Anituy Rebolledo Ayerdi
Agosto 16, 2018
Jorge Joseph Piedra, alcalde
Intensos, violentos y dramáticos. Así fueron los primeros meses del gobierno municipal del periodista Jorge Joseph Piedra. Y por lo mismo, el sucesor de Mario Romero Lopetegui apenas si logrará permanecer en la alcaldía escasos nueve meses con dieciocho días de 1960.
Fueron, por lo demás, días de revelaciones sensacionales, una tras otra. Los acapulqueños conocieron en ese perodo desde las trampas seductoras del populismo –sin saber siquiera con qué se comía aquello–, hasta las llanezas de un gobierno populachero con intervalos de indecisión y cobardía. Conocieron los porteños de traiciones y abandonos, de corrupción y marrullerías a discreción; de miserias morales y abyecciones; de huidas y frustraciones. Todo ello en un mismo escenario político de dudas y rencores.
Periodista con ejercicio perseverante en el diario La Prensa de la ciudad de México, el mismo que hoy circula nacionalmente, Jorge Joseph Piedra logra materializar un sueño largamente acariciado: Regresar a su Acapulco en busca del ombligo enterrado y hacer desde su presidencia municipal los cambios sociales profundos soñados por su maestro Juan R. Escudero. Y si las cosas marchaban bien, abrir la brecha para llegar a Chilpancingo, específicamente al palacio de Gobierno.
Jorgito
La invalidez del alcalde Juan R. Escudero, provocada por una feroz atentado militar, lo ha sentenciado a un encierro domiciliario definitivo, desesperante para un hombre de su temple. No obstante, desde su silla de ruedas, hemipléjico, aconsejará al alcalde que lo ha sustituido, redactará su periódico semanal Regeneración y atenderá la dirección del Partido Obrero de Acapulco (POA). El nuevo lema de este será a partir de la agresión: “Que se mutilen los hombres por los principios pero no los principios por los hombres”.
Jorge Joseph Piedra, de nueve años, es el más pequeño de los jóvenes que ayudan al disminuido: su correo personal. Como eran pocas las personas que podían acercarse a la casa de los Escudero, objeto de un severa vigilancia policíaca, Jorgito era el encargado de trasmitir los recados verbales y luego traer las respuestas al maestro. Voceador de Regeneración, el rubicundo chamaco podía acercarse a cualquier persona sin levantar sospechas de sus vigilantes:¡ “¡Regeneración de hoy… solo le cuesta un centavo… lleve su Regeneración de hoy!”.
Amigazo de ALM
El reportero Jorge Joseph era amigo del presidente Adolfo López Mateos a quien, el secretario del Trabajo y Previsión Social, le había controlado a los reporteros metropolitanos de la fuente. Y por si faltara muestra alguna de amistad, aquél aceptará ser padrino de bodas de Joseph con la señora Guadalupe Zetina. Estará representado en el acto por el secretario privado Humberto Romero.
No obstante su bien certificado acapulqueñismo, Joseph es la viva imagen del desarraigo y el arribismo político. Toda una vida alejado del puerto solamente su “chorcha” lo avala. Por ello emprenderá una urgente tarea para cambiar tal imagen de usurpador. Se apoya inicialmente en sus amigos de la infancia, que no son pocos, para demostrar ser acapulqueño nato, como lo exige la gente. Más tarde, sin embargo, se le señalará como error el haber cimentado su administración en aquellas viejas querencias, no necesariamente aptas para la cosa pública. Además de que algunos tenían arraigada la idea de que las “chambas del gobierno son ayudas personales”.
Presencia magnética
El alcalde Joseph de Acapulco logra un binomio perfecto entre una personalidad magnética y una bien digerida idea sobre el comportamiento de las masas (y su manipulación). Ante sus actitudes mesiánicas, los brazos elevados al cielo y la entonación canónica de su voz, mucha gente –muchísima– se le entrega sin ninguna resistencia. Ven en él –y así lo confiesan algunos ancianos– al Juan R. Escudero que les fue arrebatado por los gachupines medio siglo atrás. Y bien que conocía Jorge aquella historia y se llenaba de orgullo. Por lo demás, ¿no era un inmejorable ejemplo el populacherismo de López Mateos?
A todo lo anterior añadamos un toque maestro y sentimental redondeando al fenómeno tan estudiado pero tan incomprendido. La presencia de Lupita Zetina: rostro hermoso, recia personalidad, dulce sonrisa y trato amable. Ella es esposa y madre, compañera militante, activista y consejera. Nadie recuerda aquí un caso similar. Inimaginable. Ninguna otra esposa de alcalde alguno había tenido una participación tan destacada en tareas sociales, complementando así el trabajo político del esposo. Lupita por ello será figura central en las crónicas, reseñas, corridos de este acontecer.
Jorge Jospeh no vino a su tierra a la buena de Dios padre. Llega con un proyecto cuidadosamente concebido, además de asesorías valiosas. En lo personal posee la firme convicción de que su paso por Acapulco tendrá resonancias nacionales. Que su proyecto político trascenderá más allá del clásico alcalde pueblerino, lerdo, sumiso. (¿Borrar por principio de cuentas la imagen de trabajo y honestidad dejada aquí por Donato Miranda Fonseca?).
El cabildo
El presidente municipal Jorge Joseph Piedra lleva como suplente a Angel Tapia, amigo de la infancia, y ocupa la sindicatura Alfonso Villalvazo Alarcón, con la suplencia de Ernesto Rico, también amigazo. Son regidores el doctor Daniel Añorve Martínez (Austreberta Muñoz, suplente); Antonio Alcántara Díaz, dirigente obrero ( Darío Estévez); profesor Domingo Martínez Castro (Roberto Castillo); Víctor de la O (Ernesto Rico, Chómpíra); Ladislao Flores (Germán Nava).
Bomberos
Jorge Joseph conmueve a Acapulco el primer día de su ascensión al poder. Ese día, luego de un breve introito sobre la seguridad de los habitantes y los turistas, a su voz aparece un lustroso carro bomba dotado con todos los elementos necesarios para ofrecer seguridad al puerto. Los primeros en festejarlos son los integrantes del cuerpo municipal de bomberos, de quienes se ha fraguado una caricatura en la que apagan fuegos con buches de agua. El vehículo ha sido manejado desde Estados Unidos por el capitán Martel Alvarado Medina, bombero desde chamaco y quien asume por segunda vez el mando de la corporación.
Si la sorpresa del brillante vehículo rojo ha calado hondo, la segunda profundizará mucho más la “máquina colorada”, como ya la llaman los chamacos, fue adquirida en el país del norte en dólares y al puro cash con dinero proveniente del patrimonio de los Joseph Zetina. Específicamente de los recursos del retiro de Jorge como socio de la cooperativa de La Prensa. ¡Genial!
Con golpe tan limpio, se diría magistral, se esfuman las reticencias de quienes no aceptaban el liderazgo del periodista por ser “rubio y tener los ojos de color”. Por otro lado, deja en harapos al grupo que ha levantado barricadas para enfrentar al “frastero”, por ser ajeno al grupo dominante de las casas españolas. Dueño ya de la situación, Joseph empieza a gobernar al puerto como no le permitieron hacerlo a su maestro Juan R. Escudero.
Misoginia
Una de las primeras batallas políticas del alcalde JJP será contra su propio partido, el PRI. Alegando las razones de la sinrazón, los dirigentes priistas no ven con buenos ojos que una mujer, Austreberta Muñoz, esté integrada al cabildo sencillamente “porque es mujer y esto de gobernar es cosa de hombres”. Misoginia pura.
Se recuerda entonces que ya en 1955, en el cabildo del alcalde Efrén Villalvazo, había figurado como regidora doña Jovita Salgado de Castrejón, dirigente de comerciantes del mercado. Ella saldrá a los nueve meses de ejercicio, es cierto, pero no por ser mujer sino como parte del cabildo desaforado por el Congreso.
–¡Si no está Austreberta en mi cabildo, renuncio! –amenazó Joseph en un gesto teatral que le hubiera aplaudido de pie el propio sir Laurence Olivier, recién difunteado.
El propio alcalde se traslada a pie hasta el domicilio de la señora Muñoz, en el Pozo de la Nación, para informale su retorno al cabildo y llevarla él mismo, victoriosos, al Palacio Municipal.
Quien iba a decirlo o podrá creerlo. Será Austreberta Muñoz Vergara, Doña Beta, la que se encargue en su momento de echar de la presidencia a su otrora “caballero andante”. Cuando Joseph sea desconocido como alcalde por la mayoría del cabildo –cabildazo, se le llama–, ella será encargada de ponerlo de patitas en la calle o acompañarlo fuera del recinto.
Contra el vicio
Más secreto que lo había sido para el mundo el “Día D”, lo será para el Ayuntamiento (1960-1962) el “Día 6”. Lo que sucederá ese día solo es conocido por el alcalde JJP y su jefe de reglamentos, Liberato Torres, amiguísimo. Ese día, a seis de iniciado el gobierno, habrá cierre de cantinas y prostíbulos y se evita que los dueños sean advertidos. El colmo: no se le informa al jefe de la policía, Joel Añorve, sobrino del gobernador, porque él mismo posee los congales Babalú, Balalaika y Lontana.
El operativo que debió llamarse de los Reyes Magos resulta exitoso, más de lo que se esperaba. Se logra la clausura de cervecerías y cantinuchas del mercado Central pero también se logra el cierre de bares de postín como El pez que fuma, de Manolo Pano, en la calle de La Paz. Tenía grandes personajes como habitués de la nuit, como se llama en francés al “recaladero”.
Estaban entre ellos Lana Turner, acompañada por Armando Sotres; Hedy Lamarr, cuando vivió aquí casada Teddy Stauffer; Jose Antonio Méndez (ron con goma), Juan Bruno Tarraza, Celio González, Richard Pintos, Los Rivero y Tabaquito. También, César Balsa, cuyo número de la noche pidiendo “las otras para todos”, hacía bramar de gusto a la concurrencia. Bebedores de cerveza cambiaban a güisqui y ron a coñac, no fallaba.
La barredora moralista del alcalde Joseph se llevará en su primera semana de gobiernos a las más famosas y elegantes casas de citas del puerto, entre ellas Raquel, Rebeca, Evangelina. También El Safari, así descrito entonces: “Cabaret, fumadero de mariguana y sitio de reunión de degenerados que funcionaba pared con pared con el Instituto Regional de Bellas Artes”.
Sorprendido gratamente, el alcalde recibe la felicitación de cabildo en pleno por la acción emprendida a favor de la sanidad y la moral de Acapulco. Pronto, sin embargo, la puerca torcerá el rabo. Cuando una comisión de ediles le pida fecha para la distribución de las licencias canceladas durante el operativo, informándole de una vieja costumbre en el Ayuntamiento de entregarlos a nombre de los regidores aquello giros clausurados. Joseph adivinó en aquel momento la suerte que le esperaba.