Federico Vite
Julio 17, 2018
¿Quién integra la clase media? Tal vez la definición más simple sea la que refiere a gente que no es ni rica ni pobre. Para distinguir con mayor precisión a este sector tomo en cuenta las aspiraciones que tiene, la búsqueda emprendida para mejorar su calidad de vida: educación, cultura, salud, recreación, ingreso económico e información. En un país donde más de la mitad de sus habitantes navega entra la pobreza y la miseria, y el otro tanto de la densidad demográfica es rico (no multimillonario, porque eso es minoría), el margen de la clase media se reduce. ¿Cómo es la clase media en la literatura mexicana? Recurro a dos narradores (de los montones de escritores que han abordado este fenómeno) que muestran a los personajes ambiguos de la clase aspiracional por excelencia con los claroscuros de la naturaleza humana.
Breve tiempo del imposible (Cal y Arena, México, 2016, 217 páginas), de Joaquín-Armando Chacón, reúne nueve cuentos que muestran con suficiencia el oficio narrativo de este escritor mexicano que navega en las aguas del perfil bajo. Su trabajo es solvente, propositivo, sin bluff. Prefiere estar tras bambalinas, y en este volumen desmenuza las preocupaciones sentimentales y sexuales de los personajes, quienes a pesar de su arduo desempeño laboral lo único que tienen es una tranquilidad (emocional y económica) empantanada.
A estas alturas del partido, créame, es muy difícil encontrarse con un autor que hace bien su trabajo, huye de la publicidad y de las tentadoras propuestas de publicar novelas comerciales (porque siempre será amable recibir la invitación de una editorial que se interesa por novelas del narco o algún librito de índole social que obedezca a los cánones de las narrativas criminales). Chacón es un autor que se toma en serio, además, escribe cuento con la misma solvencia narrativa que la novela.
La otra calle, la otra mujer, texto inaugural del libro, ofrece una atractiva propuesta para quienes desean sondear las pulsiones del corazón de un burócrata. Pero lejos del tema, la fabulación y el ensueño de los Godínez, la propuesta de este cuento llama la atención por el manejo del tiempo. A primera vista, el lector se adentra gradualmente en las ensoñaciones de Jorge, un oficinista que moldea la carne y el espíritu de sus amantes; las moldea, claro está, imaginariamente. La proeza del texto radica en que el lector se enfrenta a los lapsos jugosos de imaginación carnal de un gris empleado, y a la realidad, como si se tratara de un tema inusitado; a pesar de que sabemos más o menos de qué va la vaina, lo interesante y lo atractivo en el documento es la manera en la que se empalman esos dos planos narrativos, el logro es justamente el ensamble, es decir, cómo se construye el artefacto. Gracias a la buena elección de un punto de vista y al gran manejo de la elipsis, Chacón contrapone los planos narrativos y el lector descubre al final del texto lo sobrecogedor de un corazón purulento, contrahecho.
Pero los cuentos que soportan con hondura el temible paso de la relectura son El Kentucky bar y El edificio nocturno. El primero bordea la sinuosa memoria de un affaire. Un hombre se reúne con un amigo suyo, especialista en literatura, quien está interesado en conocer un viejo episodio que involucra a una actriz estadunidense de visita en Cuernavaca. Sin embargo, la historia oculta del cuento, muy bien desarrollada, es una misteriosa mujer que inspiró a un cantinero de Chihuahua a inventar el coctel Margarita.
El segundo texto es un ejemplo canónico de cómo se mantiene el suspenso de un relato y de cómo se revela el enigma con la resolución de un conflicto superficial, casi casi vanidoso; la gradación de las dos historias es asombrosa. El narrador, en primera persona del singular (aunque a ratos cambia a la primera del plural), da cuenta de su encuentro con personajes raros y misteriosos, recorre pasillos en aquel edificio oscuro de la tía Rosalyn, acata todo lo que pide su mujer y experimenta el orden lacerante de ese micro universo que lastima, donde se fusiona la realidad con el franco alucine.
Para Chacón, el cuento no es una mera anécdota, o un chiste, que termina de manera abrupta sino que básicamente se trata de una sucesión minuciosa de hechos. Agregaría: hechos que tiene un orden interno apenas reflejado en la superficie del relato.
Estos cuentos se fundamentan en los personajes, algo característico de las historias de largo aliento, y muestran la pericia narrativa del autor en el manejo del tiempo, otro recurso muy socorrido por los novelistas, pero trabajado con propiedad, como es el caso, nos permite disfrutar la lectura de textos de 30 páginas sin problema alguno.
En Breve tiempo del imposible deambulan actantes que parecen haber sido usados (en demasía) por el realismo y por el costumbrismo, sueñan con ingresar a la clase alta y sus márgenes. Es decir, son personajes de gran calado aspiracional, fusionan su realidad con la empresa que anhelan sacar a flote para mejorar su calidad de vida. Y ese conflicto me recuerda mucho una novela de Luis Spota, Lo de antes ( Planeta, México, 1968, 190 páginas). Nuestro Balzac (este narrador definió muchas cuestiones importantes de la vida nacional con la saga La costumbre del poder, una colección de seis volúmenes que expone el ejercicio del poder político y sus vicios) cuenta en este libro el problema de Javier Lira Puchet, mejor conocido como Tarzán. Lira salió de la cárcel y se ha reformado. La lucha por regenerarse es continua y fuerte. Obtiene empleo como cobrador en un banco de la Ciudad de México; tiene una familia: esposa e hija. La hija enferma y eso apenas es la punta del iceberg. Viene un segundo vástago en camino. Javier busca otras fuentes de ingresos, pero no tiene fortuna. Pide un préstamo en su trabajo, pero los ejecutivos le niegan el capital solicitado. La idea de robar anida en su cabeza, pero renuncia a poner en marcha el asalto. Ese día se encuentra con un oficial de la Policía Secreta del Distrito Federal, quien lo encerró en las Islas Marías por robarse el abrigo de la esposa de un político. Así que Javier es extorsionado y vuelve a delinquir, vuelve a lo de antes.
Es imposible que ese personaje mejore su condición de vida y la de su familia siendo honrado. Lucha contra un sistema que lo asfixia y lo humilla. Cuando era ladrón y proxeneta, contrario a la vida de cobrador, tuvo lujos, conoció la abundancia. Estaba mejor.
Lo de antes es narrada con pericia narrativa; los personajes agrandan la propuesta realista de Spota cuando sueñan y al contraponer la realidad con el alucine (como ocurre en Breve tiempo del imposible) el lector tiene una densidad mayor de lo que implica ser parte de la clase media. Chacón y Spota nos recuerdan que elegir adecuadamente la perspectiva para narrar un hecho es el primer acierto que debe propiciar todo escritor.