Adán Ramírez Serret
Marzo 29, 2019
En mi experiencia como lector, los libros siempre han sido un objeto fetichista en los cuales puedo sentir de manera tangible el peso del paso del tiempo. Siempre los he visto como un vestigio histórico. Desde aquellos que estaban en mi casa y los abría y descubría en ellos el paso de los años por el color amarillo de las páginas en unos; las fotografías, boletos de avión o postales olvidados en otros; hasta las notas al margen y dedicatorias.
También, los libros, los poemas, ensayos y novelas, pueden aspirar a ser mucho más que una mera historia, páginas en dónde se cuentan vidas, y transformarse en otra cosa. Buscar el infinito como Stephan Mallarmé, con su Juego de dados; un laberinto, con El jardín de los senderos que se bifurcan de Jorge Luis Borges, o un museo, como Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández. Los libros se parecen a sus creadores y aspiran a ser algo más.
Es precisamente, en mi opinión, una de las búsquedas, de las apuestas, de la más reciente novela El sistema del tacto de la brillante escritora Alejandra Costamagna (Santiago de Chile, 1970). Hacer un libro en dónde se pueda tocar el tiempo como en un álbum. Sobre Costamagna escribió el último hito de la literatura chilena, Roberto Bolaño: “Hay una generación de escritoras (chilenas) que promete comérselo todo. A la cabeza, claramente, se destacan dos. Están son Lina Meruane y Alejandra Costamagna”.
Se trata de una novela extraña que según se lee, invita cada vez más y más a un estado de ánimo melancólico; a una sensación de nostalgia, a aquella que se siente cuando se mira un viejo álbum de fotografías.
La historia va sobre una mujer a quien su padre le pide que vaya a Buenos Aires para que entierre a un tío que acaba de morir. Ella está en Santiago, sin un trabajo fijo, con una relación relajada, así que puede ir y hacer lo que le piden.
Mientras está en Buenos Aires, lejos de Santiago y de su vida, los días que espera el funeral de su tío, se interna en la vieja casa familiar, en donde hay manuales para inmigrantes italianos, fotografías de parientes y de su madre, apuntes, notas sobre mecanografía en los cuales se reflexiona sobre el carácter táctil de la máquina de escribir. Gracias a su naturaleza manual, nunca desaparecerá, leemos en los apuntes.
A partir de aquí, la novela se transforma en un constante ir y venir en el tiempo. Como ya he dicho, mirar el pasado, su infancia, los Andes gigantescos que dividen Chile de Argentina; los años en que era la chilenita en Buenos Aires. Su padre joven en las fotos con quien dialoga despierta o dormida, joven unas veces, anciano en otras; y con su madre, viva y locuaz en las fotografías, quien es la interlocutora principal aunque ya no esté.
Alejandra Costamagna vive en esta novela la literatura como un salto hacia adentro del ser humano. Como una exploración arqueológica en donde va descubriendo los vestigios de su memoria, las imágenes de sus recuerdos y las huellas de sus sentimientos como si fueran ruinas de otras culturas. Mirando el álbum genera otro manto de momentos, de pensamientos que se transformarán en un recuerdo contenido en un libro, un almanaque construido en palabras. Una novela como un álbum de fotografías.
Alejandra Costamagna, El sistema del tacto, Barcelona, Anagrama, 2018. 182 páginas.