EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Boleros

Anituy Rebolledo Ayerdi

Junio 13, 2019

 

A la memoria de Antonio Galván González, amigo bolero. QEPD

El brillo de la escupida

No hablaremos hoy aquí del género romántico musical por excelencia. Tampoco de Álvaro Carrillo como el más grande bolerista moderno y cuya oriundez compartimos orgullosos con Oaxaca. Hablaremos de los boleros o aseadores de calzado de Acapulco, organizados gremialmente ocho décadas atrás.
Boleros porque el betún para asear el calzado tenía forma de bola y con ella se boleaba; “se daba bola”, pues. Definición imperturbable no obstante que los elementos de limpieza sean otros. El jabón de calabaza, por ejemplo, los tintes, las cremas y otros productos de la ingeniería química aplicados con brochas y cepillos. Y lo mero principal: el frotamiento vigoroso del calzado con un pedazo de tela hasta dejar el cuero reluciente. El último toque se daba en los cuarteles militares con un escupitajo llamado el “pulido del toro”, consiguiéndose así el high-gloss o el “brillo de la escupida”.
Existen varias marcas internacionales de productos para pulir calzado, pero la más importante es sin duda la australiana Kiwi, con plantas en 180 países por lo que absorbe más del 50 por ciento del consumo mundial. En México predominan los productos de la marca Oso, al menos en la preferencia de los boleros.
Boleros conocidos en otras regiones como betuneros y limpiabotas. Una reminiscencia europea de la Segunda Guerra Mundial cuando la mayor clientela de los muchachos del shoeshine eran soldados. Fue El limpiabotas el título de la famosa película con la que el director Vitorio De Sica incursiona en el neorrealismo italiano, ganadora del Oscar estadunidense a la mejor cinta extranjera en 1946.

Mala imagen

Los pocos boleros existentes en el puerto se agrupan gremialmente ante la amenaza de la autoridad municipal de desalojarlos del jardín Álvarez: “dan una mala imagen al turismo”. Ignoraban los alcaldes de entonces, como solían ignorar tantas cosas, que la presencia de esos trabajadores en las plazas, parques y jardines tenía a la oportunidad como justificación. La oportunidad para el usuario siempre de prisa en busca del bolero, convertida más tarde tradición citadina y en un elemento familiar del paisaje urbano.
Sucede lo anterior en 1937, a 10 años de la apertura de la carretera México Acapulco, cuando en realidad los visitantes y mucha gente del puerto no acostumbraban el zapato por preferir los huaraches o de plano andar con “las patas a raíz”. Así lo acostumbraron niños y jóvenes de la época, además de andar chirundos o como decían las abuelas: “con las verijas de fuera”.
La excepción la ofrecía una burocracia remisa que incluso exageraba la formalidad en el vestido. Los alcaldes y los funcionarios de primer nivel vistiendo traje de casimir oscuro riguroso (¡sin ventiladores y lejos aún el aire acondicionado!); blanco de dril para los de menor jerarquía. La boleada costaba unos cuantos centavos pues el salario mínimo era de un peso diario y no todos los patrones lo pagaban.
Tancho Martínez

–Organícense, sólo organizados esos cabrones les van a pelar los dientes, –aconseja a los boleros don Constancio Martínez, líder histórico de los trabajadores portuarios afiliados a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM)–.
Guillermo Wences, un bolero venido de la Ciudad de México, ex boxeador cuyo apodo de La Araña hará desaparecer por completo su nombre propio, sigue el consejo de don Tancho. Y así, junto con Ricardo y Antonio Gildo, Eduardo Méndez, Agustín Manzano e Ismael Luna organizan gremialmente a los boleros del Zócalo.
El Sindicato de Lustradores de Calzado de Acapulco, afiliado a la CROM, es declarado “una organización de resistencia gremial para dar las batallas que sea necesarias en defensa de los derechos de sus asociados”. Lo cuenta Antonio Galván González, adoptado como bolero por el que esto escribe cuando muere Tiburcio Vázquez, El Flaco, con 40 años en el oficio y cinco veces líder del gremio.
–El “enemigo” fue esta vez el alcalde Alfonso Argudín. El almirante que no se boleaba en el Zócalo porque tenía marineros que “le daban blanco” gratis, pretendió alguna vez replegarnos. Nos mandaría al carajo para darle nuestros lugares a un grupo de boleros lajeños organizados por el Rey Lopitos. Nuestro líder, don Fernando M. Lluck, logró echar abajo el acuerdo perverso a través del síndico cetemista, Celerino Peláez.
El recuerdo humedece los ojos de Galván. La banda de guerra de los Lustradores de Calzado abriendo los desfiles obreros del Primero de Mayo. Era la mejor de todas, asegura nostálgico.

Boleros cubanos

De aquellas fechas a nuestro días los boleros no han tenido roces mayores con la autoridad municipal, que no sean las mentadas de madre cotidianas, recíprocas y siempre amables con el personal encargado del aseo y jardinería del área. Igual ha sucedido con los aseadores de calzado ubicados en la acera del Seguro Social en Cuauhtémoc, permitidos por la institución, así como los del interior del mercado de Artesanías.
Sorprende Maximino Aguilar, nuestro bolero alterno cuando Galván agarra la jarra, con su cajón casi a la entrada del hospital del IMSS, cuando informa que por lo menos tres de sus pares de Artesanías son cubanos.
–¡Achis!, ¿cubanos, cubanos de Cuba?
–Bueno, sí, pero no de la isla sino de la Montaña de Guerrero (¿?)
–¡Achis y recontrachis!
–¡Si, Cuba, sí, así se llama un pueblito cerca de Tlapa!
–¡Es cierto, carajo, algo nuevo aprende uno cada día! ¡ No falla!

Aguirre, el único

–¿Ayudarnos, ayudarnos, lo que se llama ayudarnos?, sólo Ángel Aguirre Rivero cuando fue gobernador –reasume Galván la palabra. El nos obsequió las sillas metálicas con toldos que se veían bien charritas y nos libraban de la resolana. El personalmente me entregó la mía. ¡Claro que votamos por él! El “embellecedor de calzado”, como llaman en Colombia a los boleros, cierra con un ¡“ójala que ora nos repitieran la dosis!”.

Boleros famosos

Cuando nuestro informante llega de Veracruz con su cajón de bolear y va directo al Zócalo ya se hablaba de que el periodista Pedro Huertsa Castillo había sido bolero recién llegado al puerto. Huerta Castillo fue mucho más tarde director del diario La Verdad, propietario y director del diario Revolución donde escribió la columna Diligencia Política, con el seudónimo de Rodrigo Lorenzo Castillo, un verdadero azote de la fauna política guerrerense. Más atrás, también según La Araña, el compositor José Agustín Ramírez, ejercerá el oficio cuando chamaco. Otro fue Pepe Olea que dejó la bola por los guantes.
Nuestro interlocutor sí convivió con Alejandro Arzate, quien sostuvo sus estudios de la boleada hasta obtener el título de abogado, con despacho en el edificio Oviedo. Arzate perteneció al club de cafeteros de las 8 de la mañana primero de La Flor de Acapulco y más tarde en Sanborns. Figuraron entre ellos Víctor Manuel García, Maco Morlet, Carlos Garza, Adolfo Vanmeeter, Mariano Alonso, Fernando de la O (+) y ocasionalmente Luis Walton. Arzate murió prematuramente.

¿Mujeres boleras?

–En la Ciudad de México sí hay mujeres boleras protegidas algunas con gruesas chamarras. Aquí no las ha habido quizás por el calor, porque usando ropa ligera o playeras el movimiento de las chichis al dar el trapazo sería un espectáculo morboso para el cliente y censurado por la autoridad. Bueno, eso pienso yo –anota Maximino Aguilar, venido de El Platanar, también en La Montaña.
Ahora, ¿mujeres boléandose? Si no visten pantalones difícilmente lograrán sentarse en la silla del bolero o de lo contrario se chorrearían los zapatos y el bolero, comenta jarioso Max.

Las damas y calzado

Según el Barómetro de la influencia del calzado en la imagen personal, producto de la investigación ordenada por la empresa Kiwi, las mujeres están muy preocupadas por la imagen del calzado. Suelen limpiarlo al salir a trabajar o cuando van de fiesta, aunque dos de cada cinco acepta no tener tiempo para hacerlo. Por ello el 98 por ciento de ellas desearía tener al alcance un producto para limpiar zapatos que no las manche.
Al 79 por ciento de las mujeres les gustaría estrenar zapatos diariamente y el 85 por ciento de ellas admite valorar a sus compañeros de trabajo, jefes y clientes según la ropa y el calzado que porten. Unos zapatos sucios y descuidados dicen mucho más que un estudio sicológico del individuo, opina finalmente el mayor número.

Clientes famosos

Antonio Galván se torna nostálgico. Antes, los presidentes municipales bajaban del Ayuntamiento al Zócalo para bolearse. En esta silla se sentaron los alcaldes Canuto, Morlet, Gómez Moharro, Nogueda, Trani, Febronio y otros que no me acuerdo. Gente muy sencilla con la que se podía platicar y que no veían a uno de arriba para abajo como los de ahora, aunque digan que son del pueblo. Excepto Febronio, todos dejaban buenas propinas.
Somos ignorantes, es cierto, pero podemos sostener una conversación con quien sea y de hecho lo hacemos, cuestiona Galván. En esa silla se sientan licenciados, doctores, profesores y hasta periodistas y con todos ellos platicamos sin discrepancias. Aunque si bien ahora que la única plática posible es de racimos de asesinados, descabezados y descuartizados.

Ni para comer

–Cuando me quejo de que esto ya no es negocio y que no deja ni para comer todos me aconsejan dejarlo y buscar otro trabajo. ¿Otro trabajo?, si esto es lo único que uno sabe hacer y trabajo no hay aunque lo diga el presidente. Quizás de peón, pero ¿a mi edad? Antes, en un buen día uno se levantaba con los 200 pesos, hoy le tiramos a sacar apenas para nopales. Se cobran 15 pesos el color y 20 el blanco.
Lamenta Galván que su trabajo no sea imprescindible como antes. Y es que los jóvenes de ahora no se han sentado jamás frente a un bolero porque los tenis que usan no necesitan de nuestros servicios.¡ Esos pinches tenis! Los niños de las escuelas ya no nos visitan ni en vísperas de los desfiles. No, porque sus papás limpian sus zapatos con productos que abundan en el mercado, aunque lo hagan a sabiendas que destruyen la piel del calzado. Total, que estamos jodidos y más pior no podemos estar.
Aquí, en el Zócalo, quedamos unos 25 boleros, la mayoría viejos y de todos yo soy el más vetarro. Sólo hay un caso de hijo y nieto dedicados a esto, pero en general los chamacos se avergüenza del oficio. Y es que en lo suyo ganan mil veces más, si bien ponen en riesgo libertad y vida. Con decirle que en Rena, por ejemplo, conozco muchos vagos que sólo usan tenis Reebok genuinos.

Consejos

–¡Ora sí que ni yo mismo me la creo. Que en mi tierra nunca usé zapatos y ahora en Acapulco estoy dando consejos de cómo cuidarlos, –confiesa Maximino Aguilar y enumera:
* Zapatos manchados por agua. Frotarlos con una solución de una taza de agua y una cucharada de vinagre.
*Para cubrir los raspones de los zapatos blancos es bueno el corrector líquido de máquina de escribir.
*Los raspones en zapatos de color se disimulan con una goma o borrador de migajón.
*La crema para manos, frotada, es buena para dar brillo instantáneo.
*La acetona quita manchas de chapopote y grasa a los zapatos blancos.
(Texto publicado en agosto de 2015).