EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Alia Trabuco Zerán y las purgas sociales

Adán Ramírez Serret

Julio 07, 2023

Me gusta pensar que ese día llovió, que esos días el agua cayó sobre la ciudad. O, más bien que, por una magia intrínseca, por un karma poético, siempre caían terribles aguaceros el día en que mi abuela, directora de teatro, estrenaba una obra.
Las tardes lluviosas en Oaxaca eran mágicas y poéticas porque las calles se transformaban cuando no explotaba la luz sobre ellas y en cambio un cielo encapotado cubría la ciudad. En una especie de ensoñación, un mundo aparte que hacía posible pensar otros mundos.
Lo cierto es que en Oaxaca nunca hay oscuridad, más bien, cuando se nubla el cielo va de la luz amarilla y cegadora, a un azul profundo que trasmina su color a los edificios y calles de la ciudad.
El asunto es que una de esas noches lluviosas en las cuales mi abuela estrenaba una obra de teatro asistí, entre el final de la infancia y el principio de la adolescencia, a una representación teatral que cambió mi existencia. Se trataba de Las criadas de Jean Genet.
Me recuerdo escuchando entre el público con la boca abierta. Atendía los parlamentos más directos que jamás hubiera escuchado. Pertenecían a aquel terreno de lo siempre pensado y nunca dicho.
¿Quién no se he hecho este tipo de preguntas? ¿Por qué alguien que no es de nuestra familia lava nuestros calzones? ¿Qué piensa de nosotros? Sabe todos nuestros secretos. ¿Nos quiere? ¿Nos odia? ¿Quién no se siente culpable y prefiere hablar de otra cosa?
La representación escénica que hacía mi abuela evidenciaba aún más profundamente el relieve, pues las dos personajes mujeres de la obra de Jean Genet, eran encarnadas por dos actores varones.
El travestismo le daba una dimensión más profunda a ese acto normal, en nuestra democrática sociedad, en la que alguien limpie nuestros pisos, lave nuestros baños y haga nuestras camas.
Claro, ahora todo mundo dirá que es un trabajo tan digno como ninguno (incuestionable si dijeran la verdad); todo eso si no han visto Las criadas de Jean Genet o leído Limpia de Alia Trabucco Zerán (Santiago de Chile, 1983).
La escritora chilena pone el dedo sobre la llaga a la vez que escribe una hermosa novela sobre una mujer que narra en primera persona su experiencia como trabajadora doméstica.
Estela cuenta su historia en primera persona ante un jurado. Ella lo adivina detrás de un cristal reflejante; narra su experiencia, la forma cómo es contratada por personas blancas y adineradas sobre todo porque no le mantiene la mirada a la Señora.
Limpia es una novela en donde TODO es importante. La mirada huidiza es ideal para invisibilizar. Les puede ver desnudos, teniendo sexo o maltratando a su hija y da igual. Porque, como evidencia Octavio Paz en El laberinto de la soledad, una “criada”, el término es por demás terrible, no es nadie.
Alia Trabucco descubre, desvela, las violencias de esta sociedad, y escribe: “Pero la cara, no se equivoquen, nunca dice la verdad. Una cara finge, miente, simula, oculta. Así que sus marcas son las marcas de las mentiras más frecuentes, de las sonrisas por cortesía, de las incontables horas de mal sueño”.
Limpia es una novela esencial, fundamental; escrita desde un presente que normaliza un clasismo y racismo que nos hará en pocos años, hundir nuestros cuellos como tortugas. Entoncesseremos justos y limpios. Libres de toda explotación.

Alia Trabucco Zerán, Limpia, Ciudad de México, Lumen, 2023. 225 páginas.