EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Algunas afinidades parecidas al morbo

Federico Vite

Agosto 10, 2021

 

(Primera de tres partes)

Danse macabre (Futura Books, London, 1982, 479 páginas) de Stephen King analiza el tratamiento del horror en los mass media: novela gráfica, música, cine y literatura. Obviamente toma la literatura como uno de los vehículos ideales para acceder a esta experiencia cuyo rango sensorial aborda desde la incomodidad hasta la muerte. Hace diversas reflexiones sobre el cine de culto, especialmente porque ve en los filmes de terror una proposición estética consumada. Una estética del horror estadunidense, debería precisarse.
King recurre también a muchos aspectos biográficos que están directamente relacionados con su proceso escritural. De esa manera muestra el eco (contagio/pasión) que un buen producto cultural produce. Aborda desde diversos ángulos el horror. Algunos tópicos son francamente jocosos, como las referencias a The Ramones o el siempre portentoso filme The day the Earth stood still (1951), de Robert Wise. Pero me quedo con la exposición de motivos, digamos, en los que King señala que Drácula (1897), de Bram Stoker; Frankenstein (1817), de Mary Shelly y Doctor Jekyll and Mr Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson, son las cumbres de la literatura de horror moderna. Habla de un género (o subgénero como dicen los académicos) que posee mucho público cautivo. Esa triada madre y esencial de la ficción de horror bordea secretos y revelan pulsiones que describen la fragilidad humana. Quizá sea esa la principal meta de la literatura, pero volvamos a King, quien nos dice que lo importante en esta empresa es justamente consumar una idea fascinante. Pone de ejemplo el hecho de que un científico forme, con los pedazos de varios cadáveres, un ser vivo como Frankenstein. Tanto Drácula, como Frankenstein, el Doctor Jekyll and Mr Hyde y The turn of the screw coinciden en un aspecto. Dice King: “Hay ciertas cosas en común (en estos cuatro libros). Todos abordan lo básico de una historia de terror: Es mejor no contar los secretos y hay cosas que es mejor no decir”.
Danse macabre posee la doble cualidad de ser entretenido y aleccionador; sirve para quien se quiere adentrar, como escritor o lector, al rubro de la ficción de horror.
King desmenuza con solvencia la obra del mítico John Carpenter y el legendario George Romero, por ejemplo; pero queda a deber acerca de The turn of the screw (1898), portento de Henry James que obviamente debe tomarse en cuenta en la literatura de horror.
King considera a Otra vuelta de tuerca una obra capital y refiere que “esta novela con su elegante y bien diseñada prosa, y su firme tejido lógico y psicológico ha tenido muy poca influencia en la tendencia mayoritaria del culto de masas estadunidense”. De hecho, le parece mucho más importante hablar, en términos de mass media, de Casper, the friendly gosht (nosotros los conocemos como Gasparín), que de The turn of the screw. Obviamente lo dice en un tono juguetón, porque a lo largo del ensayo Tales of tarot menciona a la novela de James como una muestra loable del oficio acendrado de un autor que aborda el tema de los fantasmas desde una perspectiva puramente literaria. Es decir, lo que subyace en las afirmaciones de King son los arrestos de James para hacer de una novela de fantasmas pura literatura. Literatura sin adjetivos, digamos.
Otro aspecto que no debe soslayarse es que en el caso de los fantasmas, King apunta que los espectros, y sus derivas, son como el río Mississippi de la literatura de horror. “Demasiado amplio como para agotarlo en una sola novela”, advierte. Esta aseveración nos lleva a pensar que los acercamientos realizados por algunos autores como Remedios Varo, Juan Rulfo, Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila, Emiliano González, Carlos Fuentes o Francisco Tario privilegian a los fantasmas, los convierten en un tópico de mucha plasticidad. También sugiere, y me parece una buena punta de lanza para estos artículos, que hay pocas novelas de fantasmas bien hechas. ¿Por qué pasa esto si México es un país repleto de fantasmas? Tal vez deba pensarse nuevamente en los ingleses. Ellos hablan de fantasmas sin menosprecio genérico; arropan esa fuente temática, la fomentan. ¿Por qué la literatura mexicana ignora a los fantasmas? Yo temo que todo es cosa de las etiquetas académicas.
A las historias de fantasmas se les considera literatura baladí o mero entretenimiento. Como si ese hecho, el entretenimiento, no estuviera relacionado con el remanso de un lector, con el placer de bordear lo fantástico, con la experimentación del miedo suministrado en altas o en bajas dosis. Ergo: concedemos a King la aseveración sobre los fantasmas: Pocas veces aparecen bien desarrollados en una novela. También debe tomarse con seriedad las siguientes aseveraciones del autor de Misery: “Todos los cuentos de horror pueden ser divididos en dos grupos: esos en los cuales el horror resulta de un acto libre y consciente –una consciente decisión para hacer el mal– y esos en los cuales el horror está predestinado, viniendo desde fuera como un relámpago”. Bajo esa tesis, las historias de fantasmas son, en cierta forma, una prueba de fuego para un cuentista y una graduación para un novelista.
King considera que la mejor novela sobre fantasmas (apelando siempre al culto de los mass media) es Gosht story (1979), de Peter Straub. Transcribo una entrevista que King le hizo a Straub: “Gosht story empezó como el resultado de haber leído toda la ficción sobrenatural americana que pude encontrar. Releí a Hawthorne y a James, y fui por todo lo de Lovecraft y un montón de libros para este asunto. Yo quería encontrar mi tradición. También leí a Bierce, las historias de fantasmas de Edith Wharton y un montón de europeos. La primera cosa que pensé de esto fue que muchos viejos se contaban historias entre sí, unos a otros, entonces, supuse que podría pensar en algún dispositivo que pudiera vincular todas las historias”.
Straub, como él define, canibaliza viejas tramas y anécdotas. Narra, con un punto de vista singular, aspectos de The turn of the screw, también de The fall of the house of Usher (El hundimiento de la casa Usher), de Edgar Allan Poe, y otros tantos clásicos del terror mediante un recurso harto conocido: la reunión de los personajes en torno al fuego de una chimenea. Straub orquesta, con diversos registros del miedo, múltiples reverberaciones funestas. Crea un puente entre lo nuevo y la vieja guardia. Urde con visos de metaficción el caldo de cultivo de toda una época.