EL-SUR

Sábado 22 de Marzo de 2025

Guerrero, México

Opinión

Ballenas

Silvestre Pacheco León

Diciembre 23, 2024

(Primera de dos partes)

En Zihuatanejo estamos en temporada de ballenas. Dejan su lugar preferido en estos tiempos de frío invernal para buscar los mares tibios de la costa mexicana.
No sé qué tan cierto será pero he escuchado comentarios que por el calentamiento global nuestras aguas se vuelven cada vez más calientes, lo que influye para que las ballenas muden de lugar yendo cada vez más al sur de continente, pues no hace muchos años su presencia era en el mar de Cortés en Baja California.
Por esa razón se dice que las ballenas son de aparición reciente en Zihuatanejo aunque esporádicamente se han visto algunos ejemplares dentro de la propia bahía.
Esa experiencia con la tortugas ha abonado en la idea de los ambientalistas de que se puede prevenir cualquier daño contra los cetáceos divulgando lo que se conoce de ellas bajo el criterio de que solo se puede querer lo que se conoce y que para emprender cualquier defensa o cuidado de algo se debe comenzar por quererlo.
Por eso en el propósito de los activistas de Diversum que encabeza el biólogo Carlos Candelaria en su empeño por divulgar todo lo que ha investigado en largos años de estudio como representante de la UNAM en el módulo que funciona en Zihuatanejo como parte de la escuela de Ecología que tiene su sede en Morelia.
En mi idea de participar en la parte de conocimiento popular que se tiene de todos los ejemplares de la flora y de la fauna que componen la diversidad de nuestro medio hoy me corresponde el tema de las ballenas del que los especialistas hablarán en un próximo sábado en la parte que el Ecotiánguis Zanca dedica a la cultura.
No debo dejar de comentar que una lectura reciente me llevó a un recorrido por mares ignotos conociendo la historia de Moby Dick a través de la brillante escritura del norteamericano Herman Melville quien para conocer la vida de las ballenas se embarcó en un ballenero y estudió por años a estos cetáceos, divulgando las características de su hábitat, y aportando a su clasificación científica sin olvidar a los que se dedican en los mares del mundo a su caza y quienes han hecho de sus derivados una industria con un enorme valor económico.
Hace apenas unas semanas tuve la oportunidad de asistir a una sesión de un famoso actor de teatro que se presentó en Bellas Artes y mediante la técnica de los Cuenta Cuentos deleitó a su audiencia con la historia de Moby Dick.
A diferencia de las tortugas cuya matazón a punto de exterminarlas llenaba de pestilencia buena parte del pueblo, su cuidado por parte de la sociedad logró recuperar la población de ese quelonio y equilibrarla en menos de 20 años.
El antecedente más antiguo que se conoce en estas tierras sobre las ballenas es de cuando una de ellas encalló en una playa cerca de Ixtapa en la década de los 20s, cuyo cadáver dio el nombre al cerro que hoy se conoce como la Hedionda en el parque Aztlán por la fetidez que desplegó por toda la zona. Fuera de ella lo poco que el pueblo sabía de las ballenas era lo que dice la biblia, de aquella que se tragó a Jonás, el predicador echado al mar en un intento por salvar el barco que se hundía.
Dice la biblia que el profeta Jonás estuvo tres días y tres noches en la panza del gran cetáceo como castigo por desobedecer a Dios al negarse a ser portador de la noticia que prevenía a Sodoma y Gomorra de su destrucción. Quienes creían en esta historia estaban agradecidos que dichos animales marinos habitaran en los mares fríos, muy lejos de las aguas tibias de nuestra costa, aunque la curiosidad por conocerlos nunca fue menor que sus creencias.
Por eso tiene sentido que la gente de Petatlán se inquietara cuando se propaló la noticia de que uno de esos ejemplares había encallado en la playa de la Barrita, frente a las enramadas.
En esa historia que revela la cultura local de los petatlecos, crecidos en un ambiente ausente de novedades, acaso ingenuos, conformes y satisfechos con las explicaciones sobre el mundo que daba el padre Goyito, guía espiritual y único responsable del santuario del Padre Jesús, le resultó fácil al ideólogo popular conocido popularmente como el Tololoche, cuya fama de músico en el grupo donde tocaba era la facilidad con la que con su cuerpo escuálido cargaba el enorme instrumento de cuerdas con el que tocaba, y también del ingenio muy natural que tenía para inventar cuentos que mucho hacían reír a quienes lo escuchaban.
El Tololoche, en todo caso, tuvo el ingenio para llevar a la mayoría de los petatlecos a la playa de la Barrita un día cualquiera, inventando la aparición de una ballena en territorio petatleco.
Eso a pesar de que ya en el pueblo se conocían las mentiras y bromas del músico quien una vez, paseando con sus amigos en la playa los asustó fingiendo una convulsión y desmayo para que lo llevaran cargando en una hamaca hasta el Centro de Salud, de donde se levantó y se alejó muriéndose de risa porque lo habían traído sin caminar.
Pues la historia de la aparición de la ballena fue uno más de sus chistes, quizá el más memorable del músico aficionado a la bebida, como todo buen costeño.
Estaba en la playa de la Barrita mendigando una cerveza entre los enramaderos, aunque fueran tibias porque en ese tiempo no había refrigeradores y el hielo llevado desde la cabecera se deshacía en un dos por tres.
Los enramaderos pasaban el día aburridos acostados en la hamaca esperando la llegada de algún cliente que nunca aparecía.
Fue entonces cuando al Tololoche se le ocurrió hacer una apuesta que el dueño de la enramada aceptó sabiendo de antemano que nada perdía.
–Si me das un cartón de cerveza te lleno la enramada, lo retó.
–Órale, házmela buena Zanca, y te doy hasta dos.
Luego el Tololoche se despidió y caminó hasta la carretera para esperar el paso del chilolo rumbo a Petatlán.
En el camión no faltó un paisano que lo reconociera y le preguntara qué andaba haciendo.
–¿Qué pasó primo, qué andas haciendo en la Barrita?
–Ando ayudando a mover una ballena que trajo el mar a la playa y casi se metió a una enramada. Me mandaron buscar un trascabo para remolcarla. Quieren tirarla lejos porque si no, imagínate, la pestilencia no se va a aguantar en toda la playa.