EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Bernardo Esquinca: nuestra sangre y terror

Adán Ramírez Serret

Junio 24, 2017

Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972) es sin duda uno de los escritores más leídos y más originales dentro de la escena literaria mexicana. A sus 45 años ha publicado un libro de ensayos, tres de relatos y cinco novelas. Su obra, catalogada como “ficción de lo extraño”, es un justo homenaje a tradiciones literarias mexicanas un tanto menospreciadas, como el cuento, el gusto por las historias paranormales y también por la muerte y la sangre. Esquinca está tan consciente de esta ascendencia, que junto al cronista y poeta Vicente Quirarte, realizó una antología en dos tomos, Ciudad fantasma. Relato fantástico de la Ciudad de México (XIX-XXI), relatos clásicos y modernos ambientados en la Ciudad de México.
Sus libros de relatos Los niños de paja (2008), Demonia (2012) y Mar Negro (2014) han sido denominados a posteriori por el mismo Esquinca como “La trilogía del terror”. Son historias, en efecto, sangrientas que van desde una de zombis en el 2 de octubre de Tlatelolco hasta un paradójico cuento sobre una mujer que practica un amarre para conseguir marido.
También, Bernardo Esquinca ha escrito una saga, una serie de novelas de suspenso, con un periodista-detective, Casasola. La obra que abre el ciclo (recientemente reeditada) es La octava plaga (2017). Una novela en donde los insectos quieren acabar con los humanos para ser de nuevo los únicos amos de la tierra. Una historia que desde el nombre hace alusiones a castigos bíblicos. Aquí aparece Casasola. Un frustrado escritor que devino en periodista cultural que ahora se encuentra trabajando como reportero de nota roja nada más y nada menos que en la Ciudad de México. Así es como este protagonista, bastante quisquilloso y miedoso, por buscar hacer una buena nota termina por ser detective y naturalmente por poner su vida en peligro.
Con una escritura directa y horizontal, Esquinca abre la serie y nos interna en lo que será una constante en sus novelas: las cantinas y muladares del Centro Histórico; entramos sin duda en las entrañas de la ciudad. Urbe sobre la cual reflexiona Casasola: “Nadie puede escapar de esta ciudad, aunque se vaya de ella… es imposible evadirla, porque esta ciudad está construida con miedos”.
La octava plaga, como ya dije, es una novela que recupera la nota roja dejando atrás ciertas posiciones petulantes. Le dice su ex esposa a Casasola: “Ustedes los intelectuales sólo se fijan en lo que consideran sublime y pierden de vista lo más terrenal y esencial…” Y continúa más adelante, citando a Ernesto Sabato, “tras leer las mentiras de los políticos, uno se topa con la verdad en las páginas policiacas”.
En Toda la sangre (2013), Casasola, para escribir una nota sobre los vagabundos del Centro Histórico, tiene que convertirse en uno de ellos; su jefe lo obliga a vivir y dormir en la calle sin un peso en la bolsa. Es una novela en donde comienzan a suceder crímenes rituales que recuerdan los sacrificios aztecas; y en dónde debajo de la Plaza de la Constitución, aún palpita la Gran Tenochtitlán.
En la entrega más reciente, Carne de ataúd (2016), Esquinca da un salto hacia atrás en el tiempo y nos encontramos en pleno Porfiriato; en donde el abuelo de Casasola debe enfrentarse al Chalequero, contemporáneo de Jack El Destripador y el primer asesino serial del que se tiene noticia en nuestro país. Y hay documentos de él porque coincide precisamente con el nacimiento de la nota roja en México. Casasola, como hasta ahora en toda la saga, por huir de sí mismo termina por ser un improvisado detective y termina por enfrentarse a lo que más teme: a los insectos en La octava plaga, a un fanático asesino en Toda la sangre y a un sanguinario en Carne de ataúd.
Es ahora un buen momento, pues, de internarse en la obra de este novelista y así estar listos para Inframundo, su próxima entrega de la saga.
(Bernardo Esquinca, La octava plaga, Oaxaca, Almadía, 2017. 224 páginas).