EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Apuntes de vigilia

Arturo Martínez Núñez

Marzo 25, 2005

 

Acapulco ha sido tomado. Entre los springbreakers y las hordas chilangas, los desplazamientos en el puerto se tornan imposibles. Los paseantes disfrutan a pesar de los abusos de algunos comerciantes, prestadores de servicios y autoridades de los tres niveles de gobierno. No cabe duda que Acapulco es Acapulco.

Los seres humanos gozan a pesar de las aglomeraciones propias de las vacaciones. Legiones de turistas arrasan a su paso, cual langostas hambrientas con víveres, abarrotes, combustibles y espacios vitales. Los basureros están a reventar. De por sí en Acapulco los servicios son apenas suficientes.

La Semana Mayor, con su aparente calma política, no parece ser otra cosa que la calma antes de la tormenta. A nivel nacional, el asunto del desafuero de Andrés Manuel López Obrador quedará por lo menos encaminado. La Sección Instructora no podrá comprar más tiempo y tendrá que resolver la procedencia o no del caso. En las manos de sólo dos diputados priístas (asumiendo que el del PAN votará a favor y el del PRD en contra), se decidirá entre darle una sacudida a la colmena o cambiar de página y meternos de lleno en la discusión de los problemas nacionales reales.

En Guerrero dará inicio una nueva época. El fin del principio. Zeferino Torreblanca tomará posesión el viernes 1 de abril y a partir de ese momento será responsable de la conducción política del estado. La gente se manifestó mayoritariamente a favor del cambio y sin embargo, debemos recordar que Zeferino se cansó de suplicar durante la campaña electoral que le tuvieran paciencia. Habló de una “tregua” de por lo menos siete meses para poner orden en la casa. Dijo que había que limpiar el Palacio de Gobierno con cloro y sacar a las ratas de cuatro y de dos patas.

Sin prisas, pero sin pausas, decía el viejo; con calma que llevo prisa. Es necesario que los guerrerenses nos acostumbremos a la nueva realidad y no esperemos echados en la hamaca que el nuevo Mesías llegue a resolver los grandes problemas estructurales del estado. A todos nos toca una parte en la enorme tarea.

En el PRD la desorganización es tal, que no basta con llamarse Cuauhtémoc Cárdenas, Leonel Godoy o Alberto López Rosas para aparecer en el padrón de afiliados. Ni siquiera el jefe de Gobierno podía encontrar su casilla. Nadie sabía bien a bien qué se elegía además de presidentes estatales y nacional. Es curioso que el PRD se comporte como corporación secreta en sus procesos internos cuando el mensaje a la sociedad debiera de ser el opuesto.

En la izquierda mexicana queda mucho por construir. A pesar de que los beneficiarios o mejor dicho, franquiciatarios del partido, pretendan hacer como que no ha pasado nada y hasta se manifiesten satisfechos con el resultado de la “elección”, la realidad es que el PRD sigue siendo un partido premoderno. Pero basta ya de seguir lamentándonos como testigos mudos. Es necesario plantear la agenda política del partido y discutirla abiertamente, porque el cambio verdadero jamás se realizará de arriba hacia abajo. Es curioso como al PRD siempre le pasa que tras una buena elección siempre viene la debacle. Si el partido cree que en Guerrero se ganó gracias al voto duro, la ciudadanía se encargará tan pronto como en octubre de situarlo en su verdadero lugar.

El PRD debe ser un partido accesible a la gente y a los grupos ciudadanos. Parece mentira que sea más fácil abrirle la puerta a senadores priístas despechados que a grupos opositores reales. El proceso de iniciación en el partido es muy simple: milite usted toda su vida en el PRI y goce de las mieles del poder y de la hacienda pública; aspire a una candidatura y, en caso de no obtenerla, acuda a Monterrey 50 donde le recibirán con los brazos abiertos, le entregarán la anhelada candidatura y como por arte de magia, usted será un hombre nuevo y demócrata sin importar sus décadas de servicio al viejo régimen. Quizás después de cumplir su encargo, y con las alianzas adecuadas, usted se convierta en líder moral del partido o en su presidente nacional. Militantes de la izquierda y de la sociedad civil, favor de abstenerse.

Tampoco hay que esperar demasiado del próximo Congreso Nacional, porque los delegados a éste ya fueron elegidos de manera casi clandestina y al mismo tiempo que la dirigencia.

La sociedad reclama con legitimidad espacios de participación política, y los partidos responden tendiendo un cerco, que sólo puede ser librado con el salvoconducto de la pertenencia a grupitos, tribus, camarillas o mafias. Los partidos pequeños son, casi todos, propiedades privadas dominadas por sus dueños y puestos al servicio del mejor postor. Lo único que les interesa es conservar su registro en la próxima elección para no perder acceso al dinero público.

Los pasados ejercicios de cambio de dirección nacional en el PRD y en el PAN, cerrados, secretos, llenos de simulación y donde el gran elector (desde la cabañita de Los Pinos o desde el antiguo palacio del ayuntamiento capitalino) fue el que finalmente decidió, nos muestran dos modelos de lo que no deben ser los partidos políticos que el nuevo sistema político mexicano necesita.

 

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