EL-SUR

Lunes 09 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

AGENDA CIUDADANA

¡¿Al abordaje?!

Lorenzo Meyer

Marzo 30, 2017

Cuadros del PRD lo están abandonando para buscar refugio en Morena. El nuevo partido debe ser cuidadoso en extremo con su política de cooptación, pues algunos de los que dejan la nave perredista pueden no ser náufragos sino piratas.

Un barco político está empezando a escorar –el PRD– y algunos de sus ocupantes comienzan a abandonarlo, y no para nadar sino para abordar otro navío que ven prometedor: Morena. Esta operación de abandono y abordaje simultáneos tiene riesgos. Riesgos para quienes hicieron su historia dentro del PRD y ahora lo dejan, para quienes los reciben en Morena y, sobre todo, para quienes ven en el partido forjado por y alrededor de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su proyecto, la opción al fracaso que fue la alternancia política encabezada hace 17 años por el PAN y que terminó con el retorno del viejo PRI.
Fracaso. Para una parte muy importante de la sociedad mexicana, incluyendo ya a sectores de la derecha, los principales indicadores del fracaso de los gobiernos de los últimos 35 años son claros. El más evidente es el raquítico crecimiento económico. Desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994 hasta la fecha, el crecimiento del PIB per cápita anual apenas si ha superado el 1%. La promesa hecha por el neoliberalismo cuando México fue aceptado en la OCDE –un club de países ricos– fue que en poco tiempo seríamos efectivamente uno de ellos. No ha sido el caso. En 1995 el PIB per cápita mexicano era de 7 mil 411 dólares mientras que el promedio de la OCDE era de 20 mil 227; en 2015 ese mismo indicador fue de 17 mil 894 y de 40 mil 807 dólares respectivamente: ¡un avance de 7.2% respecto al promedio! A la velocidad a la que vamos habrá que esperar al siglo XXII para llegar a la meta, (https://data.oecd.org/gdp/gross-domestic-product-gdp.htm.).
Otro indicador del fracaso es la inseguridad, la violencia. En 2006, la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes era de 9.6, pero en 2011 había aumentado a 23.5 (sexenio calderonista); después bajó, pero no mucho –17.7 en 2014–, y todo apunta a que ha vuelto a subir. Y las diferencias regionales del fenómeno son sorprendentes, pues en Chihuahua o Guerrero, la tasa de homicidios es tres veces superior el promedio nacional, (México Evalúa, Centro de Análisis de Políticas Públicas, AC, junio, 2016).
La desigualdad social es una característica histórica de México. Tampoco en este frente se ha avanzado, al contrario. El 1% de los mexicanos dispone del 43% de la riqueza del país, (Gerardo Esquivel, Desigualdad extrema en México, Oxfam, 2015) y el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Cariba de la ONU (Cepal) de 2016 nos dice que, en México, a diferencia del grueso de los países latinoamericanos, la pobreza ha aumentado.
Finalmente, otro indicador que apunta en el mismo sentido y que en buena medida es su raíz, es la corrupción. ¿Cómo cuantificar este fenómeno del que la opinión pública nacional e internacional es consciente? Transparencia Internacional, midiendo las percepciones, pone a México en el lugar 123 entre un total de 176 países clasificados según su grado de corrupción, (http://www.transparency.org/news/feature/corruption_perceptions_index_2016).
Una alternativa. Morena nació de la deriva de los líderes y grupos del PRD hacia la comodidad del compromiso con la cultura política del PRI, una cultura que pone el acento en el acceso y el ejercicio del poder en función de la extracción de recursos en beneficio de sus dirigentes y sus clientelas, sin mayor apego a los principios. Es por eso que en esta etapa inicial de la campaña del 2018 se observa con preocupación no sólo la desbandada de cuadros y militantes del PRD y de otros partidos menores, sino su migración a la única formación política a la que hoy no se puede culpar del fracaso de la transición y que, a la vez, aparece con posibilidades reales de enfrentar con éxito al PRI y al PAN en las próximas elecciones. Justamente por eso, su dirigencia debería ser particularmente cuidadosa en la aceptación de cuadros de otros partidos. Morena no debe repetir la triste historia de priización de las dos grandes oposiciones fallidas: PAN y PRD, pues ello le acarrearía un gran costo moral y electoral.
AMLO es el corazón de Morena y él ha sido y sigue siendo el objetivo de la campaña de propaganda negativa más exitosa del México contemporáneo: la montada en 2006, tras el fallido intento de su desafuero, y que le colocó el San Benito de “mesías tropical” y “peligro para México”. Esa campaña se ha reactivado y por ahora gira en torno al indefinido concepto de “populista”, pero si los nuevos adherentes de Morena pueden ser presentados como corruptos, la campaña negativa va a tener mejor material para minar las bases de contraste entre el nuevo partido y sus probadamente corruptos adversarios. Y todo eso va a caer en un terreno ya muy abonado por la desconfianza ciudadana (en 2012 apenas el 12% de encuestados dijo confiar en los demás (Alejandro Moreno, Confianza y democracia, Este País, septiembre 2015, p. 22).
Es claro que la política, la lucha por el poder, se lleva a cabo bajo las reglas del realismo sintetizadas por Maquiavelo. Morena necesita operadores rudos para enfrentar a sus rudísimos adversarios, pero debe ser muy selectiva en la admisión y no dejar que la tomen por asalto los que ya son expertos en asaltos a las arcas y a la credulidad ciudadana. En ese caso, el realismo sin una buena dosis de honestidad probada, podría llevar al naufragio del proyecto alternativo y México ya no merece más fracasos.

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