En los últimos días, varias encuestas de opinión publicadas por los principales medios del Reino Unido, en particular por el periódico The Guardian, han mostrado un avance de las intenciones de voto a favor de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE). Según éstas, si las elecciones fuesen hoy, 53% de los británicos votarían a favor de romper con el continente. A pesar que la mayoría de estas encuestas han sido levantadas por internet, lo cual disminuye la confiabilidad de sus resultados, esta tendencia ha provocado un aumento de la tensión en los mercados internacionales.
Y Londres vive en buena medida del sector financiero, en particular de la actividad bancaria, la cual interactúa diariamente con los principales mercados europeos. Si la plaza financiera de Londres sale de la UE, una buena parte de los bancos que han instalado sus sedes en la City londinense tendrán que mudarlas a un país miembro de esta Unión. Y si bien los actores claves de este sector ya han anticipado – al menos en parte– este hecho, queda claro que si los votantes se decantan por el Sí en el llamado “Brexit” habrá consecuencias importantes para la economía como para la sociedad tanto del Reino Unido, como para el proyecto político de la UE como un todo.
El proyecto político de la UE tiene como objetivo aumentar, de manera progresiva pero consistente, el nivel de integración de los 28 países que la componen. Es por eso que, hasta la firma del tratado de Lisboa, en 2009, no existía en los tratados europeos una cláusula de salida de un país miembro. Implícitamente, el objetivo de los fundadores de este “Objeto Político No Identificado” como lo fueron Jean Monnet, Alcido de Gasperi, Paul-Henri Spaak o Konrad Adenauer, era evitar justamente la dislocación de este ente sui generis. Sin embargo, la conjunción de la crisis económica, a partir de 2007-2008, y una fuerte crisis del proyecto político europeo, ha cambiado los paradigmas de este proceso de integración. Hoy pocos son los líderes políticos europeos que defienden en la práctica el aumento del carácter supranacional de la UE. Por el contrario, la dinámica política imperante es la primacía de los Estados nacionales frente a la Comisión Europea, que simboliza la supranacionalidad dentro de la UE. En este marco, los sucesivos gobiernos del Reino Unido han intentado aumentar el número de concesiones dadas por la UE a este país, hasta llegar a la situación política actual, donde una buena parte del establishment del Partido Conservador –menos el equipo cercano al primer ministro, James Cameron– pide abiertamente la salida de su país de la UE.
Si a raíz del referéndum del próximo día 23, el Reino Unido sale de la UE, es difícil saber a ciencia cierta qué pasará tanto con ese país como con el proceso de construcción de la UE. En lo que concierne al Reino Unido, la dinámica política inducida por este voto podría llevar a este país a una dislocación a mediano plazo. Las elecciones legislativas del año pasado, que llevaron a James Cameron a un segundo mandato, también tuvieron como resultado la aparición de una nueva fuerza política dominante en Escocia, el Scottish National Party (SNP), que era hasta entonces un bastión del Partido Laborista. Esta formación política, que se posiciona como pro europea, busca abiertamente la salida de Escocia del Reino Unido para poder integrar, por su lado, la UE, y a mediano plazo, la zona euro. Por otro lado, otras regiones del Reino Unido, como País de Gales o Irlanda del Norte, también podrían pedir su salida del Reino Unido. Para la UE queda claro que la salida de uno de los principales países miembros de la Unión sería una muy mala señal, no sólo por el peso intrínseco del Reino Unido, sino por la señal que este país manda al resto del grupo. La supuesta “irreversibilidad” del proceso de integración europea, la base de la construcción europea, se volvería una idea del pasado.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
@Gaspard_Estrada