Anituy Rebolledo Ayerdi
Septiembre 13, 2018
A la memoria de Lucas Deloya y Manuel Valverde, muy queridos amigos. QEPD
Los terratenientes
Cosa demasiado común esta del acaparamiento de tierras en Acapulco. Tiene fecha de inscripción el 22 de agosto de 1900, sección primera, foja 52 (vuelta) del tomo I del RPP del Distrito de Tabares. Ese día, Abundio Farías, apoderado de Ignacio Ramírez, vendió a Guillermo Stephens, gerente de la Sociedad Mercantil Stephens y Compañía, la hacienda denominada El Potrero, situada al Oriente del puerto. Stephens y sus hermanos, comerciantes de origen inglés, adquirieron entonces más de mil 500 hectáreas colindantes con Puerto Marqués, Tres Palos y el Océano Pacífico.
Otros de los primeros grandes terratenientes de Acapulco fueron inversionistas norteamericanos infiltrados en la Compañía Constructora Rural, SA de CV, empresa que les sirvió de prestanombres.
En 1932, el gobierno estatal del general Adrián Castrejón expropió todos los terrenos del litoral de la bahía, desde el castillo de San Diego hasta la playa de Hornos. Una superficie llamada “Las Huertas”, sembrada con miles de palmeras en plena producción.
La expropiación fue ejecutada aprovechando la presencia en el puerto del presidente de la República, ingeniero Pascual Ortiz Rubio, invitado por el general Juan Andrew Almazán, su secretario de Comunicaciones. Se constituye entonces la “Compañía Impulsora de Acapulco”, presidida por el propio Nopalito, como apodaban al mandatario Ortiz Rubio: “no por no poder, sino por baboso, se aclaraba.
La primera venta se fragua en aquél momento. El secretario Almazán compra poco más de 200 mil metros cuadrados pagando, por tratarse de quien se trataba, a razón de 3 pesos el metro cuadrado. Construirá en aquél predio un hotel con nombres sucesivos de Hornos, Anáhuac y finalmente Papagayo. Misma superficie expropiada en 1979 por el gobernador Rubén Figueroa Figueroa, mediante el pago de una indemnización de mil pesos por metro cuadrado. Hoy parque Papagayo.
Los acapulqueños propietarios de aquellas miles de palmeras en producción, fueron indemnizados pangándoles a 20 centavos el metro cuadrado. Entre otros los Pintos, los Escudero, los Olivar.
Azcamil, SA
Más tarde vendrán los Parrusquía –Melchor, Manuel y Ernesto– quienes logran registrar 78 predios de 1949 a 1966. Asimismo, los Azcárraga hicieron su primer registro en 1936 y posteriormente, a través de “Azcamil, S A” (Azcárraga Milmo), adquirieron a partir de 1953, 44 propiedades, difíciles de ubicar aunque son prácticamente dueños de la zona denominada Magallanes.
Aliados con los capitanes de empresa y banqueros que escogieron las mejores tierras de la bahía, los políticos no se quedaron a la zaga adquiriendo numerosos lotes de entre mil y 2 mil metros cuadrados.
Por su parte, Miguel Alemán compró 90 hectáreas en San Marcos, a 7 mil 500 pesos el metro cuadrado y en Puerto Marqués los lotes número 54, 60 y 74, con superficie total de 180 mil metros cuadrados. Le costaron en 1951, 18 pesos.
Guillermo López Portillo y Miguel Osorio Marbán adquirieron terrenos en Costa Azul; Jorge Díaz Serrano y Julio Hirsfield Almada, en Las Playas; los Martínez Domínguez y Jesús Robles Martínez en las Granjas del Marqués, Copacabana y Progreso; Arsenio Farell en Punta Guitarrón, Gustavo Díaz Ordaz Borja en Las Brisas y muchos más.a
Sin embargo, al ampliarse la zona turística hacia Punta Diamante, nuevos inversionistas se hicieron presentes. Hay evidencias de que los barones del narcotráfico han adquirido predios y construido hoteles, restaurantes, centros nocturnos y discotecas. Es el Acapulco boyante y desmadroso que ni el PRD ni el PRI han logrado convertir el paraíso terrenal de los pobres y los asalariados que son mayoría. Se estima que más de la mitad de los 800 mil habitantes de Acapulco viven al día y la mayoría son subempleados y carecen de vivienda propia. En más de 500 colonias populares la escasez de agua potable es una constante que enfurece y deprime a sus moradores.
Francisco Gomezjara, Acapulco, despojo y Turismo, 1974. Ignacio Ramírez, Los dueños de Acapulco, Proceso 1980.
Los bienes del general
En respuesta a la auditoría del Congreso del Estado al Ayuntamiento de Acapulco, ordenada por el gobernado Caballero Aburto, el alcalde Joseph se arma de una bien investigada relación de los bienes del mandatario estatal. Esta: “La Hacienda de Marquelia sembrada con ciento diez mil palmeras, valuada en ocho millones de pesos; un rancho en Veracruz, cerca de Martínez de la Torre, con valor de tres millones de pesos; otro en el estado de Aguascalientes adquirido en cinco millones de pesos. Un rancho más en Puebla, este con valor de cinco millones de pesos. Otro aquí cerca, en Plan de los Amates, de 30 hectáreas y 300 cabezas de ganado fino. Una huerta en Playa Encantada que tiene en venta por dos millones de pesos. Más: “Un terreno en Zihuatanejo en copropiedad con el hotelero Carlos Barnard. Residencias en Anaxágoras 223, Narvarte, DF, valuada en dos millones de pesos y en playas Guitarrón, por la que se ofende si le ofrecen tres millones de pesos. Su vieja casa en Alpes, 25, Mixcoac, de ochocientos mil pesos; un predio de diez mil metros cuadrados a la salida de Chilpancingo, comprado a Gilberto Adame. Y más:
“El general Caballero Aburto es dueño con sus hermanos de la línea de autotransporte Gacela, ruta Acapulco-Ometepec; 43 camiones de la empresa Transportes Urbanos de Acapulco; propietario del Diario de Acapulco, por cuya maquinaria pagó un millón de pesos; diez lotes en la fraccionadora Aburto del DF; 26 lotes en distintos fraccionamientos de Acapulco”.
Las Granjas del Marqués
Jorge Joseph Piedra, aún alcalde de Acapulco, no entiende ni entenderá que la tercera es la vencida. Y hacia ella se lanza con alegre resolución. Las Granjas del Marqués, así con mayúsculas, figuran señaladas con alfileres de cabeza roja en un gran plano de Acapulco. Joseph juega a clavarlos y a desclavarlos. Está convencido de que la única redención para sus paisanos la conseguirá devolviéndoles las tierras arrebatadas por los poderosos.
Cada granja constaba de 6 hectáreas, dotada con un pozo profundo cada una, electricidad, alta y baja tensión; cercas de alambre y callejuelas pavimentadas.
–Las granjas del Marqués son tabú, Jorge, sus dueños son intocables, comenta uno del grupo. ¡Es un suicidio!, señor, –alerta otra voz. Joseph insiste en la recuperación de las mismas y presenta como argumento contundente la “Ley Reglamentaria de Tierras Ociosas,” expedida por el presidente Adolfo de la Huerta en 1920 y reglamentada en 1936 por el gobernador de Guerrero, José Inocente Lugo. Oigan lo que dice:
“Artículo 2º.- Todas las tierras que sus dueños o poseedores no hayan barbechado o puesto en cultivo, pasadas las fechas que marca la Ley para su preparación y siembra, quedarán por ese solo hecho a disposición de los Ayuntamientos para los efectos de la presente Ley. Y el último artículo:
“Artículo 4o.- Los Ayuntamientos dispondrán de las tierras aludidas únicamente para el efecto de darlas en aparcería o en arrendamiento hasta por tres años a quienes las soliciten. Son preferidos para la concesión de estas tierras ociosas los vecinos del Municipio de su ubicación. ¿No está claro?
Las tierras del Marqués no se habían tocado desde 1949, razón por la cual esteban en el más completo abandono y deterioro, según la fe del notario Julio García Estrada, auxiliado por un ingeniero agrónomo.
El alcalde Joseph no espera la aceptación plena de su planteamiento. Sale disparado rumbo a Puerto Marqués donde convoca a una reunión urgente de campesinos. Ante ellos, lee la Ley de Tierras Ociosas y al terminar les informa que ha decidido restituirles esas tierras. Tierras arrebatadas una década atrás por la Junta Federal de Mejoras Materiales, para entregarla a los hombres más ricos de México.
¡Vivas a Zapata, a López Mateos y a Jorge Joseph. Eran las 9 de la mañana del 4 de julio de 1960.
La ocupación de las Granjas del Marqués –dice Emilio Vázquez Garzón en El Ciudadano JJP– desató una violenta tempestad política. El alemanismo se sintió ofendido y sus caudillos pensaron que el golpe lo asestaba López Mateos a través de Joseph Piedra. Que era el principio de una ofensiva total para arrojarlos del poder y eliminarlos como factor político.
¡Y cómo no!. Si entre los dueños de las Granjas del Marqués estaban personajes como Ramón Beteta, Carlos I Serrano, Antonio Díaz Lombardo, Alfonso Romandía Ferreira, Enrique Parra Hernández, doña Chole de Avila Camacho, Antonio Carrillo Flores, Rafael Mancera, Yuco del Río, Eduardo Ampudia, Joel Rocha, Enrique Cusi, Lázaro Sáenz, Julio Serrano, Moisés Cossío, Antonio Domit, Alberto Braniff, Manuel Suárez, los tres hermanos Perrusquía y el general Celis.
Y lo que eran las cosas , algunos de aquellos no habían tenido tiempo en 12 años de conocer sus granjas junto al mar, adquiridas a ciegas a la Comisión Administradora de Terrenos de Acapulco (CATA), dependiente de la JFMM, o bien recibidas como obsequio de don Miguel o de don Manuel, este Perrusquía.
Durante los días siguientes, el alcalde de Acapulco se traslada a la ciudad de México con la Ley de Tierras Ociosas bajo el brazo, para convencer a sus poderosos amigos de las bondades de aquella acción revolucionaria. Humberto Romero, el secretario privado del presidente López Mateos, a quien primero se acerca en busca de una audiencia con el Jefe, le contesta:
¿Qué crees que somos tus pendejos, Jorge?. ¿A quién sirves, quien te paga por provocar tamaño cisma entre los poderes de México?. Con un “aquí hay gato encerrado” y el señor presidente no desea escuchar más tu nombre, lo despide con cajas destempladas.
Todo inútil. El alcalde no convence a nadie sobre la nobleza de sus intenciones. Todo mundo querrá encontrar al gato adivinada por El Chino Romero. Aceptando su derrota, Joseph decide regresar al puerto. Es el 7 de julio de 1960 y apenas llegue será enterado de que ese día, muy temprano, el ejército había desocupado las Granjas del Marqués. Pacíficamente, como acostumbraba hacerlo el general Álvaro García Taboada, comandante de la 27 Zona Militar.
Desde esa tarde ya nadie apostó ni cinco centavos por la permanencia de Jorge Joseph en la presidencia municipal de Acapulco.