EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

LA POLÍTICA ES ASÍ

Aprender la lección

Ángel Aguirre Rivero

Abril 17, 2020

Nos ocultamos en tus lindas aguas /
Aquella noche de amor y quietud.
Mar Sagrado, Salatiel del Mar.

La crisis por Covid-19 nos dejará lecciones que debemos aprender. Hoy quiero referirme en el generoso espacio que me brinda Juan Angulo en El Sur, a la momentánea recuperación de la calidad de las aguas en la bahía de Acapulco, de las playas de Caleta y Caletilla, así como el avistamiento de fauna marina. Una sanación fortuita propiciada por el freno impuesto a la actividad turística.
Tendríamos que asumir con humildad y compromiso la lección que hemos recibido sobre lo frágil que es nuestra existencia, y el efecto nocivo de la actividad humana sobre el medio ambiente, y corregir.
Circulan en importantes medios nacionales y redes sociales, imágenes que muestran nuestro mar de un color turquesa cristalino, escenas que desearíamos ver en las semanas y meses que siguen. Para ello tendríamos que subsanar muchas fallas en los sistemas de saneamiento de nuestras aguas.
Guardo gratos recuerdos de nuestro malecón porteño, donde lugareños y visitantes acudían a él para pescar cilíos, uno que otro pez sapo y otras especies; incluso había vendedores de cuerdas y anzuelos que resolvían esa carencia.
Era común ver ahí a niños y jóvenes ataviados con collares y pulseras confeccionadas con vértebras de tiburón, que se tiraban clavados y rescataban las monedas que les lanzaban los visitantes.
Y cómo olvidar a personajes como Hilario Martínez “Perro Largo”, quien un día a mediados de los años 70, salvó la imagen de Acapulco al capturar a una peligrosa tintorera que asolaba nuestras aguas, episodio que se narra en el documental Vuelve a la vida, de Carlos Hagerman.
La Perla del Pacífico, aquel puerto de pescadores cuya importancia se remonta a la época virreinal por su comercio con Oriente a través de la Nao de China, fue redescubierto en la década de los 50 como lugar de descanso, por sus bellezas naturales, clima cálido y hospitalidad de los lugareños.
Al paso del tiempo, el crecimiento de la actividad turística detonó un crecimiento poblacional, surgieron colonias en el anfiteatro, hoteles a la vera de la playa… y un notable incremento de aguas residuales que fueron a parar al mar.
Sucesivos gobiernos intentaron mitigar el impacto contaminante a través de un sistema de captación y rebombeo que tendrían que enviar a plantas tratadoras las aguas residuales. Pero su operación con el tiempo colapsó, tengo entendido que la mayoría de ellas no funcionan.
Una vez terminada la contingencia debemos ser cuidadosos para que la belleza recuperada de nuestro entorno no se vuelva a perder.
Revisar lo que se ha hecho mal y lo que se ha dejado de hacer.
Reconocer que el cuidado del medio ambiente ha sido relegado por mucho tiempo. Hoy, de la manera más dramática nos damos cuenta lo equivocados que estábamos.
Destinar por ejemplo, mayor presupuesto a nuestras plantas tratadoras, a los sistemas de drenaje; a la supervisión y cierre de las descargas directas a las playas, así como el cumplimiento de las leyes para la protección al medio ambiente.
Es vital cancelar las emisiones de aguas negras, que tanto daño han hecho a la imagen de Acapulco como destino turístico. Testimonios lamentables hay muchos.
La alcaldesa de Acapulco viajó a Abu Dhabi a presentar un proyecto de rescate de las plantas tratadoras de aguas residuales; recibió muestras de interés que ojalá no sean perturbadas por la recesión mundial.
Los tres órdenes de gobierno pueden hacer mucho para que las imágenes de una bahía hermosa, no sean un episodio casual, una mera anécdota.
Yo esperaría acciones de los gobiernos, hasta el límite de sus capacidades y presupuestos, que asuman la responsabilidad histórica que les tocó vivir para tener un mar limpio, nuestro mar que como dice la canción que interpretaba el conjunto Acapulco Tropical, debe ser sagrado.
Y que las bellas postales que disfrutamos en estos días dificiles, se queden con nosotros y muestren a un pueblo que aprendió la lección.

Del anecdotario

Siempre le he profesado una gran admiración y respeto a los miembros de nuestro Ejército mexicano.
No es fortuito que mi padrino de primera comunión fuera el general Manuel Sánchez Rocha, en ese tiempo teniente coronel y subcomandante del 48 batallón de infantería.
Aún tengo presente el impacto que me causó el arribo de este batallón a mi tierra, Ometepec.
Ver a tantos soldados escuchar la banda de guerra y la gallardía con que portaban la bandera, acrecentó aún más mi admiración y cariño por esta institución calificada como la que mayor confianza le tienen los mexicanos.
Cada vez que tenía oportunidad, me formaba con mi plato junto con los soldados, al fin y al cabo era yo el ahijado del teniente coronel.
Cómo olvidar los bolillos que eran una delicia, las lentejas, habas, frijoles y alguno que otro guisadito.
Practicaba también constantemente el básquetbol en la cancha que poseía el batallón en una casa muy amplia que rentaban, (hoy propiedad del senador Manuel Añorve Baños y sus hermanos).
Siendo gobernador interino, cultivé una gran amistad con el general Luis Enrique Montes (hoy retirado), al grado tal que éste me pidió que nos hiciéramos compadres lo cual acepté con mucho gusto.
Alguna vez en Acapulco, mi compadre me invitó a comer en las instalaciones de la Zona Militar; ponderó mucho un tequila que le habían traído de Jalisco, de donde él es originario.
–A ver mi sargento, tráigame el tequila que me regalaron para que lo pruebe mi amigo el gobernador.
–Sí mi general… –contestó el sargento.
En los famosos “caballitos” nos sirvieron el afamado tequila, pero al primer sorbo nos cruzamos las miradas mi general y yo, pues se trataba de agua y no tequila.
El general muy molesto, llamó al sargento para decirle: “Los voy arrestar porque se chingaron mi tequila y tuvieron el cinismo de llenarla de agua”.
Lo tranquilicé y le dije: “No te enojes mi general, ellos también tienen derecho, pero te lo voy a compensar con una buena botella de mezcal guerrerense”. El asunto no pasó a mayores y los dos soltamos la risa, después del incidente que mucho le había apenado.
La vida es así…