Adán Ramírez Serret
Julio 23, 2021
Alejandra Maldonado (Ciudad de México, 1975) ha escrito un libro que es a la vez una provocación y una declaración de principios, Yoga y coca. Dos polos opuestos de ideologías, el new age y la fiesta desquiciada, que por supuesto, como todos los antagonistas, al final, se tocan.
Se trata de un conjunto de relatos que juegan con la autobiografía de manera un tanto paródica, en donde quien narra sólo parece cambiar su nombre, pero en todo lo demás es la misma persona que leemos en la primera de forros: una mujer a quien le gusta escribir pero vive de la publicidad, de ser creativa más bien para grandes cuentas de mercadotecnia.
Yoga y coca abre con unas primeras líneas divertidas y autocríticas, dice que tiene el gran defecto de que le gusten los hombres guapos, y que en eso consisten muchas de las desgracias de su vida.
Yoga y coca comienza por ser una descripción de sí misma, y a caballo entre la crónica y la autobiografía novelada, la narradora cuenta el inicio de sus relaciones sentimentales en una secundaria de clase media de provincia. Allí, se atrae con el “guapo” de la escuela. Se involucran en un anodino noviazgo que termina repentinamente por un fugaz y superfluo aburrimiento del joven. De esa experiencia la protagonista saca en claro que la belleza y la clase media es una combinación peligrosa y mediocre.
A partir de aquí, Blanca, la narradora, va desenvolviendo una serie de experiencias amorosas. Se transforma en un relato, entre melancólico y cínico, sobre el amor en la década de los noventa y la primera parte del 2000.
Blanca se encuentra en la playa, está con un grupo que la aburre un poco, no sabe qué hacer, si quedarse en el cuarto sin hacer nada, como la ha hecho los días anteriores, o salir a tomar una copa y ver cómo anda el panorama. Se inclina, claro, por la segunda opción. Conoce allí a un extranjero con quien primero intercambia unas palabras, luego unos tragos, después drogas y finalmente termina teniendo sexo con él a la orilla de la playa atiborrados de éxtasis. Pero las cosas en algún momento deben volver a la normalidad, por lo que recuerda que en poco tiempo debe tomar un avión de vuelta, pero antes, por supuesto, debe encontrar su ropa interior que debe estar en algún lugar entre la arena, el cofre o el interior del auto.
También la protagonista narra sus experiencias en el mundo de la publicidad, las fiestas y ligues que vive en ese entorno, en donde conoce a un argentino tan guapo, que la hace sentir terriblemente insegura, y que por lo tanto, se vuelve dominante con él, pues amigas y amigos gays y heterosexuales, se sentían atraídos por esa especie de Dorian Gray con quien todo mundo quiere tener una experiencia y que termina por volverla loca de celos.
También están los hipsters, claro, artistas con sangre extranjera que buscan el equilibrio estético de México y el mundo, que al estar tan inmersos en sí mismos, tienen poco tiempo e interés en el ligue.
Uno de los capítulos más potentes es el del novio que ella despreciaba, física y emocionalmente. Lo utiliza, haciéndolo ir de un lado de la ciudad a otro, tan sólo para que le lleve mariguana, y luego ella irse con otro, hasta que ella cae en una terrible racha de soledad y termina por necesitar al novio despreciado y las cosas toman otro giro.
Alejandra Maldonado, con Yoga y coca, construye un panorama de los diferentes perfiles que una mujer heterosexual de clase media puede conocer. Descubrimos un mundo esnob, confundido e hilarantemente real. Es un relato transparente y divertido, en donde hay desparpajo o autocrítica, según se quiera ver; soledad y fiesta descontrolada, que son las caras de una misma moneda. El ligue, como una forma de entender el mundo.
Alejandra Maldonado, Yoga y coca, Ciudad de México, Dharma Books, 2021. 154 páginas.