Anituy Rebolledo Ayerdi
Septiembre 20, 2007
(Segunda de tres partes)
La voz
México constituyó un paso decisivo en la carrera de Beny Moré –opina el sonero cubano Miguelito Cuní. No sólo porque allí empezó a paladear los favores de la fama, sino porque, a mi juicio, se terminó de “hacer” como gran cantante. Fue en el país azteca donde cultivó los graves que no poseía al partir, por eso al escucharlo a su regreso me dije: ¡muchacho, ahora sí que está completo!
Una voz con la que hacía lo que le venía en gana, en todos los registros, tonalidades y tiempos. Una voz con timbre cristalino de tenor, afinación perfecta y capaz de alcanzar matices profundos. Todo ello redondeado por su gran capacidad de improvisación y el aliento poético de sus boleros.
Para mí, dice finalmente quien fuera cantante de la Gran Banda, Beny ha sido el cantante más polifacético que ha tenido Cuba.
Una voz providencial y una personalidad magnética –refuerza su paisano Francisco de Alencar. Risueño, expresivo, espontáneo, ocurrente, cordial y agresivo cuando la ocasión lo requería. Como aquella en la que le rompió una silla en la cabeza a un empresario tramposo.
Beny guardará un recuerdo particularmente grato de su estancia en México. Su paso por un conjunto con la crema y nata del son cubano y cuya fugacidad le impidió dejar registros fonográficos. Lo integraron las percusiones de Enrique Tappam Tabaquito, Silvestre Méndez, su hermano Justi Barreto y Antonio Díaz Mena Chocolate; el bajo de Humberto Cané, y las trompetas de Alejandro Cardona, Manolo Berrio y Lucas Hernández Caramelo, además de Kiko Mendive supliendo las ausencias del Sonero Mayor. ¡Pinchemente!, dijo aquél. Los únicos testimonios del mismo se guardan en las películas En cada puerto un amor y Novia a la medida.
Consentido en México, Beny era un reverendo desconocido cuando regresa a Cuba en 1951. Con solo dos números suyos sonando en la radio (Bonito y sabroso y Pachito e’che) se incorpora a la orquesta de Ernesto Duarte para hacer del bolero de este, Cómo fue, una creación imperecedera. Diletante de Sara Vaughan y Glenn Miller , el Beny se incorpora a la jazzband de Bebo Valdez, quien hace bailar a media Cuba con su nuevo ritmo La Batanga.
(Es el mismo Bebo Valdez que en 2002, a los 84 años, crea en España el discazo Lágrimas Negras, con el cantante de flamenco Diego El Cigala).
El oído
Nuestro personaje se unirá más tarde a la Orquesta Aragón (Silencio, Cuatro vidas), imprescindible en los bailes populares de La Habana. El triunfo y el dinero le empiezan a sonreír pero el Beny no está satisfecho. El persigue un sueño desde muy joven. El sueño de tener su propia orquesta, ni más ni menos que como la Big Band de Gleen Miller o la de Benny Goodman.
¿Dirigir una Gran Banda sin saber música?, se preguntaban quienes conocían el proyecto dudando algunos de su realización. Otros, por el contrario, hablaban de Beny como un predestinado –¿no es acaso autor de la letra y de la música de todas sus creaciones?, considerándolo capaz de eso y más. El propio Moré aceptaba:
–Es cierto, de música no sé ni papa y mucho menos de dirección orquestal. Ahora que cuando quise estudiarlas, el maestro González Mántici me corrió de su casa. ¡Vete, me dijo, estudiar música es lo peor que podrías hacer! Ora que sí tengo un oído completo.
Ese oído completo lo había descubierto Beny desde muy pequeño. Primero inmerso en los rituales afrocubanos, pródigos en cantos y bailes, practicados por su familia ligada a la comunidad bantú. Y ya adolescente cuando cantaba con su guitarra en restaurantes y cantinas alargando su sombrero: “apoyo para el artista cubano”.
Alternará el canto callejero con el corte de caña y la venta de frutas y yerbas medicinales, época temprana de su primer canción: Desdichado corazón. Recorre espigado y veinteañero varios grupos musicales hasta ser descubierto por el maestro Manuel Mozo Borguella, quien lo integra a su Conjunto Cauto ganando nombre y reputación como intérprete.
El Bárbaro del Ritmo
Cuenta Israel Castellanos, integrante de la Gran Banda, que un día estaban en una esquina de Santiago cuando pasó junto a ellos una muchacha buenísima. Beny la sigue con la mirada hasta perderla para luego exclamar:
–¡Chico, pero qué hembra tan bárbara!
Un tercero, al que Castellanos no identifica, corregirá:
–No, mi hermano, ¡el bárbaro eres tu!
Esa misma noche, el locutor Ibrahím Urbino, de la CMKC, presentará a Beny como El Bárbaro del Ritmo, título que lo acompañará por siempre.
La gran banda
Contra todos los pronósticos Beny Moré funda su gran banda en 1953 y se le escucha por primera vez en la radioemisora habanera CMQ. Él la llama Orquesta Gigante de Estrellas Cubanas y en la intimidad “mi tribu”. Se trata de una jazz band para música cubana compuesta por saxofones, trompetas, trombones y ritmos.
El propio director se ha encargado de seleccionar a los mejores ejecutantes de la isla y entre quienes figuraban los pianistas Peruchin Justiz y Eduardo Cabrera. Ellos se encargarán de escribir los arreglos orquestales con base en las ideas tarareadas por Beny.
Tanto Israel Castellanos, El Muela, delegado de la banda, como el trombonista Generoso Tojo Jiménez, son aludidos por Beny en la memorable grabación de su pieza ¡Que bueno baila usted!. “¡Castellanos que bueno baila usted”!… ¡”Generoso, que bueno toca usted!”, les dice. Vendrá enseguida un virtuoso solo de trombón para finalizar con un reconocimiento coral: “¡Beny Moré, que buena banda tiene usted!”.
Baterista y cantante de la agrupación , Rolando Laserie será más tarde intérprete de boleros y guaguancós . En México alcanzará gran popularidad como El Guapachoso, siempre sonriente y tocado con boina o sombrero. (Tenía que ser así y Déjenme en paz). Su paisano, amigo y prestigiado escritor Guillermo Cabrera Infante lo ubicará como el segundo mejor cantante de Cuba, después de Beny, naturalmente.
Tin Tan
Hablando de imagen, no faltarán quienes califiquen de estrafalaria la del lajero que no lajeño. Vestía pantalones “bataholas” (guangochos) fajados muy arriba de la cintura y sostenidos por tirantes. La chaqueta muy larga casi llegando a las corvas, como las usadas por Germán Valdez Tin Tan en su caracterización de pachuco. Los zapatos combinados, el sombrero guajiro o la boina española. Fuera de Cuba usará traje ancho, sombrero alón y bastón en la mano.
El médico del Sonero Mayor, doctor Luis Ruiz, justificará más tarde aquella forma extravagante de usar los pantalones. A Beny le resultaba intolerable ceñirlos normalmente con cinturón a causa de un tumor que padeció estoicamente a la altura del ombligo, reveló.
El Bárbaro del Ritmo tendrá con su Banda Gigante una recepción triunfal en México, emprendiendo desde aquí una exitosa gira por varios países latinoamericanos y los Estados Unidos (1955-56). Participará en la fiesta del Oscar jolibudense cantando no con su orquesta sino con la de Luis Arcaraz.
Plagio
A propósito de este compositor mexicano (Bonita, Viajera, Muñequita de Squire, Prisionero del mar). Arcaraz encarará en los Estados Unidos un enojoso diferendo con su par cubano Ernesto Lecuona, sin duda uno de los más grandes músicos de todos los tiempos (Siboney, Noche azul, María la O, Canto Karabalí).
La manzana de la discordia fue la canción Sortilegio, de Luis Arcaraz, a la que Lecuona le encontrará un enorme parecido con la suya Siempre en mi corazón, usando incluso la palabra plagio. El reclamo se da en torno a la negociación de la pieza como tema central de la película Always in my heart, del consentido actor jolibudense Gregory Peck. Mismo que al final actuará como Salomón para evitar el escándalo y los tribunales. Las regalías generadas en Latinoamérica por Sortilegio serían para el mexicano y las del resto del mundo para el cubano. El juramento se hará sobre un pentagrama.
La cubanidad
Mucho antes y después de la estancia de Beny Moré en México, los artistas cubanos se movieron en el país como Pedro por su casa. Aquí radicó la influyente actriz y vedette Rosita Fornés, casada con el cómico Manuel Medel (Pito Pérez), dueña de una amplia filmografía mexicana. No faltaron los monstruos sagrados de la radio cubana Rita Montaner (Noche azul, Júrame) y el bolerista René Cabel, El Tenor de las Antillas (Inolvidable, Peregrina, Señora Tentación).
El Indio Fernández seleccionará al Son Clave de Oro, con Orlando Guerra Cascarita, para ponerle ritmo a su película Salón México (1948), una de las 100 mejores del cine mexicano. Otros de sus vocalistas fueron Moscovita y Chepilla.(Un meneíto na’má, Chacumbele, Camina como Chencha, La Negra Leonor).
Voces y sonidos orquestales de Cuba cubrieron por varios años los programas de mayor rating en la XEW (“La voz de América Latina desde México”) patrocinados por la sal de uvas Picot, los cigarros Casinos Imperial, el ron Huasteco Potosí y los refrescos Gran Mister Q y Orange Alea.
Allí estuvieron Beny, por supuesto, Celia Cruz, Olga Guillot, Celio González, Acerina, la Sonora Matancera, Bola de Nieve, la orquesta Casino de la Playa, Juan Bruno Tarraza, Ernesto Lecuona y sus Cubans Boys y Miguelito Valdez, cantante de la orquesta estadunidense de Xavier Cugat. A Miguelito se le conoció como Míster Babalú (Taboga, México, yo te canto) por ser abanderado del afro de ese nombre, original de Margarita Lecuona, hermana de Ernesto. La muerte lo sorprenderá cantando en un escenario colombiano.
Creado por los propios dioses orishás, el Cuarteto D’Aída formado por Elena Burke, Moraima Secada y las hermanas Omara y Haydé Portuondo (Yényere cumae, El bombón de Elena). Julio Gutiérrez (Inolvidable, 1946), sí, la de Luismi, y Llanto de Luna); Los Hermanos Rigual (Corazón de melón, Cuando calienta el Sol); René Touzet, pianista y director de orquesta (No me importa saber, La noche de anoche); Moisés Simons (El manicero, Martha); Mario Fernández Porta, pianista (Qué me importa, No vuelvo contigo), Julio Brito (Amor de mi bohío) y Orlando de la Rosa (Vieja luna, No vale la pena).