EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Algunos rasgos definidos

Federico Vite

Abril 18, 2017

Perteneció a la generación que agrandó el campo literario en los años 60, esos chicos que expandieron los márgenes estéticos en Estados Unidos de Norteamérica. Autores que fueron trastocados por la Guerra de Vietnam y crecieron a la par de las protestas políticas. Así que cuando llegó el posmodernismo, un canon repentino, el buen E.L. Doctorow tuvo grandes aciertos.
Noto que su obra comulga con el clasicismo, un cuento, por ejemplo, como El escritor de la familia, está muy lejos de la innovación temática y estilística de Glosas de las canciones de Billy Bathgate; aparte de estos textos, aprendo técnicamente algunos trucos con la polifónica muestra de un narrador que escribió Vida de poetas. Pero temo que se debe tener muy claro el espectro narrativo que uno intenta transgredir, como Doctorow, para reescribir un clásico como Wakefield.
A esos cuentos, los del aprendizaje con la relectura, agregó Integración, Una casa en la llanura y La legion extranjera. La edición que Malpaso (Barcelona, 2015, 457 páginas) hizo de los Cuentos completos, de E.L. Doctorow, es un muestrario de cualidades; no sólo por recopilar la obra de un gran narrador sino porque logra que diversos traductores entreguen al lector hispanoamericano 18 piezas, importantes y significativas, que permiten apreciar los diversos tonos y alcances de alguien que piensa en la narrativa “como algo que me ha llevado más y más lejos, de modo que la ocasión misma se agota, llega a no ser más que una señal distante y débil de la emisora central e incluso ésta puede que se esté disipando”.
La mayoría de la obra traducida al castellano, para la editorial Malpaso, es de Carlos Milla Soler e Isabel Ferrer Marrades; también participan Jesús Pardo de Santayana y Gabriela Bustelo, españoles radicados en diversas partes el mundo. El Doctorow de esas páginas se percibe como alguien en constante reinvención; pero básicamente consuma ese objetivo, de reescribir y reinventarse, observando la convulsa sociedad de Estados Unidos, tan aparentemente normal que asombra y conmueve.
Su territorio literario atraviesa sociedad e historia, una geografía plagada de furias; la Guerra de Secesión, los años 20 de siglo pasado, el apogeo del gangsterismo y la Guerra Fría. Los cuentos marcan las rutas estéticas y temáticas. Se nota con claridad el contexto que el narrador creó para esos cuentos, para mantener el equilibrio entre el tema y la estética que trabaja el autor.
El eje que marca una ruptura tanto temática como estilística es Jolene: una vida, se trata de una historia completamente estadunidense. Habla de una mujer que cambia constantemente de ciudad y de parejas, pero no sabe que su elección está signada por la impecable destreza para autosabotearse (destaco la eficacia narrativa del autor para mostrarnos toda una vida en pocas páginas; una vida que ayuda a comprender estados anímicos y motivos vitales de un gran sector de la población estadunidense).
Bebé Wilson es una historia de amor que nace de un acto irracional. Una pareja deambula por el país después de que la muchacha se roba a un niño y él acepta ese hecho como algo que no es tan grave. Un hecho amoroso.
Pero Una casa en la llanura cuenta cómo se organiza perfectamente una madre para causar daño, hacer el mal sin el menor asomo de culpa. Un texto perfecto. Redondo. Aparte de quitar el aura a la imagen de la mujer, Doctorow recrea todo un sistema diseñado para el hurto y la propagación del engaño, quizá el único recurso inagotable en los humanos.
Walter John Harmon es un texto sobre el mundo de las sectas y es narrado por un oficiante de esa fe, convencido de que sus actos están encaminados por buenos guías, por lo bueno; pero finalmente, el espectáculo de la fe terminará destruyendo la secta. Y la descripción de esa orfandad, el desamparo espiritual, es lo que debe tomarse como el motor de un cuento que se ciñe al humor negro de quien sabe que ya todo está perdido.
Me llama profundamente la atención que Doctorow reescriba Wakefield. Se propone algo que parece un hecho absurdo: replantear la vigencia de los parias del universo. Aparte de eso, pone a prueba la trama de Nathaniel Hawthorne; pero en especial, dice Doctorow, se trataba de comprobar que los actos del protagonista de este cuento, uno de los favoritos de Borges, no sólo sumaban acciones sino que funcionaron como un sistema de causalidades que no es fácil de comprender, ni de analizar, si seguimos pensando en el cuento como un organismo vivo que se define de manera súbita. Hay que pensar los cuentos, la trama de ellos.
Debo agregar, a lo dicho, una frase del Wakefield reescrito; sobre todo, porque renueva el discurso de Hawthorne. “Cuando uno está cansado, después de una larga jornada e intenta llegar a casa, se produce en la mente una especie de efecto Doppler y piensa que estas circunstancias inconexas son la trayectoria de una civilización en franco declive”. Con esta premisa, Doctorow está más cerca de replantear el misterio de Kaspar Hauser que de reescribir el cuento de Hawthorne publicado en 1837. Y con esa premisa nos invita a pensar en la concepción de los cuentos como un compendio de hechos perfectamente definidos que muestran la violencia que caracteriza el espíritu de nuestro tiempo.
Ser sugerente no basta, no alcanza a explicar el deslumbramiento en la obra cuentística de Doctorow. Tal vez toda la escritura de este hombre (eso incluye novelas como El libro de Daniel, Ragtime o La gran marcha) está signada por la exploración del error trágico, por ver con precisión dónde, cómo y por qué fracasamos. Que tengan un amoroso martes.