EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alcaldes de Acapulco (XLV)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Septiembre 06, 2018

 

La suerte está echada

–¡La suerte está echada… pasado mañana devolveremos las tierras de Santa Cruz a sus auténticos propietarios, los acapulqueños! –sentencia con tono solemne el alcalde Jorge Joseph Piedra.
El breve auditorio al que se dirige lo aplaude con entusiasmo y le brinda vivas sonoras. Por razones de secrecía elemental lo integran gente de absoluta confianza, además de juramentados líderes de barrios y colonias responsables del proceso. Por las mismas razones, la reunión se celebra durante la noche en el domicilio particular del presidente municipal.
Allí están, entre otros, Emeterio Deloya Cárdenas, Antonio Pintos Carballo, Carmen Cortés de Deloya, Ramona Valdeolívar, Antonio Villafaña Sarabia, Nicolás Román Benítez, doctor Rosendo Vega Arcos, Bartolomé Flores, Prisco Vinalay, Angel Tapia, Romeo Jiménez, Enrique Bello Almazán, Ernesto Rico, Sergio Bello, Gaudencio Guerrero, Efrén Maganda y el ingeniero Ignacio Lacunza, jefe de Obras Públicas.
Luego de los abrazos jubilosos, los convocados pasan al comedor de la casa donde el ingeniero Lacunza, frente a un plano del futuro centro poblacional, ofrece las explicaciones del caso. Que se ocuparán únicamente 50 hectáreas, o sea, un millón y medio de metros cuadrados. Superficie capaz de albergar los 6 mil lotes, de 200 metros cuadrados cada uno, comprendidos en 300 manzanas con 20 lotes cada una. El profesional mostró las áreas para mercados, escuelas, zona comercial, campos deportivos y demás sitios para la sana recreación de las 30 mil almas que ahí vivirían.
Con este asentamiento llamado Barrio Regeneración, el alcalde Joseph rendía homenaje a su maestro Juan R. Escudero, a quien cuando niño sirvió en su dolorosa postración de hemipléjico. Joseph y otros menores tuvieron a su cargo la impresión y venta del periódico Regeneración. Poderosa arma usada por el líder para defender a los porteños de la voracidad hispana, adueñada de Acapulco. El propio Escudero honraba al periódico Regeneración, de Ricardo Flores Magón, heraldo de la Revolución.

28 de junio de 1960

La madrugada del 28 de junio de 1960 una gran movilización humana sorprende y alarma a la población. ¿De dónde sale tanta gente y hacia dónde se dirige?, se preguntan quienes no están en el secreto. ¿Quiénes son capaces de mover a tanta gente y para qué?. La mayoría volverá a los brazos de Morfeo dejando las respuestas para el día siguiente. Sin embargo, el insomnio persistirá en muchos con la interrogante ¿qué está pasando en Acapulco?.
Hombres mujeres, niños y ancianos –muchas mujeres, muchos niños–, desfilaban en caravanas interminables rumbo al espejismo llamado Regeneración. Ejército de desposeídos cuyas únicas armas son bules de agua, machetes, bolos, tarecuas, picos, palas, azadones, y toda clase de instrumentos de labranza. Simplemente para abrir la tierra en busca de una esperanza. Tránsfugas del surco daban utilidad a sus otrora herramientas vitales, hoy colgadas como simples ornamentos.
–¡Ya viene!.., ya viene…, ya viene! –grita la chamacada.
Y en efecto a las 6 y media de la mañana llega el alcalde Jorge Joseph acompañado por su esposa Lupita Zetina. Ella será la primera en recibir el saludo cordial de la multitud con porras y vítores a “¡Mamá Lupita, mamá Lupita!”, como ya la llaman mujeres y niños. Recibe arreglos florales y las madres acercan a sus hijos para que los bese. Jorge, siempre sonriente, se suma al homenaje a su compañera de vida.
Vestido como siempre, todo de blanco, la camisa arremangada y el rostro radiante de alegría, JJP busca su tribuna preferida, una roca enorme a la que trepa no sin dificultad. Ya frente a la multitud entusiasmada abre los brazos en cruz, su ademán característico, y principia una arenga vehemente, apasionada. Luego, en nombre de la Revolución, da posesión a miles de acapulqueños sin tierra de un pedazo de ella para albergar a sus familias.
De pronto, allá en el fondo se escucha la tímida entonación de la primera estrofa de nuestro Himno Nacional. Los presentes la secundan automáticamente retumbando el canto patrio, solemne y grandioso, en aquella arisca montaña del sur. Joseph, en actitud de firmes, el rostro enrojecido, cubierto de sudor, hace el saludo civil. Momento electrizante.
La orden estaba dada. Frente a aquella inmensidad agreste cada grupo familiar pinta su raya “y a lo que te truje chencha”: duro con la chapona hasta dejar la tierra viva y olorosa. Niñas y niños ponían la nota alegre llevando y trayendo los bules de agua para los faeneros o bien alcanzando las varas y las palmas para edificar un primer hogar propio que, sino era el Taj Majal, poco le faltaba. La alegría y la esperanza, sin embargo, durará únicamente nueve días,” cuando llega el malhadado 7 de julio”, escribe el periodista alcalde:

7 de julio de 1960

“Ese día cayó el primer chubasco de la temporada. En pleno aguacero siguió el trabajo. De improviso, como brotados de las rendijas de los peñascales, aparecieron por todos lados los soldados. Las fuerzas militares marchando a paso de carga, el fusil pronto a disparar, bayoneta calada, y cascos con redecillas: y al toque de clarín, cargaron feroces sobe la multitud inerme. Nadie alcanzaba a comprender lo que ocurría. ¡Aquello fue horrible!
“A golpes de culata, a empellones, con derroche de injurias e impresionante despliegue de estrategia bélica –emplazamiento de ametralladoras y estaciones portátiles de radio–, interrumpieron violentamente los trabajos y arrojaron a los acapulqueños de sus tierras. Con tanta rabia, con tanta santa ira, como expulsando a bandidos, o como si estuvieran desalojando una cabeza de puente de legión extranjera invasora de la Patria.
“Aunque tal vez – sigue diciendo Joseph– pensando de acuerdo con la realidad, si hubiesen sido extranjeros los ocupantes de Santa Cruz, se les habría recibido con el júbilo de la Malinche, con los brazos abiertos y rendida la cerviz, como tratan a todos los que han robado el solar porteño.
“Pero se trataba de mexicanos pobres, de esos tontos que hicieron la Revolución para que otros afortunados la gozara; a ellos sí había que majarles a golpes los lomos renegridos y sacarlos de su propio suelo. ¡No faltaba más: valiente hazaña, digna de figurar en los grandes fastos militares!

“Basureros de la política”

Al día siguiente los medios locales, excepto dos, reseñaron con grandes titulares cómo el Ejército mexicano se había cubierto de gloria al desalojar del ejido de Santa Cruz a miles de hombres, mujeres y niños. Y se advertía, ¡sin disparar un solo tiro!, aunque, eso sí, con muchos culatazos, empujones y no pocas mentadas de madre. Los “paracaidistas”, llamado así porque aparecen como caídos del cielo, en ningún momento opusieron resistencia.
Junto con las notas exageradas sobre el desalojo, los diarios locales daban como un hecho la caída del alcalde Jorge Joseph e incluso su encarcelamiento acusado de la comisión de delitos federales. Se citaban incluso posibles sustitutos y entre ellos los doctores Dámaso Lanche Guillén y Daniel Añorve, “sobrinísimos” del gobernador Caballero.
La respuesta a tal posibilidad la darán al día siguiente las organizaciones populares, obreras, magisteriales y campesinas con una marcha de miles a partir del cine Río y hasta el Palacio Municipal. Al término de la caminata, el líder cromiano Emeterio Deloya otorgó a Joseph un amplio y cálido voto de respaldo popular. Antes se había referido a “quienes llegan al poder merced a los remolinos que soplan a veces sobre los basureros de la política”.

López Mateos, enojado

La invasión de las tierras de Santa Cruz fue un golpe político que se revirtió contra Jorge Joseph porque lo distanció de su amigo el presidente López Mateos. Ello, de acuerdo con la siguiente anécdota que refiere Vázquez Garzón.
Días después de haberse dado la invasión de Santa Cruz. en una fiesta familiar celebrada en Atizapán de Zaragoza , lugar de nacimiento de ALM, Humberto Romero , secretario privado del presidente de la República, al encontrarse con Joseph exclamó en voz alta y con los brazos en alto:
–¿Qué hiciste, Jorgito? ¡el patrón está furioso!
Y en un aparte, agregó:
–¡Te mandamos a hacerte rico, no a meterte de redentor!

RCA vs JJP

La revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas, identifica el apoyo de López Mateos para Jorge Joseph como origen del conflicto de este último con el gobernador Caballero. Y hace historia: JJP logró forjar como reportero de La Prensa un compadrazgo íntimo con ALM secretario del Trabajo. Luego la intervención presidencial para alcanzar la alcaldía acapulqueña, su sueño dorado. Con semejante apoyo político Joseph se sintió lo bastante poderoso para oponerse activamente al gobernador de Guerrero. Hacer valer al pie de la letra no solo la autonomía municipal, sino en mayor grado su condición de amigo del Jefe de la Nación. La disputa llegará al rojo vivo cuando Caballero ordene una auditoría a la tesorería municipal del puerto (Revuelta cívica en Guerrero (1957-1960), Salvador Román Román, Biblioteca INEHRM, 1963.)

Joseph responde

Alimentado por versiones callejeras, casi siempre interesadas o no siempre ciertas, que lo ubican a solo horas del cadalso político, Joseph, rodeado por miles pero realmente solo, se desespera y empieza a lanzar dardos sin ton ni son. La toma contra los hoteleros que si bien son controlados por el gobernador no se han pronunciado en ningún momento en su contra. Recuerda, por ejemplo, la cena para sesenta y tres comensales servida por el Hotel El Mirador durante la visita del presidente Eisenhower de los Estados Unidos. Y revela que el secretario de la Presidencia, Donato Miranda Fonseca, habría pagado por ella al judío (?) Carlos Barnard, la cantidad $ 175 000.00 (ciento setenta y cinco mil pesos).
Más revelaciones. Que el propio hotel El Mirador pagaba al ayuntamiento por concepto de impuestos, incluidos hotel, cabarets, cantinas, tiendas, etc. $998 (¡novecientos noventa y ocho pesos al año!). Ya encarrerado, el alcalde da cuenta de los $774 pagados por el Hotel Caleta. Los $795 del Hilton: los $518.00 de El Presidente y los $825 de Elcano. Sobre el hotel Pierre Marqués, que pagaba $800, hace historia. Fincado en terrenos que la Junta Federal de Mejoras Materiales robó a los campesinos de Puerto Marqués y obsequió a millonarios yanquis.
Claro que estaban enojados los grandes hoteles con el alcalde JJP , pues a partir del 1 de enero de 1960 les aplicó una cuota anual de diez mil pesos, parejos.