EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Arnulfo, el Guerrero indómito de la Montaña

Vidulfo Rosales Sierra

Diciembre 31, 2019

Arnulfo Cerón Soriano un joven nahua de la Comunidad de Coyahualco, Municipio de Huamuxtitlán inició sus estudios de preparatoria en este municipio. Eran tiempos de mucha efervescencia política en el concierto internacional, nacional y local. A nivel global asistíamos al fin de la Guerra fría y la caída del socialismo real. La izquierda naufragaba sin rumbo fijo. Era el fin de la historia. El capitalismo y neoliberalismo se erigían en la verdad única e incuestionable. Sin embargo, por esos mismos años irrumpiría en nuestro país el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional rompiendo las coordenadas ideológicas y políticas que imponían el sistema. No se proponían la toma del poder, tampoco una sociedad socialista, sino paz con justicia y dignidad. Acuñaban un discurso basado en el culturalismo. Desde su ser indígena reclamaban la invisibilización secular a la que habían sido sometidos. Esto oxigenó las luchas de los pobres.
En el plano local también irradiaban esperanzas de cambio. El movimiento que se generó con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y toda la movilización popular por el cambio estaba reciente y las candidaturas del PRD a la gubernatura estuvieron cerca de conseguir el triunfo, aunado a lo anterior, también se sabía de la existencia del movimiento insurgente. En las escuelas y la Universidad Autónoma de Guerrero circulaban panfletos que invitaban a la lucha guerrillera. Las marchas y mítines aumentaban cada día. Era común oír en las plazas públicas airados discursos exigiendo mayores libertades y más justicia social.
Arnulfo Cerón indígena callado y discreto se nutría de esta riqueza política y movilización popular en la que estaba inmerso, a lo mejor todavía inconsciente del contexto que le tocaba vivir. Sin embargo, estas circunstancias fueron moldeando su pensamiento y así se fue templando el luchador social inclaudicable que emergería públicamente algunos años más tarde.
Al finalizar su carrera de leyes un grupo de insurgentes haría contacto con el joven indígena y lo invitarían a participar en la lucha revolucionaria. No sabemos si aceptó. Arnulfo era discreto y nunca dijo algo más. Lo que sí podemos afirmar es que siempre admiró y respetó la lucha armada y más tarde su acción y pensamiento se decantaron a la izquierda.
No dudó en abrazar la lucha de los pobres. Le indignaba la injusticia y el abuso contra los de abajo, por ello desde su profesión siempre los ayudó. Era común ver Arnulfo en los tribunales acompañando a los más humildes los que muchas veces solo le pagaban con frijoles, maíz, calabaza o una rica comida a la que era invitado con su familia, como lo hacía doña Dolores una mujer indígena Naua de Chiepetepec que el día de su funeral la vimos rezando en silencio y derramando lágrimas amargas sobre la tumba del defensor de Derechos humanos cobardemente asesinado.
Arnulfo se comprometió más en el año 2013 con la movilización popular que provocó la reforma educativa. No dudó en abrazar esta lucha. A menudo lo mirábamos en los mítines estatales representando la región de la Montaña. Él, sin ser maestro, allí estaba impulsando la abrogación de esta reforma.
Al año siguiente Arnulfo despertó con la noticia trágica de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa. No dudó ni un instante en sumarse a la movilización popular. Junto con otras organizaciones aglutinadas en el Movimiento Popular Guerrerense tomaron el Ayuntamiento de Tlapa y plantearon crear un Consejo Popular Municipal. En 2015 se sumó al boicot a las elecciones que planteó la Asamblea Nacional Popular y los Padres y madres de los 43. En esta última batalla habrían sido fuertemente reprimidos e incluso se llegó al asesinato de Antonio Vivar. Contra Arnulfo se libraron más de 4 órdenes de aprehensión, incluida una por secuestro, como consecuencia de esta lucha. Eso cimbró al movimiento y decidieron hacer un repliegue táctico, conformando el Frente Popular de la Montaña, una organización de gestoría social. Se suponía que esta forma de lucha sería menos confrontativa con el Estado, no representaba mayores riesgos de aniquilación a la organización o algunos de sus miembros. No alcanzaron a ver –como no alcanzamos a mirar muchos defensores de derechos humanos y periodistas– que la delincuencia organizada está enquistada en las instituciones del Estado y que desde ahí actúan contra los que alzan la voz silenciándolos.
Los sicarios son utilizados por los políticos, empresarios y hasta autoridades para acallar las voces incómodas, esta forma de acabar con los defensores y defensoras de derechos humanos, líderes sociales y sindicalistas fue muy recurrente en Colombia y en México está siendo utilizada desde hace rato.
En Tlapa la voz y acción de Arnulfo se volvió incómoda para la clase política y la derecha local y empezaron a amenazarlo que dejara el movimiento. Las amenazas escalaron hasta que alguien dio la orden de asesinarlo y desaparecerlo. El grupo de la delincuencia organizada que contrala la plaza en el lugar fue el encargado de ejecutar a Arnulfo. Toda una maquinaria política y económica protegía al grupo delictivo. Nada pasaría. Sería un desaparecido más. Sin embargo, los perpetradores se equivocaron. La trayectoria de Arnulfo era grande. Una lucha genuina de varios años había sembrado raíces profundas. Su asesinato cobarde e injusto iba a generar reacciones que los perpetradores no alcanzaron a ver.
En el plano personal fue como todos los grandes: honesto, todo el tiempo vivió en la pobreza. No tenía casa propia, estaba con sus hijos en una vivienda prestada, a su muerte la familia ha quedado en el desamparo y a la intemperie. Consecuente entre su pensar y actuar. Medio año de amenazas directas de la delincuencia pidiéndole que se saliera del movimiento y dejara de hacer marchas y plantones prueban el temple de Arnulfo. Consideró una traición abandonar la lucha, por ello siguió adelante. Esa cualidad la mantuvo hasta el último instante de su vida. Minutos antes de morir los que le quitaron la vida lo sentaron en un bote de pintura puesto boca abajo con las manos amarradas. Lo pusieron al teléfono con el jefe de sicarios quien amenazante le dijo que se saliera del movimiento y que se fuera de Tlapa. Arnulfo se negó. Su firmeza y lealtad a la lucha le dictaban que no debía claudicar y así lo hizo. Se mantuvo incólume ante el verdugo, quien no lo pudo doblegar jamás. Arnulfo el defensor de derechos humanos nahua de espíritu indomable y corazón de acero nunca lo vencieron. Tuvieron que matar su cuerpo para intentar silenciarlo, pero ni así lograron su cometido.