EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Bikinis de lectura

Federico Vite

Julio 10, 2018

Con el descaro y el agrado de estar solo (aunque esa soledad sea multitudinaria), uno emprende la lectura y suelta el libro cuando ya no quiere seguir con esa historia (símil del noviazgo, del amasiato o del matrimonio). Tal vez el bullying sea una taxonomía del crítico literario, pero antes de alargar nuestras ideas sobre la planicie de un proyecto veraniego (noviazgo, amasiato o matrimonio; aparte de ejercer la crítica literaria), pienso en tres libros; uno de ellos es Everything is illuminated (Houghton Mifflin, USA, 2002, 276), de Jonathan Safran Foer (ya circula la traducción al español de Todo está iluminado).
Vuelvo a este libro porque no creo que pueda ser tan bueno como lo recuerdo. No es que destruya lo que amo, sino que simple y sencillamente revisito ciertas historias para aprender de los errores ajenos.
Un joven judío norteamericano, llamado Jonathan Safran Foer, inicia un viaje en busca de sus orígenes y ese motor, el pasado, lo lleva hasta Ucrania. Supone que ahí encontrará a la mujer que presuntamente ayudó a su abuelo a escapar de los nazis. En el periplo, Safran es acompañado por Alex (un joven que funge como traductor y su incipiente dominio del inglés propicia aciertos humorísticos en el relato), el abuelo de Alex y un perro. Durante el recorrido, tan cómico como trágico, se expone el estrecho vínculo entre el pasado y el presente del protagonista. Esta novela debut mereció el aplauso de la crítica en Estados Unidos, porque el autor recurrió al humor para abordar los daños de la guerra.
En el libro, la evocación de Trachimbrod renueva el problema teológico sobre la existencia del mal. Ante la posibilidad de que el pogromo de Trachimbrod constituya una prueba sobre la fe de los judíos, Augustine, la única superviviente de una familia, manifiesta su incredulidad en un Dios que impone proezas colosales; por tanto, creer en el hombre es un fracaso. De esa tamaño es la empresa del autor: ser optimista en el infierno. Así que recrear Trachimbrod, donde los polacos asesinaron a sus vecinos judíos, impide ser positivo y esa sustancia, la duda maléfica, permea el libro, pero gracias a las elevadas dosis de humor, Safran deja que el lector experimente (recordemos que leer es un goce estético, un asunto sensitivo) emocionalmente el viaje, cuya meta es el autodescubrimiento, esa novedad renovada de ser uno mismo.
Safran recrea la vida de sus antepasados ucranianos, entre 1791 y 1943, habla de los cortejos, los matrimonios, los sucesos desafortunados y la salvación. Su novela nos confirma que el escritor debe apostar siempre por los detalles. Ilustro mi comentario con un pasaje en el que los personajes llegan a Trachimbrod. El lector siente la densidad de los anillos de boda, el dinero en sus bolsillos y los objetos personales que son enterrados, porque todas las “cosas judías” deben esconderse cuando avanzan los nazis y la atmósfera se enrarece, los objetos se difuminan y damos paso a una pequeña descripción de la hecatombe: “Él pensó en la leyenda de Trachimbrod, en dónde podría haber quedado su cuerpo y también vio al frente, por donde vino. Pensó en el vagón de Trachimbrod: las errantes serpientes de cordeles blancos, el guante de terciopelo aplastado con el dedo extendido. Y entonces algo extraordinario pasó. La casa comenzó a sacudirse con tal violencia, como si la mañana se interrumpiera con un eructo de bebé. ¡KABOOM! en la distancia. ¡KABOOM en la cercanía! ¡KAAABBBOOOM! KAAAABBBOOOOMM!”.
A ratos, Safran abusa del chiste fácil, pero eso modula el tono de la introspección, es como si alguien, para no hundirse en la depresión de lo que descubre sobre sí mismo, se ríe de todo porque teme perder la cordura y el humor agranda el emotivo final del texto. Veo a esta novela como un gran libro de autoficción.
Los pecados gloriosos (Traducción de Federico Corriente. AdN, Alianza de Novelas, España, 2016, 430 páginas), de Lisa McInerney, propone una visita al fascinante mundo de la adolescencia, justamente donde se moldea el espíritu y se vertebra el carácter.
La autora irlandesa logra una voz narrativa que propicia la complicidad del lector mediante el sarcasmo (¿de qué otra manera describir la sordidez del mundo?). Realmente se burla de la gente que padece la crisis financiera de 2008; se da vuelo con ellos, los critica y expone su odio. Nos gusta su schadenfreude, dirían los alemanes, esa explosión de felicidad al ver sufrir al otro.
Maureen es la principal piedra angular de este relato en el que el realismo (valdría decir costumbrismo) campea gracias a la veta sarcástica de la autora. Esa mujer asesina accidentalmente a un hombre joven y huye de Cork. Cuarenta años después regresa a su ciudad y la sorpresa es que su hijo Jimmy, a quien abandonó, se ha convertido en un gánster respetado.
Al tratar de expiar el homicidio y otros múltiples pecados, Maureen amenaza con destruir lo que tanto le ha costado edificar a Jimmy, obviamente ese hecho sacude las endebles relaciones del hampa irlandesa. Entonces conocemos a Ryan, un narcomenudista adolescente, quien intenta no ser como su padre, Tony, un alcohólico obsesionado con su vecina; Georgie es una prostituta que simula una conversión religiosa y eso propicia hilarantes escenas de degradación.
Destaco la rudeza de los hechos y el tratamiento del tema, porque esta misma trama puesta en manos inexpertas terminaría convirtiéndose en simples capítulos llorones de La rosa de Guadalupe.
El libro es una larga reflexión sobre el remordimiento; plantea una serie de mosaicos sobre la represión sexual y la omnipresencia de la iglesia católica. La autora hace especial hincapié en la pobreza y el desempleo, no como una necedad temática sino como una preocupación diaria que la atormenta. Habla por los ciudadanos de segunda clase.
Planetario (Almadía, México, 2017, 243 páginas), de Mauricio Molina, cuenta la metamórfosis de un insulso académico en asesino. El autor recurre con solvencia literaria, y gran dominio del tema, a los tratados de alquimia para recordarnos que la fusión entre la filosofía y el relato negro son dinamita pura para un lector que busca no solo aprender sino sentir y sentir mucho. Este volumen propone un recorrido por los recovecos de ciertas mentes interesadas en el crimen.
Molina es uno de los exponentes más consolidados de la narrativa fantástica oscura y con esa veta, la de poeta maldito, la delación de los hechos en este volumen es plausible. Utiliza como soporte estructural del relato el influjo de los planetas en el protagonista (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón). Describe, en primera persona del singular, la experiencia arrebatadora de poseer la energía vital y cósmica de nueve mujeres.
Si usted no sabe qué leer, escoja este volumen y se dará cuenta que la novela mexicana también posee a un narrador sabio que se adentra con profundo respeto al continente violento y lo hace acatando las recomendaciones de Ptolomeo, Platón, Paracelso, Ramón Llull y Giordano Bruno.