EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alcaldes de Acapulco (XXIX)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Mayo 17, 2018

Museo del Fuerte

Con el corte de listón a cargo del director de INAH queda inaugurado el Museo del Fuerte de San Diego bajo la dirección de don Rosendo Pintos Lacunza. En ese año de 1954 se abren inicialmente las salas Plan de Ayutla y otra dedicada a los gobernadores de la entidad. El alcalde Donato Miranda Fonseca se extrañapor la escasa asistencia.

Arena Coliseo

Advertido de la afluencia extraordinaria que se esperaba durante la apertura de la arena Coliseo, en Dominguillo, el alcalde Miranda otorga su representación al regidor Roberto Maya Torreblanca, de oficio taxista y amante de ese deporte. Aquella “noche de alarido” –y no podía ser de otra manera, 11 de diciembre de 1953– se presentan los luchadores Tarzán López, Sugi Sito, Apolo Sureño y el local Tomás García.
Aficionado necesariamente al pancracio, el que esto escribe tuvo como ídolos al Santo, Blue Demon, Black Shadow, Tonina Jackson, Cavernario Galindo, Wolf Ruvinskis, etcétera, etcétera. Fernando Salinas Torres (Fersato) fue un columnista asediado por sus colegas en busca de las identidades de los luchadores enmascarados. Él las conocía por su arraigada militancia en el deporte, además de ser anfitrión de las estrellas en su casa de huéspedes y restaurante Cuauhtémoc.

Ring, ring

Don Tomás Oteiza Iriarte recuerda que el servicio telefónico fue inaugurado en el puerto en tiempos de Cárdenas, el 16 de abril de 1936, y menciona entre las primeras telefonistas a las señoritas Sara de la Rosa y Bertha Solano Galeana (Acapulco, la ciudad de las naos orientales y de las sirenas modernas). La misma Bertha Solano, delgadísima ella, ahora laborando en Telégrafos Nacionales, junto con María Luisa Fox, serán ambas y un varón, sujetos de una confusión por parte de un empleado de la dependencia.
–¡Me da un esqueleto, por favor!
–¡Bertha, aquí te buscan!
–¡Lo que quiero, señor, es una forma!
–¡Ah, la cosa es contigo María Luisa!
–Seamos serios, señor, lo que le pido es un machote.
–¡Haberlo dicho antes, ¡Jefe Fili, aquí le hablan!
Otros personajes: María Luisa Fox, bella, escultural; don Filiberto M. Arredondo, administrador del Telégrafos en Acapulco, con fama de berraco.

Ave de Tahití

Ave de Tahití fue el nombre del primer yate de recreo al que fue invitado el alcalde Miranda Fonseca, disponiendo de la necesaria asesoría para los brincos de entrada y salida. Lo operaba Beto Barney, el exitoso empresario del centro nocturno Bum Bum, de Caleta. No era de él, se lo había prestado el político calentano Ezequiel Padilla Peñaloza.
Se trataba de un hermoso velero de tres palos que ofrecía al turismo paseos en torno a la bahía porteña, a razón 20 pesos por persona. Por la noche operaba como cabaret con música para bailar y espectáculos con artistas del momento. Todo terminará cuando un hermano de Padilla reclame la embarcación para viajar con ella a California.

Ezequiel Padilla Peñaloza

Para los millenials que sólo escuchan hablar de la Tierra Caliente ligada a hechos bandoleriles, execrables y personajes siniestros, es bueno que sepan que no siempre ha sido así. Que aquella región de Guerrero ha dado sobrados ejemplos de civismo, valor y heroísmo, lo mismo que de hombres de excepción. Uno de ellos fue precisamente el aludido Ezequiel Padilla Peñaloza, de Coyuca de Catalán, “el mejor orador que ha tenido México”, según calificación del periodista y escritor Salvador Novo. Si bien él mismo lo llamará El narciso negro, precisamente por el color de su piel y su abultado ego.
Todo empieza con un joven Padilla, procurador de Justicia de la Nación y fiscal en el proceso a José León Toral, el homicida del presidente Alvaro Obregón. El auditorio, manejado a voluntad de aquella oratoria de intenso dramatismo, a veces lloraba y en otras bramaba de indignación demandando para el asesinos, no una sino tres penas de muerte. El jurado, civilizado, concederá sólo una.
–¡Qué orador, mi Dios, qué orador! –decía Novo de él–, ¡de una elegancia afrancesada y un barroquismo helénico!

De profetas

El coyuqueño será más tarde embajador en Italia y Hungría, nombrado por el presidente Pascual Ortiz Rubio; secretario de Educación con el presidente Portes Gi, y secretario de Relaciones Exteriores con Ávila Camacho, en plena Segunda Guerra Mundial. Renuncia a esta última para contender con Miguel Alemán por la presidencia de la República y el veracruzano lo deja “zapato”. La universidad estadunidense de Columbia lo hace doctor honoris causa al tiempo que preside la Academia Mexicana de Derecho Internacional.
Fue en Chilpacingo, durante la recepción al candidato priista Miguel Alemán, que el profesor Caritino Maldonado, dirigente estatal del PRI, lance una sentencia cuasi bíblica que hará historia en la entidad:
–¡Nadie es profeta en su tierra, menos Ezequiel!

Donato, el más cercano

Donato Miranda Fonseca, de Chilapa, fue seguramente uno de los amigos más cercanos y por ello de mayor confianza del presidente de la República, Adolfo López Mateos. Para él creó la Secretaría de la Presidencia con un poder político y económico impresionante, tanto que elaboraba el plan general del gasto público de inversiones del Poder Ejecutivo y fijaba sus programas especiales. Coordinaba los programas de inversión de los órganos de la administración pública y lo mismo planeaba y vigilaba la inversión pública y la de los organismos descentralizados. Ojos y garras aquilinos vigilando los recursos de una nación empobrecida de la apetencia voraz de una clase política insaciable.
El hombre de Chilapa entendió que tal responsabilidad, la de cuidar las uñas de Doce Apóstoles y no las de un solo Judas poblano, lo pondría en aprietos. Creó y aplicó los protocolos de control y seguridad hasta ese entonces inexistentes, que lo llevará en no pocas ocasiones a exhibir como vulgares ratas a personajes con imágenes de acrisolada honradez. Algunos incluso ya en la disputa por la silla presidencial. Una reacción lógica será la esperada: Todos contra el Ministro del odio, como apodaron a Miranda, y al frente de la turba el siniestro secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz.
Tema no menos dramático y perverso lo será el manejo de un presidente de la República enfermo hasta la incapacidad, ausente de sus obligaciones por causa de un mal absolutamente invalidante. Tal lo fue el aneurisma cerebral que padeció el presidente López Mateos, casi desde su primer año de gobierno, afirma el periodista Erasmo Fernández de Mendoza.
Daño explicado por el propio columnista, tan didácticamente como Dios le dio a entender. “Que las neuronas del cerebro del enfermo son como cables eléctricos, pero pelados, de ahí que los dolores sean terribles, dantescos, sin paliativos”. Mismos que, meses más tarde, alguien aconseje paliarlos con cuatro o cinco whiskis derechos. Y santo remedio, pero sólo por aquellos momentos. Se trató, acusa Fernández de Mendoza, de una receta de los “médicos satánicos” Miranda Fonseca y su secretario privado Humberto Romero. Estos mantendrán happy al enfermito mientras ellos dictan órdenes a su nombre y lo hacen firmar cuanto documento se les ocurriese (Notitas al pastor).

Muerte y desplome

La muerte de un hijo de Donato, el general Donato Miranda Acosta, durante un ataque terrorista en el aeropuerto italiano de Fumicino, el 27 de septiembre de 1985, reivindicado por el grupo palestino escindido del comando de Yasser Arafat, harán más gruesas las paredes tras la que purgue su propio ostracismo el ex alcalde de Acapulco.
El general Miranda Acosta, se desempeñaba como agregado militar de la embajada de México en Italia, y viajaba con su secretaria Genoveva Jaimes Cisneros, quien también muere. El número total de defunciones fue de dieciséis y entre estas la hija de tres años del redactor en jefe de la AP (Associated Press), quien resulta lesionada al igual que su otro hijo menor. Donato adelantará 10 años su muerte física.

Acapulco-Chilpancingo

Desde que llegó al puerto como presidente municipal, el chilapeño Donato Miranda Fonseca ya tenía calculado que la ciudad capital sería su hogar por seis años más. Inauguraba la ruta política Acapulco-Chilpancingo que sería en adelante exclusiva para conductores del poderoso grupo político al que ya pertenecía. Pero hete aquí que en las primeras de cambio se le atravesará un conductor borracho, estropeándolo todo. El Ejército exige su cuota de mando civil y es designado gobernador el general Raúl Caballero Aburto. Donato no perdonará a la clase política de la entidad.

Leopoldo Ayala Guevara

“Miranda Fonseca (dice el chilpancingueño Leopoldo Ayala Guevara en su libro La guerra sucia en Guerrero) sintió tal repugnancia por la patria chica, que uno de sus paisanos lo motejó como Don Hato. Y es que en el ejercicio del poder político, que lo tuvo, y mucho, trató a sus paisanos con desprecio, como si fueran ganado, cabestraje, sin derecho a pensar y a luchas por su dignidad. Al territorio sureño lo concibió como un enorme pastizal para alimentar a su “hato”.
En ese tiempo –continúa Ayala Guevara– hubo políticos guerrerenses de gran capacidad y prestigio que forjaron en sus cuadros de dirección, impulsados en las décadas de los años 40 y 50, en la ortodoxia fundacional de un PRI que entonces ya torcía su camino. Entre ellos Caritino Maldonado Pérez y Carlos Román Célis, ambos senadores de la XLIV Legislatura, Moisés Ochoa Campos, Román Célis, Eusebio González Saldaña, Roberto Gatica Aponte, Rufo Figueroa y Fernando Román Lugo.
Todos los mencionados, precandidatos a la gubernatura en 1962, muy pronto se dieron cuenta de que Miranda Fonseca había convencido al presidente López Mateos para que el dedazo oficial lo operara precisamente el ministro de origen guerrerense. “¡Cualquiera menos uno de aquellos!, le dijo alguna vez a su secretario auxiliar Jorge Montúfar Araujo” (La guerra sucia en Guerrero, impunidad, terrorismo y abuso de poder. Ayalacenter, 2005).

Abarca Alarcón

Quizás las decisión Del Ministro del odio de imponer como gobernador de Guerrero al doctor Raymundo Abarca Alarcón fue la medida que faltaba al poder central para calcular las pasiones que bullían en el alma de aquel hombre siempre bien atildado. Su soberbia colérica para otorgar la guía de un pueblo varias veces heroico a un hombre, buen médico y todo lo que se quiera, que pedía un trabajo a la medida de sus capacidades. “¡Ese no!”, debió haber dicho el presidente ALM refiriéndose a DMF.