Gaspard Estrada
Marzo 04, 2020
La tecnología está cambiando la manera de hacer política, y sus consecuencias, también. Visto fuera de contexto, podría parecer poco: bastó apenas un mensaje de Whatsapp enviado por el presidente Jair Bolsonaro para sumergir a Brasil en una nueva y recargada crisis política.
Al enviar entre conocidos un video que convoca a protestas callejeras “en defensa de presidente” el próximo 15 de marzo, Bolsonaro generó una nueva tensión entre el poder Ejecutivo y el Legislativo que amenaza con hacer naufragar las reformas económicas defendidas por el gobierno brasileño.
El llamado de Bolsonaro, contra los “políticos de siempre”, repercutió rápidamente entre grupos de ultra derecha, que viralizaron la convocatoria por redes sociales y anunciaron que los actos de respaldo tendrán también como blanco el Congreso y el Supremo Tribunal, situación que inflamó los ánimos de la clase política y de parte del aparato de Justicia. La situación en el país ya estaba tensa. La convocatoria a salir a las calles divulgada por el ex capitán del ejército fue una respuesta de grupos afines al derechista luego de que el ministro a cargo de la seguridad institucional de la presidencia de la República, Augusto Heleno, acusara al Parlamento de chantajear al gobierno.
“Tengo 35 millones de seguidores en redes sociales. En Whatsapp, algunas decenas de amigos con los que intercambiamos mensajes de índole personal. Cualquier conclusión fuera de ese contexto es una tentativa rastrera de tumultuar la República”, aseguró Bolsonaro la semana pasada. Pero era obvio que al divulgar tal mensaje a los medios, el jefe del Ejecutivo brasileño tenía el objetivo de “tumultuar” todavía más la escena política de ese país. Como una bola de nieve, las reacciones de repudio al presidente comenzaron a aparecer. Celso de Mello, el decano de la Corte Suprema de Brasil, dijo que Bolsonaro mostró que ignora el “sentido fundamental de la separación de poderes”, en una visión “indigna” que muestra el “desprecio y la degradación del principio democrático”.
En la raíz del conflicto, uno más entre Bolsonaro y el Congreso, está la disputa por el manejo de unos 7 mil millones de dólares del presupuesto, que en caso de que el Congreso derrumbe vetos del presidente a la propuesta de reforma legal, permitiría que los legisladores recuperen una porción de ese dinero que quedaría disponible para enmiendas parlamentarias. En efecto, diputados y senadores utilizan a menudo las enmiendas a proyectos para destinar recursos a sus distritos electorales. El presidente Bolsonaro y el equipo económico pujan para que esos fondos queden en manos del gobierno federal. El general Heleno había sugerido que el presidente debía colocar al “pueblo en las calles” para enviar un mensaje al Parlamento. Y si bien el pasado viernes, el vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão, declaró que esta iniciativa no constituía un atentado contra la democracia, queda claro que esta última está en serio peligro en Brasil. Al día de hoy, Mourão ha intentado presentarse como un contrapeso pragmático a Bolsonaro, pero es difícil prever qué podría suceder en caso de que Bolsonaro sea destituido y que Mourão asuma la presidencia.
Esto, en un contexto en el que las calles corren el riesgo de verse copadas de protestas, tanto a favor como en contra del gobierno. Además de las movilizaciones de los fieles de Bolsonaro, el próximo 15 de marzo, los sindicatos opositores y los movimientos estudiantiles ligados al Partido de los Trabajadores saldrán a manifestarse el 18, tres días después, con la consigna “fuera Bolsonaro”. De tal suerte que el clima político en Brasilia continúa enrareciéndose, sin que se sepa hasta cuando las cosas regresarán a la normalidad… o no.
* Director Executivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París
Twitter: @Gaspard_Estrada