EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Atenco: señales ominosas

Humberto Musacchio

Mayo 12, 2006

¿Qué pasará el 3 de julio si gana Andrés Manuel López Obrador y el gobierno foxista y el PAN se niegan a aceptarlo? No sería la primera vez que eso sucediera en México. La historia mexicana del siglo XIX abunda en casos en que la derecha desconoció a gobernantes legítimos y llevó al país a la guerra civil. En pleno siglo XX nuevamente la derecha católica, luego alineada en el PAN, se negó a aceptar las leyes de la República y lanzó a sus bandas armadas contra los poderes constituidos en lo que se llamó la guerra cristera.
El fantasma del golpismo está presente y lo confirma la campaña goebbelsiana que insiste en calificar como un peligro para México al candidato del PRD. Lo mismo hacían los nazis: declaraban que los judíos, los gitanos, los homosexuales, los comunistas y los socialistas eran un peligro para Alemania y sencillamente los perseguían y asesinaban.
Hoy, la saturación de anuncios en el mismo sentido sienta las bases para desatar la persecución si los resultados electorales no favorecen a la derecha. Será el corolario del impúdico chorizo de encuestas que ya le inventó a Felipe Calderón una popularidad de papel. Será la consecuencia lógica de la campaña de mentiras, amenazas y descalificaciones que despliegan, esperemos que gratuitamente, algunos articulistas y que magnifica alegremente la televisión comercial.
Resulta curioso que en México, el único país del mundo donde existe una guerrilla legal, los líderes de ese grupo armado se puedan pasear encapuchados sin que la policía los moleste. Poco importa que el Subcomandante Cero, o como se apode ahora, diga que llamará a la insurrección contra quien resulte elegido presidente, pues lo llevan a la televisión, le conceden una hora a sus bravuconadas y, por supuesto, lo hacen declarar que ganará López Obrador, pues de esa manera le dan la coartada a quienes acusan al abanderado perredista de estar vinculado a Marcos, como antier lo dijo Felipe Calderón en Naucalpan.
El mismo Calderón acusó irresponsablemente a López Obrador de estar ligado a los hechos de Atenco. Por supuesto, el candidato del PAN no puede probar lo que dice, pero da pie para sospechar que lo ocurrido no fue casual. En medio de la guerra de lodo desatada por los panistas, no resulta descabellada la hipótesis según la cual en Atenco, ciudadela de zapatistas, eperristas, Panchos Villas y otras corrientes del mismo talante, agentes infiltrados del gobierno federal participarían alegremente en el cotidiano torneo de radicalismos en que vive desde 2002 ese municipio hasta generar un enfrentamiento como el de la semana pasada, para luego responsabilizar al PRD y a su candidato por lo sucedido.
Conforme al libreto de esa película que está en la mente de muchos escépticos, el conflicto se iniciaría en Texcoco, un municipio perredista, y el pretexto sería que a ocho vendedores de flores provenientes de Atenco –ocho y sólo ocho—se les impediría poner sus mercaderías en la vía pública. Las informaciones dicen que no casualmente un centenar de atenquenses armados de machetes estaban ahí ese día para apoyar a sus paisanos y así lo hicieron.
La proverbial incapacidad de la policía municipal y la tragicómica ineficiencia de la policía estatal extendieron el conflicto a una amplia zona y hasta ahora no resulta claro si la Policía Federal Preventiva intervino en los choques o sólo se limitó a presenciarlos. Lo cierto es que además de un muchacho muerto aparentemente por un arma policiaca, se produjeron lesionados en los dos bandos y milagrosamente algunos policías linchados por los civiles se salvaron de la muerte.
El motín duró 24 horas y a la mañana siguiente miles de policías estatales, con la misma cobardía y torpeza del día anterior, tomaron el Palacio Municipal de Atenco, detuvieron a más de 200 personas y ante las cámaras de televisión y los fotógrafos golpearon con sevicia a los detenidos. Más tarde se supo que habían violado a decenas de mujeres e incluso a un hombre. Extranjeros que se encontraban en el lugar y que no participaron en la refriega fueron expulsados del país, pese a que uno de ellos llevaba consigo un amparo.
Hay responsabilidades en que incurrieron el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, y el director de Migración del gobierno federal, quienes tendrán que responder por ellas. Pero existen otros aspectos preocupantes en torno al caso de Atenco. El principal, que lejos de atender a una comunidad con problemas, los gobiernos federal y estatal dejaron que se incubaran rencores que ahora salieron a la superficie y se tradujeron en hechos de violencia.
Lo peor para el gobierno federal es que Atenco se suma a Acapulco, Nuevo Laredo, Tijuana, Lázaro Cárdenas y otros puntos donde los poderes constituidos nomás no pueden, donde las instituciones han sido socavadas por la ineficiencia, la corrupción y la provocación desde las alturas del poder. Lo obvio es que asistimos a un proceso de acelerado deterioro de la autoridad y la guerra de mentiras acabará por sepultar a sus autores en el mismo lodo que ahora lanzan.