EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Algunos pendientes para 2024

Jesús Mendoza Zaragoza

Enero 02, 2024

Aunque el comienzo del año corresponde a un ciclo convencional en Occidente, ya que existen también los ciclos del año chino y del año árabe entre otros, ha servido para la medición del tiempo y como referente para actividades económicas y sociales. Esta referencia ha servido en nuestro país para hacer evaluaciones y propósitos que pueden ayudar a hacer comparativos y a mirar hacia el futuro.
Quiero, en esta ocasión, mediante una mirada retrospectiva, sugerir algunos pendientes que deberían ocuparnos durante el año que comienza en estos días. Hay situaciones que causan honda preocupación en el país, que merecen toda la atención de todos para ir resolviéndolas paulatinamente.
La primera situación es más local y tiene que ver con la reconstrucción de las ciudades de Acapulco y de Coyuca de Benítez, que fueron destrozadas por el huracán Otis en octubre pasado. Si reconstruir no es sólo reponer las construcciones que fueron derribadas para que todo siga igual que antes, entonces hay que analizar, imaginar y proyectar una reconstrucción que considere las fragilidades de la ciudad, de sus viviendas, de los servicios y de los espacios públicos y que, por otra parte, responda a una filosofía de la vida que necesitamos promover para que Acapulco tenga el futuro que deseamos y que beneficie a todos los acapulqueños y al país. Esto significa que la reconstrucción tendría que irse proyectando de manera democrática, con la participación de todos y no sólo de las élites económicas y políticas que han sido, en el pasado, quienes le han dado forma a este Acapulco destrozado que ahora estamos viendo en el escenario.
La segunda situación que tiene preocupado a todo el país es la de inseguridad y violencias crecientes. Llevamos ya dos décadas, desde el sexenio de Vicente Fox, con el alza continua de las violencias que agobian a las familias, a las comunidades y, sobre todo, a las ciudades. Son escasas las regiones del país que no han sufrido crisis en este sentido. Y parece que la violencia, esa que llega aparejada con el narcotráfico y con tantas formas de delincuencia organizada, cuando llega, lo hace para quedarse indefinidamente. Acapulco vivió una crisis de terror allá por el año 2011, cuando las fuerzas federales llegaron a esta ciudad, cuando iba en declive económico por la violencia y, hasta ahora, no ha disminuido significativamente. Si bien, desde entonces ningún gobierno ha tomado en serio la participación de la sociedad para diseñar procesos de acceso a una mayor seguridad pública en colaboración con los cuerpos de seguridad militares y policiacos. De hecho, la seguridad pública es lo mínimo que podemos desear.
Si bien las violencias de la delincuencia organizada son las que han tenido el mayor impacto social, hay muchas otras violencias que están diseminadas en la sociedad. En estos términos, la sociedad misma ha de ser corresponsable en los esfuerzos que se hacen para desterrar las violencias. Y, por otra parte, hay que considerar que la delincuencia está enquistada en el interior de la sociedad misma, por lo que no podrá ser desterrada sin la participación de la sociedad civil. ¡Cuánto puede hacerse desde las escuelas, las universidades, las empresas, las iglesias, las comunidades indígenas, las organizaciones sociales y las comunidades del campo y de la ciudad!
Hay que agregar que no sólo aspiramos a la seguridad pública sino a la seguridad ciudadana que establece condiciones sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales que garantizan todos los derechos humanos para todos. Para esto, hay que abrir el horizonte en la mente de las personas y de los pueblos, para que estas aspiraciones se hagan posibles. Y que los gobiernos y los ciudadanos caminemos juntos en el sentido de una colaboración orientada hacia el bien común.
Una tercera situación que debiera estar en primer plano en este año que estamos comenzando es el cuidado del medio ambiente. Este cuidado tiene expresiones “micros”, como aquéllas que pueden desarrollarse por personas, por localidades o por instituciones, y expresiones “macros”, como aquéllas que tienen que ser desarrolladas por las élites económicas, financieras y políticas. Ambas son necesarias en este momento en el que la furia del calentamiento se está manifestando. Hay quienes señalan que el huracán Otis ha sido efecto del calentamiento desmesurado de los océanos, ante el cual no estamos haciendo aún nada. Estos efectos se van a ir normalizando en la medida en que continuemos devastando el medio ambiente en lo micro y en lo macro.
El papa Francisco, en su última exhortación Apostólica Laudate Deum (Alaben a Dios), sobre la crisis climática habla del “paradigma tecnocrático” como una ideología que sostiene que el poder de la tecnociencia aplicado a la vida económica y social conduce al progreso y al estadio final de la evolución humana. Sucede que, en la práctica, la técnica en lugar de manejarse como un instrumento que favorezca el desarrollo humano, se ha convertido en un fin en sí mismo que se vuelve contra la propia humanidad. Esa tecnificación surge porque la naturaleza (y el propio ser humano) pasa a ser vista como una materia informe para que el hombre la transforme a su antojo mediante un poder técnico sin límite alguno.
Es necesario caer en la cuenta de que la humanidad es parte de la naturaleza misma y que requiere mirarse a sí misma en una “relación fraterna” y horizontal con el conjunto de todas las cosas creadas. Por eso, mientras unos miran la naturaleza como un “recurso” que puede ser mercantilizado, otros la miran como “casa común” que hay que cuidar y custodiar.
En el ámbito “micro”, la población tiene que ir gestionando procesos modestos pero significativos. Cuando el Otis deforestó con sus impetuosos vientos los municipios de Acapulco y de Coyuca de Benítez, como nos vendría bien un esfuerzo colectivo de reforestación acompañada de un proceso educativo y técnico. Podemos encontrar otras formas de tratamiento de los desechos sólidos, del manejo del agua y de la energía eléctrica y otras cosas más. Pero, sobre todo, la filosofía del cuidado de todos y de todo.
Estos tres temas, la reconstrucción de ciudades, la participación de la sociedad en la seguridad ciudadana y el cuidado del medio ambiente, son temas pendientes que requieren la atención de todos, de los gobiernos y de los ciudadanos. Para que estos tengan mejores resultados se requiere mejorar nuestros procesos de democratización que no se identifican sólo con la elección de nuevos gobernantes, sino que requieren actitudes y procesos de participación, de colaboración y de solidaridad, más allá de los conflictos que suceden en el camino. Este 2024 puede ser una oportunidad abierta para asumir estos pendientes.