EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

AMLO frente a la derecha

Jesús Castillo Aguirre

Mayo 29, 2021

 

El presidente de la Republica nada en dos aguas a la vez. Por un lado navega para sobrellevar las riendas del poder en apego a los principios de la 4T en un país en crisis y desangrando; y por otro navega como el máximo líder de un gobierno que parece de oposición a la derecha en un mar de fondo. En ocasiones hasta parece que navega solo.
Hoy los amos del poder económico y financiero se comportan y se alinean claramente como la clase social dominante. Se han juntado como tal los grandes empresarios capitalistas y la estructura de dominación que tejieron a lo largo de décadas. Y cuando hablo de empresarios capitalistas me refiero no sólo a los propietarios privados de las fábricas, de las cadenas comerciales y de los medios de producción en general, sino también a las grandes empresas de producción y comunicación masiva y a sus redactores, editorialistas y lectores de noticias. Todos actuando como un solo puño.
Cuando el presidente de la República dice “fuera máscaras”, no sólo ve a los grandes intereses económicos y políticos descubriéndose la cara como representantes y dueños del dinero, sino que ve a un sector de la sociedad, de la élite, comportándose como una auténtica clase social acostumbrada por décadas a la explotación más ruin y despiadada de la fuerza de trabajo y de los recursos colectivos que da la naturaleza.
Esta clase social, con hegemonía de la fracción de grandes empresarios ligados a intereses extranjeros, y todos sus corifeos, está jugando a medrar, a destruir el poder que emanó del voto popular y que fue depositado en las fuerzas más democráticas y progresistas que hay en México. Están haciendo su “trabajo” para echar del gobierno no sólo a López Obrador sino a los intereses de clase que representa como Presidente. Y si lo logran en 2024, qué mejor. Pero ya han empezado, y quieren medir el avance de sus esfuerzos clasistas y racistas en las elecciones intermedias de junio próximo.
Cuando digo “oposición” me refiero a todo lo que tiene que hacer el Presidente para impedir que el proyecto de nación por el que votaron más de 30 millones de mexicanos en 2018 no sea parado de golpe por un Congreso con predominio de legisladores afines a los intereses de los que se asumen como los depositarios “legítimos” e históricos del poder político y económico en México: priistas, panistas y lacayos de todo signo. La derecha y los empresarios quieren mayoría en el Congreso para cercar y estrangular al gobierno de López Obrador antes de 2024.
En efecto, López Obrador tiene el gobierno de la República, el poder ejecutivo, pero aun disputa otros espacios del poder político del Estado, pues fracciones embravecidas de este poder, como las que se imponen en el INE (y los consejos estatales), el Tribunal Electoral, la Suprema Corte, el Banco de México, entre otras, asumen un poder que desequilibra, que hace tambalear a todo el sentimiento de transformación al que anhelan las mayorías trabajadoras encarnadas en el obradorismo. Como estamos viendo en este proceso electoral, si bien los partidos eligen a los candidatos que votará el pueblo, ahora resulta que el INE y sus sucursales estatales son los que definen las candidaturas de los partidos. Temerariamente nos encaminamos a que también el INE determine la legitimidad de una elección. Nada más y nada menos. Además, el Poder Judicial está echando abajo las leyes que emanan del Poder Legislativo y que resultan de las iniciativas de ley del Poder Ejecutivo. Con un poder legislativo con predominio de la derecha, el Poder Ejecutivo en la persona de López Obrador corre el riesgo de quedar paralizado, anulado.
Un pena que en este jaloneo de fuerzas por el predominio del poder político sobre el del dinero, y del gobierno para consolidar el poder democrático y popular, las fuerzas políticas tradicionales, acostumbradas a embelesarse con los cargos legislativos y de gobierno en todos su ordenes, hayan perdido de vista la urgente necesidad de construir una fuerza de masas movilizada, un partido democrático claramente identificado con los intereses de clase que alienta el Presidente de la República, una fuerza popular y de partido que jale la cuerda al lado de la justicia y la igualdad en contraposición de la oligarquía necropolítica de la derecha.
No es lo mismo el poder que dimana de las urnas al poder político y de masas que dimana de la movilización del pueblo, particularmente de ese pueblo que debe asumirse como una clase explotada sobre la que se han erguido las fortunas de un puñado de multimillonarios hechos en los últimos 40 años al amparo del modelo económico e ideológico neoliberal.
Los hombres del sistema político neoliberal no niegan lo que representan como clase social, como élite empresarial. Fetichizan su sistema como un orden natural de progreso y desarrollo. En cambio, la gente de trabajo se le dificulta quitarse la máscara y asumirse como clase social sojuzgada, explotada, vejada, pero con el legítimo derecho de construir su propio camino de progreso. Si nos asumiéramos como clase, no nos confiaríamos con solo votar, como cuando los hicimos por López Obrador, pues como hemos visto, el cambio no viene en automático. Hay que echarle montón y éntrale a la lucha de clases y a la defensa de nuestros derechos, de la libertad, la justicia y la igualdad, y contra la brutal concentración del poder económico. Siendo concientes que hay sectores tradicionales interesados en reducir a la 4T a una mera encarnizada disputa electoral pues se acostumbraron a asumirse como parte de la élite dominante, muchos de los cuales se encuentran enquistados en la propia 4T.
Por eso digo que el Presidente se asume como Presidente del pueblo y también como oposición a los intereses de clase de los empresarios intereses que representan a un sistema corrupto, corruptor y explotador. Cuando ha dicho que solo el pueblo puede salvar al pueblo está indicando a la fracción trabajadora y mayoritaria de un pueblo que debe asumirse como una clase antagónica a la clase de los multimillonarios que no está dispuesta a sacrificar sus amplios márgenes de ganancia. La derecha es una clase social opresora y los trabajadores son la clase que aún no termina de asumirse como tal.