Héctor Manuel Popoca Boone
Abril 12, 2025
El imperio del mal (nuestro vecino del norte) ya nos enchufó con los aranceles que tenía previstos imponer a nuestras exportaciones comerciales. No nos queda de otra más que no movernos mucho para que no nos duela tanto, económicamente hablando.
Todo imperio como gran dominio territorial y continental por una nación, a lo largo del tiempo presenta una trayectoria cual si fuera un organismo biológico. Esquemáticamente, los imperios pasan por un rápido y robusto crecimiento inicial, luego una expansión que deviene en fuerte consolidación autoritaria y así llegar a la abundancia, al derroche y a la saturación de poder. Posteriormente viene el declive asociado a una dilapidación de lo acumulado a través del tiempo. Hay una real merma de ímpetu, acumulación y dinamismo inicial, para entrar a la mengua, decadencia y extinción.
La existencia de un imperio también depende de su cimentación ideológica, lograda y respaldada con estabilidad política, económica y social; importa mucho el que los pueblos subyugados y subordinados sientan estar bien acogidos y protegidos. Una variable externa es la existencia de amenazas de fuerzas reales que atenten contra su predominio imperial hegemónico.
Ejemplos imperiales emblemáticos fueron los imperios persa, egipcio, romano, mongol, español, francés, inglés. ruso, austrohúngaro, turco, por mencionar algunos. En el siglo XX, durante la II Guerra Mundial (1939-1945), presenciamos los intentos nazi-germánicos y del Japón, los cuales fueron afortunadamente derrotados; también sobrevino la decadencia de los imperios francés e inglés y, a la vez, el surgimiento de las potencias imperialistas de Estados Unidos (capitalista), la extinta Unión Soviética y China (comunistas), con sus respectivos países satélites.
Particular importancia reviste para México y para otros países inmersos en el neoliberalismo económico globalizado el nuevo derrotero que está tomando el imperialismo yanqui, en su fase post neoliberal. En su segundo periodo presidencial, Donald Trump está modificando aspectos importantes del modelo de crecimiento económico y social del canon capitalista de Estados Unidos iniciado hace más de 30 años (contenidos en los Consensos de Washington de 1989) y eso está repercutiendo en forma importante en la economía planetaria.
En la pretensión de volver a ser la potencia primigenia y hegemónica mundial, el actual gobierno de Estados Unidos, dominado con mucha nitidez por una oligarquía conservadora, racista y autoritaria, abandona el New Deal (el Nuevo Trato del presidente Roosevelt), “cuyo objetivo era reactivar la economía de la crisis y depresión (1920) con protección a la población vulnerable. El programa se caracterizó por: 1) la intervención estatal en la economía a través del gasto público en infraestructura económica básica y establecimientos de programas sociales; 2) la creación de empleo a través de inversión de base para el fomento industrial y agrícola. 3) promover la industria de guerra y 4) la regulación financiera trasnacional a través del dólar y de los bancos y fondos mundiales reguladores. El New Deal sentó las bases para que Estados Unidos alcanzara un estado de bienestar económico bonancible después de la II Guerra Mundial (Welfare State)”.
El estado de bienestar al que Estados Unidos aspiraba antes del predominio del neoliberalismo, se basaba en una activa administración pública, es decir, la intervención del Estado para una mayor redistribución de la riqueza nacional que mejorara las condiciones socioeconómicas, de empleo, salud y educación de la población. Perseguía reducir (con todos los peros capitalistas y/o imperialistas), la inequidad económica y, al mismo tiempo, la desigualdad social. Pero la Guerra Fría y las guerras regionales calientes en diferentes partes del mundo, obligaron, a la par, a destinar mayor gasto público a esos menesteres de defensa y seguridad nacional lo que elevó el gasto público a niveles inusitados; incurriendo en fuertes déficits financieros y una elevada deuda pública externa e interna.
Ahora Trump, a través de decretos presidenciales ha suprimido de tajo la esencia de lo que quedaba del New Deal y del Welfare State. Para parar, según él y su equipo de neonazis, el deterioro del dólar. Pretende sustituir esas políticas socioeconómicas con su consigna demagógica: “Que vuelva Estados Unidos a tener la grandeza perdida”. MAGA. (“Make America Great Again”). La razón esgrimida del cambio de política económica es no poder seguir manteniendo a su país con el alto grado de inestabilidad macro económica a consecuencia de haber llevado a su máxima expresión la gran cultura del consumismo capitalista.
Para reducir esos grandes déficits, Trump no quiere imponer mayores impuestos a sus pares oligarcas, dueños de las grandes corporaciones empresariales transnacionales. Al contrario, se los está disminuyendo; en cambio, suprime importantes áreas del gobierno federal, disminuye al máximo todos los programas de asistencia social y quita los subsidios a la pequeñas y medianas empresas; encareciendo los servicios de salud y de educación pública para la mayoría de la población estadunidense. A la par, socava el comercio mundial entre países con su insensata arancelitis aguda.
PD. El “Orate del norte” no cumplió con sus compromisos de disminuir el narco menudeo del fentanilo en las principales ciudades estadunidenses y combatir a las pandillas delictivas que lo hacen posible; tampoco ha prohibido a las armerías allende el Río Bravo la venta de armas de alto poder destinadas a organizaciones criminales de México. Que conste.