EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Bioética del manejo de la vida silvestre

Octavio Klimek Alcaraz

Diciembre 02, 2017

La vida silvestre, la vida que llevan los organismos en su hábitat natural se encuentra sujeta a serias amenazas para continuar sus procesos naturales como los conocemos.
Por ello, el movimiento ecologista ha trabajado en pro de los derechos del mundo de la naturaleza no humana. La pregunta en discusión es: ¿Cuál es nuestra responsabilidad respecto a la naturaleza no humana? ¿Cuáles son nuestros valores en una ética de la vida? La bioética nos orienta que en el año 2002, fue presentado por un grupo de académicos el denominado “Manifiesto por la vida. Por una ética para la sustentabilidad”. Ellos decían en su manifiesto que se requiere que la bioética debe moderar la intervención tecnológica en el orden biológico. “La técnica debe ser gobernada por un sentido ético de su potencia transformadora de la vida” (apartado 13).
Entonces, desde el punto de vista bioético, la pregunta sería: ¿Cuál es el tipo de manejo de la vida silvestre al que debemos encauzarnos?
Para ello, debemos primeramente responder a la siguiente pregunta: ¿Podemos trasladar el mismo trato moral a los animales vertebrados, en especial los mamíferos, que a los humanos?
Decimos en especial mamíferos, ya que pienso en su grado evolutivo en el que demuestran formas de comunicación, cooperación, cultura y deseos.
En especial, hasta donde debe llegar el grado de utilidad para los animales silvestres. Para muchos de nosotros no son una mercancía, no está en nuestros valores éticos personales.
Pero, el primer tema a clarificar es si la vida silvestre le pertenece al dueño de la tierra. Si en el terreno de alguien, pasa un venado, guacamaya, anfibio o reptil, estos animales no son del dueño de esa propiedad. Finalmente, la vida silvestre en la libertad de su espacio de vida, no reconoce la propiedad de los seres humanos. Sin embargo, como se busca ordenar de alguna forma el aprovechamiento de la vida silvestre en  nuestro territorio, el Estado mexicano se abrogar ese derecho, ya que la regula a través de permisos y registros de aprovechamiento extractivos o no extractivos.
Así, la institución responsable, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), impulsa el aprovechamiento de la vida silvestre en las denominadas Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre, conocidas con el acrónimo de UMAs, que se definen en la Ley General de Vida Silvestre, como:
Los predios e instalaciones registrados que operan de conformidad con un plan de manejo aprobado y dentro de los cuales se da seguimiento permanente al estado del hábitat y de poblaciones o ejemplares que ahí se distribuyen.
Es en las UMAs en donde se deben concretar de manera importante los objetivos de la política de la vida silvestre, consistentes en la generación de alternativas para la producción, diversificación, preservación y obtención de recursos económicos para los propietarios y legítimos poseedores de la tierra, mediante un uso sostenible de carácter planificado y ordenado de la vida silvestre.
El libro clásico de Tom Regan En defensa de los derechos animales, que fue publicado en ingles en 1983 (ahora ya se ha traducido al español y publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2016), nos proporciona una cuidadosa argumentación filosófica en favor de la concesión a animales como los mamíferos de derechos morales. A partir de sus ideas, busquemos dar respuesta a las preguntas expuestas.
No tenemos duda y es justificado, que si tenemos animales domésticos o de la vida silvestre con rabia y que pueden atacar a humanos deben ser eliminados al ser una amenaza. Es decir, cazarlos desde el punto de vista de un derecho moral no es incorrecto.
La pregunta es: ¿Cazar y capturar animales para deporte, recreación o comercio es correcto desde un enfoque bioético?
Partimos de que esto es incorrecto. Si se tiene un animal silvestre para cazar por deporte, recreación o comercio, no se justifica su muerte o captura. Tratemos de explicar esto.
Entendamos, que el valor de los animales de la vida silvestre es aparte de los intereses humanos y su valor no es reducible a su utilidad relativa a nuestros intereses.
Los argumentos en pro de cazar por deporte, recreación o comercio son variados: que el cazador se encuentra en comunión con la naturaleza; se hace ejercicio; la tradición; se disfruta de la camaradería de los amigos, hasta la satisfacción o placer de dar en un blanco o simplemente tener un ingreso económico.
Es significativo observar que la caza o captura por deporte, recreación o comercio son costumbres bárbaras y brutales, tienen fuerte tradición en sociedades altamente desarrolladas en lo económico. Ejemplos sobran: caza de zorros en Inglaterra, caza de focas en Canadá o delfines en Japón, etcétera. Esto contrasta con pueblos originarios que tienen practicas ancestrales de respeto a la naturaleza y sólo cazan o capturan para satisfacer sus necesidades vitales de alimentación o vestido, por ejemplo.
Todo es síntomas de un valor empobrecido de la vida animal por derecho propio entre los cazadores de deporte, recreación o comercio. La visión de dichos cazadores es antropocentrista: “están aquí para nosotros”, pero deben comprender que los animales silvestres no están aquí para nosotros.
El asunto es que estos placeres de la caza pueden ser sustituidos realizando actividades similares al caminar con los amigos por el bosque acompañados de una buena cámara en lugar de un rifle. Respecto al comercio extractivo de animales silvestres, en especial de mamíferos, aves y reptiles, es una necesidad artificialmente creada por el modo de vida consumista de los seres humanos, que desde el punto de vista bioético, no guarda el mínimo sustento.
Existe otro argumento, que es el del manejo sostenible, cuando no existe placer en eliminar un animal de la vida silvestre, sino que es una necesidad y el cazador la realiza para asegurar la continuidad de la propia especie de la vida silvestre.
Así, si no cazas al jabalí o venado, por ejemplo, habrá demasiados de su especie para que el espacio de vida pueda sostenerlo y debes regularlo como depredador, o a la larga morirán de hambre. Este buen propósito es controvertido, cuando los cazadores son inexpertos o usan trampas que van a causar muertes lentas y dolorosas.
Esto se puede agravar, desde el punto de vista ético. Cuando se caza por cuotas a través de una idea de producción máxima sostenible –como es para fines comerciales extractivos–, se transforma en una meta de cuota anual de buscar una mayor cuota de animales para matar en lugar de una menor. En especial si esto conlleva un aumento en el número de muertes lentas y dolorosas.
Por ello, se trata de cambiar progresivamente las prácticas humanas incorrectas, por las que necesitan un manejo no orientado a la “cosecha” de animales silvestres. Bajo las siguientes premisas:
Comprender que los que manejan la vida silvestre no son responsables de la felicidad en la naturaleza, su preocupación debería ser dejar en paz, dejar ser, a los animales, manteniendo en lo posible a los depredadores humanos lejos de ellos.
Comprender que quienes entran al negocio de hacer comercio extractivo con animales silvestres deben entender, que no tenemos ningún deber de comprar sus productos y ellos no tienen el derecho a exigirnos que mantengamos a flote su negocio, ni su calidad de vida a través de dicho negocio.
Por lo anterior, la meta predominante del manejo para la conservación y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre no debería ser asegurar la máxima producción sostenible de la misma a través de la caza o captura.
Especialmente, las especies de mamíferos y otros vertebrados, que viven en su hábitat natural no deberían ser tratados como un recurso natural renovable más, como si sólo tuvieran valor relativo a los intereses económicos de quienes viven a costa de sus cadáveres o su mantenimiento en cautiverio perpetuo.
La meta principal del manejo para la conservación y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre debería ser defender a los animales en la posesión de sus derechos, proporcionarles la oportunidad de vivir su propia vida a su manera lo mejor que puedan, libres de la depredación humana. Eso sería desde la idea bioética el respeto a sus derechos.
Así, dicha meta debería traducirse en enfocar la legislación de la biodiversidad para que se promuevan programas y proyectos para proteger a los animales silvestres de aquellos que violan sus derechos: que son quienes ponen trampas y practican la caza deportiva; los promotores de obras y actividades comerciales que destruyen o despojan de espacios de vida en nombre de la inversión, etcétera.
En conclusión, lo que hacen quienes viven del aprovechamiento comercial extractivo de animales silvestres es, desde el enfoque de los derechos de los animales, incorrecto. Habrá justicia cuando nos rehusemos a permitir que este tipo de aprovechamiento continúe a través de no adquirir por ningún motivo ejemplares de animales de la vida silvestre. No hablemos de prohibir, sino de ir cambiando la conciencia de las personas respecto a lo que significan los derechos de los animales a (sobre)vivir en libertad en espacios naturales y no ser sujetos a caza o captura sólo para fines de recreación humana o consumo superfluo que no sea la mera subsistencia humana.