Silvestre Pacheco León
Diciembre 30, 2024
(Segunda y última parte)
En la primera parte de esta historia sobre la ballena de Petatlán nuestro personaje el Tololoche va subido ya en el chilolo donde no falta quien lo conozca y salude.
–Qué andas haciendo primo hermano con este calor.
Entonces el músico inicia la gran mentira que movilizó a todo Petatlán un día de 1960 con el cuento de una ballena encallada en la playa de La Barrita.
–Voy a un mandado, a ver si consigo un trascabo. Los de las ramadas quieren quitar una ballena que trajo el mar, dicen que va a apestar toda la playa si no la mueven orita.
–Joder, ¿y está grande el animal? –preguntó el paisano.
–Zanca, es tan grande como una casa, hasta espanta, verdá de Dios.
Para poner en contexto la plática debo agregar aquí que la playa La Barrita cuya jurisdicción corresponde al pueblo Loma Bonita, se localiza a unos 20 minutos de la cabecera municipal, a orillas de la carretera costera Acapulco-Zihuatanejo. Si el viajero que viene de Petatlán se hace curioso, luego de pasar Juluchuca, el pueblo de los dulces de coco y también de la sal de mar, la carretera comienza a serpentear para subir a Loma Bonita, donde originalmente inició el asentamiento humano que luego dio vida al de La Barrita que se formó frente a la playa.
En la época de la historia que cuento el poblado se había convertido en un lugar poco recomendable para visitarlo porque no pasaba un fin de semana sin que apareciera debajo del puente un acuchillado muerto.
Y como ninguna autoridad se ocupaba del caso, la vida de los habitantes transcurría entre el miedo y las conjeturas acerca del asesino. Unos apuntaban a trasmano al borracho con fama de peleonero, y hasta platicaban como hecho verídico que el sujeto se aprovechaba de los que se pasaban de copas los fines de semana y los encaminaba hasta el puente donde los acuchillaba nomás por puro gusto.
Otros sospechaban de un fuereño llegado de la sierra que vivía en las orillas del pueblo.
Las pláticas sobre los acuchillados no sólo quedaban entre los adultos, sino que se reproducían entre los niños y eran materia de discusión.
Pero eso se supo después, y es larga la historia porque tuvo que ver con la escuela primaria fundada por el profesor Félix Echeverría quien llegó en aquel tiempo recién egresado de la escuela normal de Ayotzinapa quien la registró con el nombre del ilustre diplomático y escritor don Justo Sierra.
Precisamente el nombre, o más bien el apellido Sierra aparecía en las grandes discusiones de los niños porque quienes creían que el asesino que tenía asolado al pueblo era el hombre llegado de la sierra señalaban como sus partidarios a todos los que tenían que ver con la escuela.
Los papás pidieron apoyo al maestro para que hablara con el alumno para que cambiara de opinión y regresara a la escuela pero no transigió en su postura, hasta que le preguntó al niño sus razones y fue cuando los adultos descubrieron el impacto de los muertos en el pensamiento de los niños.
El menor respondió al interrogatorio del maestro diciéndole que no podía ir a una escuela que era del fuereño asesino. “Mis compañeros dicen que el asesino se llama Justo Sierra”.
Pero más allá de esas anécdotas que se contaban en Loma Bonita, con la fama de los muertos nadie de Petatlán veía como atractivo ir a pasarse un día a la playa de La Barrita, así que la apuesta del Tololoche de que llenaría las enramadas de visitantes tenía todas las de perder.
Pero también se dice que de lo ocurrido entonces creció la fama de que Petatlán le ganaba a su vecino San Jeronimito en la invectiva de los chismes y en lo comunicativos que son. Así quedó establecido después de la mentira que inventó El Tololoche y que se escuchó en todo el camión, pues entre los pasajeros se contaba un grupo de muchachos que estudiaban en la UAG, también venía una maestra de la escuela de las monjitas y algunos comerciantes del centro, quienes al oír de la aparición de la ballena en la playa, sin ponerse de acuerdo, en cuanto llegaron al pueblo comenzaron a diseminar el cuento como si todos hubieran sido testigos de la aparición de la ballena.
Lo pasmoso del caso fue que casi de inmediato los estudiantes regresaron para llegar a la playa queriendo confirmar lo que habían escuchado en el chilolo, pero con el agravante de que en vez de contar la verdad sobre la ausencia de tal ballena, para no pasar como demasiado ingenuos y curiosos, a su regreso confirmaron como cierto lo que había contado el músico.
Tanto el cuento del Tololoche como lo agregado por los jóvenes despertó mayor curiosidad entre los estudiantes de secundaria que en masa abandonaron la escuela consiguiendo entre los papás el aventón para no quedarse sin conocer el animal semejante al que la biblia cuenta que se tragó al profeta Jonás y se mantuvo vivo en su panza como castigo que Dios le impuso por negarse a viajar hasta Sodoma y Gomorra para poner al tanto a sus vecinos de que ambas ciudades serían destruidas.
Pronto el chisme de la aparición de la ballena llegó hasta la escuela de las monjas que más apegadas a las escrituras del viejo y nuevo Testamento quisieron ser parte del acontecimiento y luego de cancelar las clases se movilizaron hacia la playa en una excursión masiva.
El rumor de tanto movimiento para ir a la playa cundió con tal fuerza que pronto se extendió en todo el pueblo. El padre Goyito, responsable del santuario del padre Jesús de Petatlán tampoco puso en duda la llegada de semejante pez y con el argumento de que podía ser una “señal” de algo invitó a sus feligreses a que acudieran para dar fe de tan grande suceso y en una carreta jalada por bueyes donde se subió quien pudo, marchó el padre hasta la playa.
El presidente municipal declaró día de asueto y dispuso que todos los vehículos del ayuntamiento se pusieran a disposición de quienes quisieran ir a La Barrita de manera gratuita.
Cuentan que ese día se movilizó todo medio de transporte, camiones chilolos, camionetas de trabajo, carretas de las huertas, tractores y hasta caballos. Todas las actividades se paralizaron en la ciudad, el comercio, las escuelas, el palacio, la iglesia. El pueblo se movilizó como en una gran fiesta para atestiguar la aparición de la ballena en su territorio.
Fue tan grande el acontecimiento de la ballena inventada que cuentan que hasta El Tololoche puso en duda su chisme.
¿Que tal si de veras es cierto? Y sin esperar más regresó por la tarde a La Barrita solo para constatar que, efectivamente, la playa se había llenado más que en Semana Santa y que las enramadas habían agotado toda la comida y bebida que tenían almacenada. Los cocos, las cervezas tibias y los refrescos se terminaron y hasta el agua simple que los vecinos siempre ofrecían a los visitantes de manera gratuita ese día se vendió más cara que el agua bendita.
Satisfecho con el efecto que había tenido su chisme el Tololoche regresó a su casa pensando en lo bien que la pasaría cobrando la apuesta.
Al día siguiente se paseó muy sin pena por la playa.
–¿Qué pasó primo, qué andas haciendo por aquí? –le dijo el de la enramada.
–Vengo a ver qué fue lo de la ballena primo –le respondió mientras recibía el cartón de cerveza que le tenían guardada.