EL-SUR

Sábado 27 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Atender factores de riesgo en adolescentes y jóvenes

Jesús Mendoza Zaragoza

Octubre 16, 2023

Una de las siete acciones nacionales previstas como parte de la agenda nacional para la paz en México a partir del Diálogo Nacional por la Paz, desarrollado en días pasados en la ciudad de Puebla por organismos de la Iglesia católica, es la atención a los factores de riesgo de adolescentes y jóvenes en sus contextos familiares y comunitarios.
Es sabido que adolescentes y jóvenes son altamente vulnerables ante los embates directos de la delincuencia organizada, que mira en ellos un botín para desarrollar sus proyectos ilícitos e ilegales. Por una parte, la mayoría de la población atrapada por los grupos criminales son adolescentes y jóvenes y, por otra parte, la mayoría de las víctimas de asesinatos y desapariciones son adolescentes y jóvenes. Ellos están expuestos al reclutamiento forzado masivo y a las adicciones a las drogas ilícitas, en una especie de esclavitud criminal.
¿De dónde procede la vulnerabilidad de adolescentes y jóvenes? Fundamentalmente, de dos espacios altamente descuidados por todos: la familia y la comunidad.
¿Qué está sucediendo en tantas familias que generan vulnerabilidad en adolescentes y jóvenes? Las familias son instancias de educación y de socialización para el desarrollo integral de cada uno de sus miembros. Son espacios en los que se aprende a forjar vínculos, a resolver conflictos, a desarrollar la identidad, a manejar las emociones, a vencer los retos, a acoger la diversidad y a descubrir que somos parte de una comunidad más amplia y del papel que jugamos en ella. En las familias se crean modelos de vida a partir de valores y de principios que impactan la vida social, las relaciones económicas y políticas; en ellas se establece el balance entre la persona y la comunidad, entre la vulnerabilidad para ser ayudados y la solidaridad para ayudar.
Necesitamos una nueva generación que reemplace a los adultos de hoy. Una generación con conciencia, sabiduría e inteligencia para vivir en comunidad integrada en la sociedad, una generación en la que la fraternidad y la paz sea una experiencia fundante que fortalezca las capacidades de construir, de crear, de servir y de vivir en la solidaridad. Esta generación no vendrá por generación espontánea. Necesitamos atender a las familias como lugares privilegiados que den fortaleza a los adolescentes y jóvenes de hoy, de manera que no se dejen atrapar en las redes de la delincuencia ni en las adicciones.
A su vez, hay que cuidar el tejido familiar tan averiado por factores externos. Uno de ellos y, quizá, el más importante, es el económico. La pobreza extrema y la desigualdad es uno de los flagelos que más inciden en las familias. El padre y la madre tienen que trabajar y descuidan a sus hijos, quienes tienen que buscar espacios de socialización alternos, que pueden ser de riesgo cuando el entorno está minado por la delincuencia común u organizada.
Por otra parte, urge la reconstrucción del tejido social como espacio de confianza y de solidaridad entre personas, familias y comunidades. La construcción o reconstrucción de lazos de confianza y solidaridad en las comunidades se caracteriza por habilitar espacios de encuentro y de convivencia en todos los entornos. En este sentido, la paz requiere la formación de una ciudadanía basada en la empatía, la justicia y el reconocimiento de la dignidad de las demás personas.
Estos lazos serán sostenibles y duraderos en el tiempo cuando se acompañen de estructuras de reciprocidad y se asuman como una responsabilidad de todos y de todas; es necesario recuperar la conversación ciudadana, el sentido de vecindad y la convivencia sana, y eso implica impulsar visiones empáticas y solidarias en todos los niveles y sectores sociales. Recuperar la confianza y solidaridad hará sostenible la paz.
Fortalecer la familia y la comunidad es requisito necesario para contar con una sociedad que tenga poder para transformar los contextos de inseguridad y violencia y hacer procesos sociales con impactos políticos para la construcción de la paz. Que las familias y las comunidades den condiciones de fortaleza a adolescentes y jóvenes en orden a que se conviertan en constructores de paz aportando sus energías, su creatividad y sus fortalezas.
Por su parte, los gobiernos tendrían que respaldar estas acciones con políticas públicas que fortalezcan a las familias y que ayuden a reconstruir el tejido social. Mientras que las escuelas, las universidades, las iglesias y las empresas pueden contribuir con la parte que les toca en el fortalecimiento de adolescentes y jóvenes, tanto en su identidad, como en sus relaciones para que puedan contribuir a la justicia y a la paz desde diferentes perspectivas.
Dos tareas se imponen para superar los riesgos de adolescentes y jóvenes en sus entornos familiares y comunitarios. El primero está en que las familias se conviertan en protagonistas para la construcción de la paz al ejercitar las tareas de la educación y de socialización, tan indispensables para una sociedad responsable. Y el segundo está en la reconstrucción del tejido social tan deteriorado por razones económicas, políticas y mafiosas, de manera que la comunidad se convierta en un referente de socialización, de movilización y de organización.