EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Aura García-Junco: la elegía y el martirio de la herencia

Adán Ramírez Serret

Febrero 23, 2024

 

 

La elección de la profesión, del futuro que marcará en definitiva nuestras vidas, tiene gradaciones importantes que radican en aquello a lo que se dediquen las madres y padres o quien sea que eduque a alguien.
Se heredan empresas, pequeñas o inmensas o deseos en la vida que usualmente tienen que ver con el dinero; se enseña que se debe trabajar toda la vida y que el objeto principal de esto es el dinero; se hereda y aprende que un buen futuro se traduce en bienes materiales; el placer y el arte son herencia de otra estirpe. De algunas excepciones, la rara especie que tiene la fortuna y desgracia de tener ascendencias artísticas en donde lo importante es dedicarse a aquello que te hace feliz, que amas y da satisfacción plena sin importar si da dinero o no; al placer mismo que normalmente está habitado por artistas.
Ser artista por decisión propia siempre es difícil, pero quizá haya algo más complicado que esto: ser descendiente de un artista es de las cosas más complicadas en la vida.
Es el caso de la escritora Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) en su más reciente libro Dios fulmine a la que escriba sobre mí, que es un homenaje, una crítica y un recuento de su padre, Juan Manuel García-Junco, mejor conocido en el medio literario por su seudónimo H. Pascal.
García-Junco abre el libro con un inicio lírico que remonta a sus días en donde el padre y escritor se fundían en uno solo cuando le leía de niña, “En el principio fue el verbo revestido de plumas, El pájaro belverde, cuantos folclóricos italianos que Ítalo Calvino recreó, y que mi papá me leyó una y otra vez, lámpara taciturna, cuartito de ladrillos rojos, su pelo aún castaño y el soplo de su voz clara entre dientes, bigotes, barba, cada una de las mil y una noches de mi infancia”.
La herencia de la literatura confluye igual en la infancia si el padre o la madre se dedican a la literatura o no; a fin de cuentas, no hay nada más usual que leer un cuento a una niña antes de dormir. Sin embargo, las cosas se van haciendo más complejas, cuando el padre es un excéntrico escritor que vive exclusivamente para la ciencia ficción y que publica revistas y plaquetes llenos de literatura fantástica y mujeres encueradas. Los libros son el centro de la vida y no solamente un momento feliz antes de dormir.
Luego de la etapa inicial lírica y fundacional en donde la niña se relaciona con su padre por medio de los cuentos fantásticos, García-Junco va directo a la sorpresiva muerte de su padre. Con quien nos vamos enterando, de eso va el epicentro del libro, tuvo una relación por demás conflictiva, pues se sentía un tanto ajena a él, a su mundo; al mismo tiempo que la consolidó de manera definitiva, pues ella es escritora al igual que él.
El padre es también de manera definitiva, una herencia material, que no es dinero, ni un negocio ni bienes materiales: le hereda libros. El material precioso de su padre al cual dedicó su vida y que fue su eterno acompañante en todas las mudanzas. El padre se ha ido, pero los libros permanecen y ahora son de ella de manera obligada, pues es la escritora de la familia, la heredera de ese padre escritor.
La narradora se lleva los libros de su padre a su casa, esto es tener una esencia de él ahora que no está. No necesariamente siempre placentera o lo es de manera particular; los libros, por ejemplo, tienen el aroma a cigarro, que ella siempre odió, y ahora que es huérfana es la forma de oler a su padre cuando se sumerge en las páginas. También los libros heredados son un peso, un lastre de un padre fallido.
Dios fulmine a la que escriba sobre mí es un descubrimiento entre páginas de un padre que es al mismo tiempo un enemigo del que distanciarse y una herencia que celebrar sopesándola, temiéndola y haciéndole una elegía aunque esto signifique ser fulminada.
Aura García-Junco, Dios fulmine a la que escriba sobre mí, Ciudad de México, Sexto Piso, 2023. 214 páginas.