EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Antes de las ubres secas

Andrés Juárez

Enero 18, 2019

RUTA DE FUGA

 

Andrés Manuel López Obrador se lanzó a acabar con el robo de combustibles y se le está apoyando. Más allá de un segmento de población que no es el más pobre ni el más rico, que ha manifestado sus quejas por las filas que debe hacer para surtirse de gasolina, la construcción social de la crisis no ha pasado a mayores. En Amanalco, Estado de México –donde escribo estas líneas–, la fila para esperar la única pipa de gasolina que llega al día es larga y permanente, sin embargo, las personas no se muestran enojadas. Me tomé la libertad de jugar al reportero y preguntar. Las personas formadas dijeron que es necesario armarse de paciencia porque “hay que apoyar al presidente”. Y está bien, el capital político del presidente es suficiente para librar esta guerra. Los anteriores no tenían esta ventaja. Sin embargo, más allá de la coyuntura, ¿está la ordeñada nación preparada para tiempos de ubres secas?
Cuando los hidrocarburos se terminen –y se terminarán, en tanto recurso natural agotable– la nación deberá contar con una matriz energética 100 por ciento renovable. Llama la atención que el presidente se refiera a la energía renovable como “alternativa”. Una nación con los ojos puestos en el largo plazo tendría que pensar que la energía alternativa debería ser la fósil, reservada exclusivamente para emergencias. La crisis de desabasto provocada por la batalla contra el huachicoleo deja claro que la relación entre el uso de combustibles fósiles y las afectaciones al medio ambiente tanto como la necesidad de aumentar la calidad y cantidad de transporte colectivo y de usar transporte no motorizado, ha permeado lo suficiente en la conversación pública. En redes sociales y en sobremesas, en reuniones de amigos o con la familia se comentaba que el aire podría estar más limpio en estos días sin gasolina o que habría que dejar un poco más el automóvil.
Por el contrario, el tema de la generación, uso y almacenamiento de energía renovable está prácticamente ausente en la conversación pública. Comenzando por el propio presidente, que le llama “energía limpia” a la que se genera con presas (energía hidroeléctrica) omitiendo los desastres sobre la biodiversidad y los conflictos socioambientales que implicaron y seguirán implicando la construcción y el mantenimiento de embalses, y terminando por los / las jefes de hogar que no saben que ya hay tecnología barata y accesible como paneles y calentadores de agua solares.
Desde hace algunos años la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía ha venido impulsado que edificios y sectores productivos utilicen energías limpias y que las usen mejor. Pero aún queda trecho para que la sociedad absorba el planteamiento y, sobre todo, que comience a discutir sobre transporte limpio y sostenible. Esto no significa nada más mayor transporte colectivo sino formas de trasladar personas –y materiales– que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero y la dependencia de los combustibles fósiles. Más camiones que no sean de gasolina, pues. El presidente está dejando pasar esta oportunidad histórica para colocar, con esa inmensa capacidad política que tiene, el tema en la mesa de discusión pública: cómo podemos industria, municipios, personas, transitar hacia ese escenario.
Al país le sobran fuentes para ser completamente renovable: solar, eólica, geotérmica, la energía generada por las olas de los océanos, la del hidrógeno, biocombustibles con residuos agrícolas. ¿Por qué no pensar en empresas del Estado que generen estos tipos de energía, que produzcan la tecnología para fabricar equipos de almacenamiento e, incluso, autos eléctricos? Capacidad intelectual y técnica existe –en los miles de jóvenes ingenieros desempleados. Parece algo descabellado, pero al presidente le gustan los retos y tiene capacidad para hacer que suceda hasta lo impensable. Es tiempo de aprovecharlo. En tiempo de crisis vale pensar lo imposible para dejar de administrar el problema y lanzarse como colectivo hacia el punto seguro.
Para 2024 México obtendrá 35 por ciento de su energía de fuentes renovables, si se continúa con el plan trazado. ¿No es tiempo ya de poder prever en qué año tendremos el 100 por ciento? De momento, parece que el presidente y la sociedad estamos pensando demasiado en lo inmediato. Detener el robo de combustibles, hacer más refinerías, saneamiento de las finanzas públicas que dependen de los combustibles fósiles, comunicar mejor la estrategia, organizar el abasto y los tandeos de gasolina. Muy bien, con eso hay seguridad energética para una generación. ¿Y después? Pareciera lejano pero no es más lejos de lo que ya nos queda la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas, el respeto al voto de Francisco I. Madero o la defensa de la República de Benito Juárez. ¿Qué estamos haciendo nosotros por las generaciones que nos verán a la misma distancia que nosotros vemos ahora a estos referentes históricos fundamentales de la nueva narrativa? Urge levantar la mira y replantearnos la dependencia, literalmente tóxica, de la gasolina y construir una herencia más limpia para el futuro no tan lejano.

La caminera

El año pasado, 31 por ciento de los autos comprados por los noruegos fueron eléctricos. Sin emisiones. Es un récord sin igual en el resto del mundo (WEF). Mientras tanto, en México los empresarios se quejan por las millonarias pérdidas ocasionadas por el desabasto de gasolina y advierten de posible desabasto de alimentos por no tener vehículos que no dependan de la gasolina, el diésel. ¿Cuándo le meterán el acelerador a su transición energética?