Silvestre Pacheco León
Enero 20, 2025
Uno de los temas en los que no por la falta de insistencia en las conferencias mañaneras desaparece, es el de la salud. La mayoría de los más de 20 millones de trabajadores que cotizan en el Imss siguen insatisfechos con los servicios que presta la más importante institución pública de seguridad social en México.
Recuerdo que como obrero, hace ya la friolera de 50 años, entre los trabajadores ya había una opinión negativa de la calidad de sus servicios, y aunque carecíamos de información suficiente para opinar con autoridad sobre esa situación en nuestras condiciones de oposición al sindicato charro que no hacía nada para remediarlo, la experiencia de todos no alimentaba ninguna opinión favorable para su defensa.
Todos veíamos como una pérdida de tiempo tramitar una cita médica y era verdaderamente tortuoso el tiempo para gestionar una incapacidad. Nadie quedaba satisfecho con el trato, aunque con el tiempo, llegado a una edad madura, cualquier trámite, por tardado que sea, vale la pena si este es gratuito y se trata del cuidado de la salud.
De joven solo una vez acudí a mi clínica de Coyoacán, de urgencia por una fractura, solo el pago descontado de mi salario era permanente.
Recuerdo que una de mis tías era víctima de bromas entre la familia porque dedicaba demasiado tiempo en la clínica, como si a eso solamente dedicara su vida.
Sin embargo no había duda de que en esa institución de salud, dirigida la mayoría del tiempo por personajes de la política, estaba lo mejor del personal médico, pues no faltaba nunca un mexicano que no supiera que el mismo especialista que atendía en el Seguro Social era el que lo recibía en la medicina privada, a veces como empleado de algún consultorio particular o como dueño de alguna clínica.
Pero como la elección del servicio de salud no depende tanto de nuestras preferencias sino de la solvencia económica de cada quien, la mayoría de quienes necesitan asistencia médica y carecen de recursos se deben atener a lo que el Imss pueda dar.
Eso lo supo el presidente López Obrador cuando bajo los principios de atender primera a los pobres reconocío los defectos de ese servicio público calificándolo de que era “un desastre”, comparando que “si la educación es mala, la salud es peor y la gente se está muriendo por falta de atención médica”, aseguraba.
El propósito de su gobierno fue mejorar la atención médica y dotar de medicamentos gratuitos para todos y aunque repitió la costumbre de poner al frente del Imss a alguien ajeno a la profesión médica, nombrando a un politólogo, creímos que Zohé Robledo tenía el empuje y estaba comprometido con el encargo que ahora repite con Claudia Sheimbaun, sin que veamos cumplirse en todos los niveles la reforma por la que trabajó.
Para fundamentar este punto de vista creo que no necesito más referencia que hablar sobre mi propia situación y experiencia como pensionado del Imss a una edad en la que dedico más atención al cuidado de mi salud, coincidiendo con la iniciativa del gobierno de la 4T.
Meticuloso en mi caso, me ocupé de llevar un diario pormenorizado de lo que ocurría en torno al tema de la salud desde que inició la pandemia del Covid-19.
Todos los cambios y lastres de esa epidemia que nos mantuvo enclaustrados por más del tiempo que calculamos aguantar, y que no obstante nos contaminó en más de una ocasión, ya la he contado reconociendo la dedicación y el heroísmo de la mayoría de los trabajadores de la salud, sobre todo de las abnegadas enfermeras atendiendo a los pacientes a riesgo de su propia vida.
Después de esa experiencia epidemiológica viví el problema de la vista conocido como cataratas y quise probar si era posible que la cirugía me la practicaran en el Imss al tiempo que buscaba alguna campaña gratuita en la que me pudiera incluir tratando de evitar el pago de privado de esa cirugía que no es nada barata.
Casi al año de haber iniciado los trámites y cumplido el protocolo para ser intervenido en el hospital especializado del Imss en su clínica de Llano Largo, en el puerto de Acapulco, se suspendió la actividad en dicho centro hospitalario por la lluvia de un huracán que lo inundó. Entonces, aprovechando mi cambio temporal de residencia emigré de Zihuatanejo al estado de Morelos, en cuyo cambio me sorprendió la rapidez con la que el Imss atiende el cambio de adscripción para recibir el servicio médico.
Contento pensando que en la capital morelense disfrutaría de un mejor servicio por su cercanía con la Cdmx en ese edificio tan alto que sobre sale en todo el valle de Cuernavaca, noté que la diferecia más notable era en el número de derechoabientes, decenas de veces mayor que en Zihuatanejo donde para unos exámenes de laboratorio no se tardaba más de una hora, pero allá eran once filas en vez de dos, con un ejército de ayudantes en un laberinto de consultorios que requería de orientación para no perderse.
Ya en aquella ciudad destiné parte de mi tiempo en atenderme del padecimiento de mi próstata, un mal que a pesar de afectar a miles de hombres, sus datos sobre la ineficacia del tratamiento no aparecen en los reportes epidemiológicos y se mantienen en la opacidad los protocolos en el Imss dedicados a su tratamiento con gastos que pueden ser mayúsculos sin llegar a la cirugía que parece ser la acción más eficaz de solución definitiva.
Los pacientes desorganizados a pesar de su número y lo letal que puede ser su mal, son mal atendidos y mejor ignorados por la medicina y los profesionales que se encargan de su atención.
En mis apuntes del padecimiento veo que el más viejo antecedente tramitando mi operación fue en el año 2009 en Chilpancingo de donde un día me mandaron al puerto de Acapulco para operarme, pero por desacuerdo entre los dos cirujanos disponibles para esa cirugía la operación se pospuso, derivando la suspensión por otro largo periódo con el mismo tratamiento de finasteride al que después se agregó tamsulocina.
Pasaron otros cinco años desde entonces hasta que encontrándome en Cuernavaca reanudé los trámites para mi operación convertido en víctima de un burocratismo atroz que me venció a pesar de mi paciencia y determinación en disfrutar los cambios que en esa materia se proponía el gobierno de López Obrador.
Un día que me encontraba en la clínica aproveché una supervisión médica para hablar con el jefe quien quiso ayudarme subvirtiendo el orden del protocolo que dicta primero cumplir con los análisis clínicos para determinar ausencia de riesgos certificados por un internista.
Cuando me autorizaron el pase con el especialista lo hicieron por la vía de los servicios subrogados para ahorrarme el trámite para acceder al profesional del Imss, dando la casualidad de que fuera el mismo médico de esa institución el que me atendió en la clínica privada.
Ya se acercaba el fin de año del 2023 cuando esperando llegar al nuevo año sin próstata supe que la operación no se podría realizar en el Imss porque carecía del equipo requerido y el servicio era también subrogado, con el agravante de que para entonces el presupuesto de la clínica ya se había ejercido, lo cual significaba que debería esperarme para el año 2024, despues de la aprobación del nuevo presupuesto y con la salvedad de que para entonces debería hacerme nuevos exámenes clínicos debido a que la vigencia de esos resultados es de tres meses.
Así llegamos al 2024, año en el que para mí era bastante tiempo de aguantar las consecuencias del crecimiento desmedido de un órgano que parece no tener otra función que la de averiar el funcionamiento de la uretra por donde se libera la orina.
Por esas razones tuve que voltear a la medicina privada en aquella misma ciudad, y confiando en uno de tantos médicos dedicados a esa especialidad me operé y he vuelto a un estado de salud que para muchos de mi edad es envidiable.
(hace uno días, en los primeros del presente año,entregue mi credencial del Insen a un guardia de seguridad quien me la devolvió con un comentario que quiso ser halago, me dijo, “lo felicito porque para su edad usted se ve muy maduro”, y se lo agradecí con una sonrisa desde el caballo de carreras que montaba, sin saber exáctamente lo que me quiso decir).Con esta experiencia quiero confirmar que el problema más notable del Imss es la lentitud de la atención médica que así se vuelve ineficiente y cara en la atención de las enfermedades crónicas.
Si bien la atención del personal en el primer contacto ha mejorado, la atención de los especialistas es pésima y la supervisión no se nota porque los directores siguen enclaustrados dentro de sus oficinas mientras la corrupción campea fuera de ellas afectando la calidad del servicio.
Hace falta una limpieza a fondo en las clínicas para quitar a tantos simuladores que alejan el derecho a la salud de los mexicanos. Con el servicio actual la gente se sigue muriendo prematuramente con un costa muy alto para la economía del país.