EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Algunas notas sobre buceo arquitectónico

Federico Vite

Agosto 28, 2018

Pensando en Historia de las dos ciudades puse sobre la mesa un par de ejemplos que definen ciertas rutas de la novelística del siglo XX, libros que no abandonan su pasión dickensoniana: Una mujer difícil (A widow for one year) y Submundo (Underworld). Así que las leí pensando en las novelas del siglo XIX, esos textos que se publicaban por entregas en los periódicos y que reunían en cientos de páginas un sinfín de aventuras, intriga y sobre todo suspenso. Ese género, el molde Charles Dickens, fue saludable al cuidado de Balzac, coqueto y rebelde al amparo de Víctor Hugo, juguetón y avieso a la sombra de Dumas y profundamente expresivo con Dickens. Con eso en mente, pienso que tal vez la novela más conocida de John Irving sea El mundo según Garp (The world according to Garp, E. P. Dutton, USA, 1978, 609 páginas), pero el libro que tomo como ejemplo es A widow for one year (Penguin Random House, USA, 1998, 537 páginas), documento que asombra por su pulido y su encerado. Es decir, me refiero al buen acabado estilístico y el gran oficio de Irving, un diletante de la intensidad torrencial dickensiana.
Esta novela se ciñe a la vida de Ruth Cole, quien nació en un momento inoportuno, al morir sus dos hermanos (Thomas y Timothy) en un accidente automovilístico. Ella fue planeada para sustituir a los otros, pero terminó hundiendo el matrimonio entre Ted y Marion. Ambos son escritores; él con cierto prestigio y ella con poco éxito (el autor mide el éxito de estos personajes con los reflectores que el mundo pone sobre sus publicaciones, por los viajes de promoción y las ferias de libros, las traducciones y las entrevistas, pero en especial por los fervientes lectores que literalmente quieren todo de los escritores). Marion sobrelleva su existencia con las proezas eróticas de Eddie, un joven de 16 años que contrató Ted como ayudante, y Ted sigue la ruta marcada por sus lectoras. Marion abandona el hogar y Ruth queda al cuidado de su padre.
Después de un salto temporal, el lector viaja a 1990 en Amsterdam, donde Ruth, una autora de éxito pero con una vida sentimental inmunda, investiga el mundo de la prostitución para incorporar esos datos a su novela, un libro en el que los aparadores son un reflejo de la propia Ruth, quien atestigua el asesinato de una prostituta del barrio chino y se suma a una organización que lucha por los derechos de las prostitutas. A la par vemos a Eddie, quien escribe y vive para las mujeres maduras. Su diosa es Marion, quien reside en Canadá y escribe novelas policiacas bajo seudónimo. El padre se suicida y Ruth se casa con su editor, Allan, a quien no ama, pero tienen un hijo: Graham. En este punto hay un nuevo salto temporal. En 1995 Ruth enviuda y vuelve a contraer nupcias con Harry, un policía de Amsterdam. Marion regresa a la vida de Ruth y cierra el ciclo con Eddie. La novela comienza en 1958 y termina en 1995. Se trata de una estructura lineal que sigue un orden cronológico. La importancia real de libro son los personajes, lo que hacen, lo que piensan y anhelan, pero sobre todo, la manera en la que ven el mundo y las modificaciones a esa visión. Es decir, tratamos de saber por qué son como son.
Estos moldes de novela, decimonónicos, permiten atender la creación de un novelista en su máximo esplendor. Irving exhibe su maestría en los planos de la novela, en las historias entre historias, las digresiones, los diálogos, las elipsis, en los cambios de voz narrativa, en la multiplicidad de perspectivas y en los diversos tonos del relato, eso le permitió al autor lograr su buceo por la sique de Ruth, porque ella es el pretexto para hablar del mundo literario y sus clichés, sus vicios y sus excesos. Ruth es un iceberg y el autor logra mostrarnos esa pieza ejemplar de hielo en su totalidad. ¿Qué pasaría si tomamos las mismas herramientas usadas por Irving para retratar el estado anímico de un país?
Underworld, Charles Scribner’s Sons, USA, 1997, 827 páginas, de Don DeLillo, posee un nuevo molde estructural; organiza el relato, un caudal de casi 900 cuartillas, quebrando la cronología de los acontecimientos, la voces narrativas saltan en el tiempo y regresan para mostrarnos hechos aparentemente disociados, sueltos, aunque hay un hilo conductor que lleva hasta las últimas consecuencias la viga maestra del libro, se trata de la búsqueda de la paz y la resolución de un enigma. Todo ello permeado por el sentimiento creciente de inseguridad (la paz y la inseguridad vistos como fluidos de una urbe). Los saltos temporales contraponen los estados de ánimo de las décadas (50, 60, 70, 80, 90) que se tornan cada vez más y más sombrías. DeLillo programa esas prolepsis y analepsis (a la par del racconto) para revelar pistas de su relato primordial, los errores y tragedias en la vida de Nick Shay, un ejecutivo que intenta saber qué pasó con su padre. Salió a comprar cigarros y despareció. El padre frecuentaba las apuestas y los placeres del bajo mundo (justamente una acepción de la palabra underworld).
La novela reúne a 15 personajes principales que van y vienen en la trama, se espejean con otros personajes (el comediante Lenny Bruce y J. Edgar Hoover, director del FBI, Jackie Gleason y Frank Sinatra), habitan una urbe con altos índices de violencia. En suma, el subsuelo del texto es el armamento nuclear, los residuos tóxicos y la Guerra Fría; es decir, presenciamos la degradación de la vida y la creciente sensación de inseguridad, por el terrorismo y por la delincuencia organizada, culmina con el encarcelamiento de Nick en una época que sustituye a la religión por la paranoia, donde los jóvenes se visten como terroristas, con bombas falsas en el pecho.
El rango temporal del libro abarca desde 1951 hasta 1990. En ese lapso el lector conoce a Nick desde diversos ángulos, algunos están relacionados con la angustia, con la guerra y otros con la prisión, también están en juego recuerdos amables, deportes, mujeres y alegrías fútiles. Digamos que Underworld abreva del efluvio de la vida moderna; de los detritus políticos y sociales de la segunda mitad del siglo XX.
En libros extensos, el autor no puede guardarse ases bajo la manga, debe darlo todo, presumir el músculo y exponer, sin abusos (aunque parece broma decirlo con libros de más de 500 páginas), la pericia narrativa, anudar líneas temporales, planos narrativos y sugerir la estructura cerrada de un monstruo, agotar pues la experiencia creativa sin recurrir a la muerte del protagonista.
En este tipo de novelas el autor enfatiza la hondura sicológica, la descripción afilada y la tenacidad narrativa; pero sobre todo: la creación del suspenso. Es decir, ¿qué pasa después? (Por ejemplo, ¿de qué vive alguien que escribe novelas de más de 500 páginas? ¿Podrá publicarlas en México? ¿Quién va a leerlas?).
¿De qué recursos se valen los autores para hacer esto, catedrales del jazz, como Don DeLillo, o viudas perfectas, como John Irving? No hay recetas, es la muestra total del oficio. El autor desarrolla con fortuna el pulso naciente de esa visión del mundo que recrea o fracasa en el intento. Así de simple. Dicho de otro modo, su Frankenstein vive o es mero amasijo de intenciones, zurcidas todas por un zapatero.
En conclusión, esas novelas son rutas de buceo, una verticalmente (Ruth) y otra de manera horizontal (Nick). Descubro dos arquitecturas de novela: crear un castillo (Ruth) o edificar la abadía (Nick).