EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alcaldes de Acapulco (XXXVIII)

Anituy Rebolledo Ayerdi

Julio 19, 2018

El crimen de Fenton

Cuando han transcurrido apenas 50 días de su ascensión a la alcaldía de Acapulco, Mario Romero Lopetegui, se enfrenta al crimen atroz de una pareja de septuagenarios vacacionistas estadunidenses. Diplomático su oficio, alerta al gobernador del Estado y a la Cancillería sobre daño tremendo que ello puede significar para la imagen del puerto y en general de México. La prensa impía de aquí y de allá desollará vivo al puerto presentándolo como la viva imagen y semejanza de un pueblo del Far west norteamericano, sin ley ni justicia, donde se asesina y roba impunemente.
Joseph Mitchel y Edith Hallock, hospedados en el Hotel Las Hamacas, forman una pareja septuagenaria disfrutando como adolescentes de un aventura amorosa clandestina. Una affaire que escandalizaría a la sociedad opulenta en la que ella, viuda, se mueve en la Gran Manzana. De alguna manera se le relaciona con el poderoso diario The NewYork Times.
La pareja acepta encantada la oferta de un paseo nocturno por la bahía, seguros de que contarán con la complicidad de la luna. “La vieja luna acapulqueña que ilumina más que en cualquier otra parte del mundo, pero que sabe esconderse a tiempo”, bromea el ofertante. Se trata el tejano Luis Fenton Calvarruso, radicado en el puerto y propietario de la agencia de viajes Las Hamacas, en el hotel del mismo nombre. Y claro, sin faltar el celestinaje burbujeante del champagne. El mismo Fenton sugiere a la dama llevar las mejores joyas haya traído porque, antes, “los llevará al espectáculo del Club de Skies, en el que se dan cita los personajes más ricos del mundo”.

Cambio de planes

Cambio de planes, ordena Rudy, como ya le llaman cariñosamente sus clientes, igual que todo Acapulco. No bajarán en el Club de Skies porque no hay mesa disponible y sí en cambio admirarán el espectáculo desde la lancha, “Al club, Negro”, ordena Fenton a Daniel Ríos Ozuna, maquinista de La Muñeca, que así se llama la lancha. “Que importa”, comenta Edith y Joseph refuerza su dicho. No obstante vivir el invierno de sus vidas, ambos se comportan como si la primavera apenas tocara a sus puertas. Se abrazan, se besan, se acarician sin importarles la presencia de extraños. Terminado el show, la lancha se mueve para fondear frente a la península de Las Playas, donde la oscuridad es total.

El bate

Mientras Rudy muestra a los turistas la ubicación del fuerte de San Diego, a cuyo museo ofrece llevarlos “mañana mismo”, el lanchero Daniel Ríos Ozuna, el Negro, descarga un bate de beisbol sobre la cabeza del anciano . El golpe es seco, “como cuando se parte un coco”, ilustró) y el anciano se desploma silenciosamente. Luego, los pedidos angustiosos de clemencia por parte de la dama serán acallados con otro golpe similar, este sobre su bello y apacible rostro. Minutos más tarde, el sonido del mar engullendo dos cuerpos humanos atados con cadenas para un descenso rápido a las profundidades. Fenton corre al hotel a saquear los cuartos de la pareja, mientras el El Negro se queda a limpiar la lancha La gerencia del hotel denuncia al día siguiente ante el MP la desaparición de la pareja.

La policía y la prensa

Junto con el mayor Altamirano, jefe de la Dirección Federal de Seguridad, con sus mejores agentes, llega al puerto una nube de reporteros de diarios nacionales y también extranjeros . Entre ellos el ya entonces legendario Eduardo Güero Téllez Vargas (El Universal); el intelectual de la nota roja, Alberto Ramírez de Aguilar (segunda de Últimas Noticias) y el audaz Carlos Ravelo (Excélsior). Vienen también, Carlos El Diablo Pérez Patiño (Novedades) y Carlos de la Borbolla (La Prensa). “Ténganme paciencia, les pide el comandante. Es más, ayúdenme a encontrar el hilo de esta pinche madeja”. El hombre trae instrucciones del propio presidente Ruiz Cortines.

Rudy paga todo

A partir de aquél momento una figura desgarbada se tornará familiar en el grupo de reporteros y policías. Se trata del tejano Luis Fenton Calvaruzo, el mismo de la agencia de viajes, vivamente interesado en los avances de la investigación. Se ofrece como guía de los reporteros y policías a centros nocturnos y lupanares de la “zona de tolerancia” y en todos ellos su firma es ley.
Tal conducta y el hecho de que el tal Rudy es pillado un día escuchando una conversación telefónica del jefe de la DFS, lo convertirá en un primer sospechoso. Su arresto se produce el 5 de marzo, dos semanas después de la desaparición de la los ancianos . No se le envía a la prisión municipal pues se trata de un caso “especialísimo”; queda incomunicado en el cuartel de la 27 Zona Miliar.

O sole mío

–¡Fue ese asqueroso Negro Ríos el que los “bateó”, por vidita de Dios –chilla el tejano Rudy , de 32 años, radicado en Acapulco– yo solo quería robarles sus joyas!
–¡Pinche mitotero de la chingada, tú lo planeaste todo y hasta una lancha me ofreciste si eran muchas la joyas –responde El Negro.

Dolorosa tragedia

¡Claro que sí participo, nomás que esos cabrones me digan donde aventaron los cuerpos! –responde Apolonio Castillo a los reporteros Enrique Díaz Clavel y Andrés Deko Saucedo, quienes le piden participar en la búsqueda de los cadáveres de la pareja inmolada. Apolonio Castillo, tritón acapulqueño es, a la sazón, jefe del Comando Submarino de la Octava Zona Naval.
–Nos vemos mañana a las diez en el Sirocco, conviene el tecpaneco y lanza esta advertencia: Y que conste, lo hago nada más para que los medios de todo el mundo dejen de estar chingando tanto a Acapulco.
Guiados en lancha aparte por los presuntos homicidas, Castillo y media docena de hombres rana inician la búsqueda de los cadáveres de los inmolados. Lo hacen en un área comprendida entre la Punta Bruja, la Ensenada de los Presos y la isla de la Yerbabuena, con profundidades de hasta sesenta metros. Las inmersiones se repiten por espacio de seis horas. ¡Y nada!
La tragedia sobrevendrá como a las a cinco y media de la tarde. Apolonio emerge bruscamente del fondo marino presentando los efectos de la descompresión. Es llevado inmediatamente la cámara hiperbárica de la empresa Aqua Mundo, la única en Acapulco, donde al sentirse mejor ordena ser llevado a su casa. Por la noche se siente mal y es llevado al hospital de la Octava Zona Naval. No hay nada que hacer. Muere las 2 de la mañana del 11 de marzo de 1957. El sepelio de Apolonio fue una manifestación de dolor popular como jamás se había visto en Acapulco. A falta de vehículos, mucha gente caminó hasta el panteón de Las Cruces (hoy, Rotonda de los personajes ilustres , en Tlacopanocha).

Los homicidas

Fenton y Ríos recibirán las penas máximas por el delito que cometieron aun sin los cuerpos del delito. Se les remitió al presidio de Las Islas Marías de donde, se dijo, el Negro Ríos habría logrado escalar “los muros de agua” (José Revueltas, dixit) recalando a su tierra, Atoyac de Álvarez.

Residencial Las Brisas

Paco Escudero, del apellido prócer , da cuenta en su libro Origen y Evolución del Turismo en Acapulco ( UAA- Ayuntamiento Acapulco) que Juan March, hispano , aventurero trotamundos, recala finalmente en Acapulco. Aquí se enamora de la vista maravillosa de la Bahía desde el cerro que baja por la carretera Escénica y que termina en la popular piedra Poma. Misma elevación que, sin más, compra a su paisano Manuel Suárez, dueño de medio Acapulco. Proyecta construir búngalos con piscina propia en lo que llamará Club Residencial Las Brisas.
Que la atrevida idea de ofrecer al turista vivienda con piscina en Acapulco, teniendo tan grande y hermosa bahía, le endilga a don Juan el sambenito de zafado. Pero hete aquí que cuando se inicia la temporada invernal 1957-1958, el “loco” no tendrá reposo recibiendo turistas. Llegará a convertirse el suyo en uno de los hoteles más exclusivos y caros del mundo.

Los precios

Para la temporada 1957-1958, la membresía del Club Residencial para dos personas, costaba cien pesos por 10 días, 250 por 30 días y mil pesos el año. El cuarto de hotel estándar doble, 150 pesos; con localización especial, 300 pesos y para lunamieleros con piscina 400 pesos. Bebidas: Coca 50 centavos, cerveza Superior, 1.50; Cánada Dry, 80 centavos, Bacardi, 7.20; Ginebra 13, Whiskey Ballantines, 60, Bourbon Old Trailor, 60. Champagne Mumm brut, 200 pesos. Cigarrillos domésticos, 2 pesos, y extranjeros, 4.
“Bara, bara” , como dicen en Tepito.

Diego en Acapulco

Conociendo la presencia en Acapulco del muralista Diego Rivera, enfrentando un cáncer letal, el alcalde Romero Lopetegui pide una audiencia con él y la consigue. Solo para ponerme a sus órdenes, maestro le dice, y pedirle que no tenga reparo en solicitarnos la ayuda que llegue a requerir. El pintor agradece y le muestra al visitante el avance de su obra en la casa de su amiga y mecenas Dolores Olmedo, en la calle Inalámbrica 6 del cerro de La Pinzona.
(Inalámbrica porque allí se instaló la primera antena para radiotelefonía sin hilos –torre de vigas de acero de más o menos cien metros de altura– destruída por un ciclón en 1938. Pinzona porque allí habitó doña Estéfana Pinzón, hija del general Eutimio Pinzón , de las fuerzas del general Morelos, y quien fue conocida simplemente como La Pinzona).
Otras visitas recibidas por Diego en la Casa del Viento, nombre que le da la inscripción Execatl Kali, fueron el general Lázaro Cáardenas, el criminalista Alfonso Cuarón, el actor Yul Brinner y el estadunidense Barney Hodes, abogado del presidente estadunidense Eisenhower.

El mural

El gran mural del frente de la residencia, dividido por la reja de entrada, son en realidad dos muros: el de la izquierda (12.70 metros de largo) y el de la derecha de más de 20 metros, con inscripciones que dicen Execaltl (Casa del viento), Tlalokan; en azul y paralelamente , Dolores Olmedo, Diego Rivera LVI. A la izquierda una gran serpiente Quetzalcoalt, cuya cola de plumas asciende como un remate florido, al lado el “sapo Rivera” ofrece su corazón encendido a la dueña de la casa. Está también un coyote Xolótl, hermano gemelo de Quetzalcoaltl. A la derecha el enorme Tláloc, acompañado de Coatlicue.
Tan solo en 1956, Diego pintó desde la Casa del Viento 25 puestas de sol, expuestas más tarde por Olmedo con el nombre de Colores en el mar, el cielo y la tierra.

Alejandra Frausto

La licenciado Alejandra Frausto Guerrero, directora de Cultura de la entidad, aconseja a su jefe, el gobernador Ángel Aguirre, la adquisición de la “ Casa del Viento” para crear en ella un museo que albergue la memoria cultural de Acapulco. La idea cuaja cuando el dueño del inmueble baja el precio de 6 millones de dólares a la mitad, o sea 3 millones de dólares. Entonces la propia licenciada Frausto propondrá una adquisición tripartita: gobierno del estado, gobierno federal y al propio Carlos Slim, quien ya encabezaba el “Consejo Consultivo para el Rescate del Acapulco Tradicional”. Todo se viene abajo, lamentablemente, con la salida del gobernador estatal a raíz de los sucesos de Iguala.
Hoy, sin embargo, las cosas pintan mejor que Rivera. Alejandra Frausto ha sido nombrada por el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador como secretaria de Cultura de su gabinete. Que bueno para ella, para la cultura del país y particularmente de Acapulco.