tal.
Ya no digamos el respeto al valor de su vida y a la de otra gente que circula por las calles.
Y para terminar, porqué no se hace como en otras ciudades de la República en donde mínimamente los choferes y/o camiones
cumplen con lo siguiente: los choferes son mayores de edad; están debidamente capacitados para proporcionar un servicio
decente y seguro; tienen una apariencia agradable e inspiran confianza.; portan uniforme distintivo con gafete y fotografía a la
vista; tienen licencia para conducir; se coloca una ampliación de la licencia con fotografía en un lugar visible para los usuarios;
tienen, los camiones, un gobernador de velocidad para que no circulen a velocidades mayores a los 40 kilómetros por hora;
cuentan con seguro con cobertura de daños a terceros; hacen paradas en las paradas de autobús colocadas especialmente para
este fin; se coloca un teléfono para quejas en un lugar visible del vehículo; este teléfono será atendido, obviamente, por un
organismo para regular el desempeño de los camiones.
Y con respecto a los ciudadanos de Acapulco, es de reconocer –no dejemos de notarlo– lo rápido que se mueven las autoridades
a favor de la gente común y corriente cuando se protesta de manera violenta y se señala sin miedo a los infractores. Que haya
tenido que perderse una vida es lamentable y muchas más se han perdido antes que ésta, pero es el momento de lograr algo
justo para todos. Presionemos desde donde podamos para que el asunto se solucione desde la raíz y no solamente cuando se
presente una desgracia que marque con dolor el sentir popular.
No estuvo bien que quemaran el camión, pero qué bueno que lo hicieron. Es la única manera de mostrar que una vida humana
vale más que un camión urbano, que el patrimonio de un concesionario, que la impunidad de un chofer asesino, que la ceguera
voluntaria de las autoridades.
Si con esto se logra regularizar el siempre enojoso y letal problema de transporte urbano en nuestro puerto Danielito podrá
sentirse a gusto en donde esté pues habrá ofrendado su joven vida involuntariamente para beneficiar a su comunidad. Y todos
los que vivimos en Acapulco estaremos en eterna deuda con él.

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