La recta final del largo proceso electoral mexicano se acerca. A partir de mañana sólo quedarán dos semanas para las campañas que habrán de terminar el último segundo del miércoles 27 de junio.
Andrés Manuel Lo?pez Obrador continúa su paso veloz hacia la silla del águila. No sólo no ha frenado su crecimiento sino que todas las mediciones indican un aumento constante en las preferencias hacia su candidatura.
Cada día suenan más risibles los argumentos que intentan justificar un posible vuelco electoral. Los contendientes de AMLO se saben perdidos y se preparan para el impacto, deseando que éste no sea tan violento y les permita mantener algunas posiciones de negociación en las diferentes cámaras.
La campaña del mal llamado Frente será recordada como el peor error estratégico en muchos años. Una coalición en donde ninguno de sus miembros gana nada. Una alianza de papel, un juego de suma cero. En la naturaleza existen distintos tipos de relaciones simbióticas. Las más destacadas son el mutualismo (donde los dos organismos se benefician), el parasitismo (donde un organismo se beneficia afectando al otro), y el comensalismo (donde un organismo se beneficia del otro sin causarle daño ni beneficio alguno). El Frente inauguró una nueva clase de relación simbiótica donde los tres organismos aliados, no sólo no se benefician sino que se afectan mutuamente. Llamémosle a esta extraña forma de simbiosis pragmática el Anayismo.
El PAN, partido mayoritario del Anayismo, perdió su identidad, su tradición democrática, perdió a sus principales cuadros políticos. Perdió el orgullo, perdió autonomía y perdió su ideología al aliarse con un partido en su antípoda política.
Movimiento Ciudadano, acostumbrado históricamente a relaciones simbióticas de parasitismo, perdió la oportunidad de crear un verdadero movimiento aprovechando el impulso de Enrique Alfaro en el occidente. En cambio, juega de palero del PRD y del PAN incluso en lugares como Guerrero, donde antes les hizo daño aliándose con el PRI.
El PRD, en algún momento de la historia, el gran partido de izquierda en México, perdió su identidad, perdió su discurso, su mística, su coherencia, sus principales liderazgos y está en riesgo real de perder incluso el registro.
Sus candidatos hacen campaña cada vez más abiertamente pidiendo el voto por Lo?pez Obrador y el “cruzado” para ellos. No se sienten a gusto con Anaya. No los representa, les da vergüenza decir que es su candidato. Lo mismo ocurre en la Ciudad de México pero a la inversa, con panistas que sienten pena de proclamar la candidatura de Barrales. En Jalisco, Enrique Alfaro y MC van por un lado, el PAN por otro y el PRD por el suyo. No existe el Frente sino en la mente de las cúpulas que se reunieron a diseñar ese Frankenstein.
En el bando del PRI, con políticos de mayor experiencia y empaque, entienden con realismo que todo está perdido. Que necesitan intentar rescatar la mayor cantidad posible de posiciones y que siempre será preferible una derrota honrosa que una victoria pírrica. Los priistas de calado ya están pensando en el 2 de julio e incluso en el 2021.
El viernes pasado tuve el honor de acompañar en el templete a Andrés Manuel Lo?pez Obrador en el acto en Zihuatanejo. El candidato luce sereno, relajado, feliz. Está disfrutando cada momento de esta larga gira que lo ha llevado a recorrer, como ningún otro ser humano, cada uno de los municipios de México, algunos de ellos, varias veces. Aquellos voceros que dicen que Lo?pez Obrador está amargado, cansado o que es un hombre con odio, evidentemente no lo conocen ni lo han visto en acción. Andrés Manuel está contento, se nota satisfecho. Sabe que el verdadero reto comienza el 1 de diciembre. Sabe que la expectativa popular es mucha y que las herramientas para conseguir la transformación nacional son pocas y en mal estado.
Mientras unos candidatos siguen definiendo su estrategia para intentar arañarle algo al puntero, AMLO mira con serenidad la meta, sabiendo que la verdadera carrera de obstáculos comenzará con la victoria del primero de julio próximo.