EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Bernardo Esquinca: los otros mundos que nos habitan

Adán Ramírez Serret

Diciembre 26, 2020

Hay escritores como Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972), que cambian el enfoque literario. No sólo la hacen con cada texto que escriben –sobre este escribiré unas líneas adelante–, también redimensionan el acto de leer por la forma en que interpretan los textos con nuevos gustos y búsquedas frescas.
El canon literario siempre es móvil y autores que en algún tiempo fueron imprescindibles, años después son olvidados por completo y viceversa. Hay Premios Nobel de Literatura que pocos recuerdan, y que parece obra de la crueldad que se les haya elegido sobre otros que ahora leemos y que nos parecen imprescindibles y que fueron olvidados en su tiempo.
Yo he tenido el privilegio de conocer a muchos escritores y unas de las cosas más apasionantes, es no sólo saber aquello que leen sino cómo lo leen.
El caso, por ejemplo, de Emilio Carballido y su amor por Aldous Huxley o Raymond Chandler, de quienes amaba el ingenio de las tramas; J. M. Servín, quien transforma de inmediato el gusto de su interlocutor por sus lecturas profundas y viscerales de Hunter Thompson o Jack London, o Bernardo Esquinca, quien es una apasionado de películas y series de terror, de Stephen King y de mucha literatura que las “altas esferas literarias” desprecian. Todo aquello que antes era visto como barato –la sangre y los muertos–, tiene una recuperación gloriosa en Esquinca. No sólo porque los lee y los interpreta, sino por la forma en que se asimilan en sus libros.
Esquinca es un escritor disciplinado que desde hace al menos 10 años se ha dedicado a consolidar una obra que ya es una referencia clara en la literatura del género del terror y del suspenso en México y en Latinoamérica. Su saga Casasola es literatura obligada para los amantes del género, su homenaje a Poe con la novela Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Alla Poe, es un ejercicio humilde y amoroso, y por lo tanto, muy ligero, al creador de terror que sufría pesadillas tan grotescas como las de sus célebres cuentos como El retrato oval o El gato negro.
En el cuento, Esquinca, también se ha consolidado de manera categórica e incluso, algunos de sus historias han sido llevadas a la pantalla.
En su más reciente entrega, El libro de los dioses, Esquinca se consolida como un gran artífice del género breve con relatos como 15-11-29, el cual puede ser utilizado en cualquier clase sobre la técnica del cuento, porque nada le sobra o le falta, y se resuelve la historia en la última palabra del relato. Aquello que de manera hipotética reclamó Piglia a Borges, y le decía que La forma de la espada era un cuento fallido porque sobraba el último párrafo.
Decía que las lecturas de Bernardo se consolidan precisamente en sus cuentos. Sucede así porque ninguno es aburrido; ninguno intenta deslumbrar al lector con su erudición o virtuosismo, sino más bien pretenden algo, que por extraño que parezca, sucede poco en la literatura mexicana: ser atractivos y divertidos. Mujeres que copulan con pulpos, mecenas grotescos, alumnas enigmáticas y rituales eróticos son algunos de sus contenidos.
Todos los cuentos suceden en atmósferas misteriosas, bibliotecas enigmáticas y en tiendas de antigüedades mágicas. Dan ganas de quedarse a vivir en ellos para esperar las aventuras.
Los durmientes es el relato que abre la antología, en lo personal mi favorito, pues comienza con un cachalote que encalló en la playa y termina hablando de religión antigua.
El libro de los dioses nos lleva por diferentes rumbos, nos apasiona con historias enigmáticas que nos dejan en lugares diferentes de la conciencia; en mundos que no sabíamos que habitaban nuestra cotidianidad.
Bernardo Esquinca, El libro de los dioses, Ciudad de México, Almadía, 2020. 199 páginas.