EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Brasil después de Dilma Rousseff

Gaspard Estrada

Agosto 31, 2016

La crisis brasileña ha puesto de relieve la complejidad y la opacidad de su sistema político. En particular, ha evidenciado la dificultad para el presidente de dirigir este país siendo minoritario en el Congreso –un régimen político que el politólogo brasileño Sergio Abranches definió como el “presidencialismo de coalición”. Dilma Rousseff acaba de experimentarlo: a pesar de que ella no es sospechosa de enriquecimiento ilícito, contrariamente a muchos de los miembros de su antigua mayoría parlamentaria (y su ex vice presidente, Michel Temer), su falta de capacidad política y sus errores en la conducción de la economía hicieron que su gobierno se vuelva vulnerable frente a su propia mayoría parlamentaria y a la oposición, que aceptó difícilmente su derrota en las elecciones presidenciales de 2014. Como consecuencia de ello, su gobierno se convirtió en un gobierno sin capacidad de iniciativa, lo que le dio viabilidad a su juicio político. Michel Temer aprovechó esta situación para presentarse ante los mercados financieros, los hombres de negocios y los líderes políticos (en pánico ante la idea de tener que rendir cuentas a la justicia) como una solución creíble a la parálisis política y la recesión económica.
Como presidente de Brasil hasta 2018, ¿será capaz de dirigir un gobierno que pueda garantizar una recuperación económica inmediata, construir una mayoría política fuerte y estable en el Congreso y dar total libertad a las investigaciones de la justicia en el escándalo Lava Jato? ¿Se atreverá a llevar a cabo la reforma política, a pesar de que fue uno de los principales beneficiarios de este sistema? Hoy en día, a pesar de su discurso proactivo, muchas dudas quedan en el aire.
De hecho, la combinación de factores que hizo posible la destitución de Dilma Rousseff, es decir la impopularidad de la presidenta, la recesión económica y el enojo de la opinión publica después de una avalancha de escándalos de corrupción, continúan vigentes a pesar de la llegada de Michel Temer al Palacio del Planalto. Casi 100 días después de su toma de posesión como presidente interino, Temer es muy impopular (tasa de aprobación del 15 por ciento). Además, una parte importante de la opinión pública lo considera como un presidente ilegítimo. Casi el 60 por ciento de los brasileños apoya la realización de elecciones presidenciales anticipadas para poner fin a la parálisis, aunque esta posibilidad parece jurídicamente insostenible, incluso para el Presidente del Partido de los Trabajadores (PT), Rui Falcão.
En cuanto a la economía –la principal preocupación de los brasileños– la administración Temer se ha beneficiado de la actitud benevolente de parte de los mercados financieros, debido a la buena imagen del ministro de Economía, Henrique Meirelles (fue presidente del Banco Central durante los gobiernos de Lula), y por su miedo a un posible regreso de Rousseff. Ahora que esta hipótesis no existe más, es poco probable que su paciencia se mantenga, sobre todo porque las señales tangibles enviadas por el nuevo gobierno han sido más que ambiguas: por un lado, se anunciaron recortes en los presupuestos de salud y educación, se pusieron en duda la eficacia de programas sociales, y se procedió al despido de altos funcionarios de la administración Rousseff. Por otro lado, el gobierno sacó su chequera para consolidar su mayoría parlamentaria, con la perspectiva de la destitución de Rousseff, y para agradar a la burocracia federal, que obtuvo aumentos salariales significativos.
Esta ambivalencia pone de relieve el vacío ideológico del partido de Michel Temer, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Contrariamente al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), una escisión del PMDB, y al PT, que siempre han favorecido un proyecto político nacional, y por lo tanto accedieron a entregar cargos importantes en la administración federal para los partidos de la llamada “base aliada” (la mayoría) a cambio de la primacía de la orientación política de la coalición de gobierno, los líderes del PMDB siempre han preferido mantener sus posiciones en la escena local y regional. Esta es la razón por la que el PMDB, a pesar de ser el partido más influyente tanto a nivel local y federal, no ha tenido ningún candidato a la Presidencia de Brasil desde 1994. Gracias a esto, el PMDB ha sido capaz de negociar los puestos en el gabinete con todos los presidentes (de derecha como de izquierda), lo que le ha permitido disfrutar del usufructo de poder nacional sin tener que pagar el costo político de su ejercicio. Pero hoy es el PMDB (y en especial, Michel Temer) el que debe dar la orientación política del gobierno. Y, de la misma manera que el PSDB y el PT en su momento, el PMDB es minoría en el Congreso. Sin embargo, a pesar de que una mayoría política se plasmó en el Parlamento contra Rousseff, esto no significa que los congresistas estén dispuestos a votar medidas impopulares. Ya negaron tal hipótesis en 2015, y más recientemente, rechazaron nuevas medidas de austeridad concebidas por la administración Temer. Por lo tanto, el liderazgo de éste en el Congreso no se ha confirmado.
Al no tener una posición ideológica clara, Michel Temer parece adoptar un sesgo conservador, lo que le permite diferenciarse en el plano de opinión pública frente al gobierno anterior, al mismo tiempo que le permite construir alianzas con miembros influyentes del Parlamento, que han sido particularmente activos en el apoyo de las agendas de los líderes religiosos, los lobistas de la industria armamentista y caciques rurales, como el controvertido Eduardo Cunha, ex presidente de la Cámara de Diputados. Sin embargo, sin el apoyo del PSDB, que posee tres Ministerios y proporcionó una buena parte de los altos funcionarios de la administración Temer, será difícil para el presidente consolidar su mayoría en el Congreso. Y, como el PSDB y el PMDB pretenden designar al candidato del gobierno a la Presidencia de Brasil en 2018, una disputa política por el control de la agenda gubernamental está en ciernes. ¿Quién será el candidato de Michel Temer, a menos que éste decida romper su promesa y ser candidato en el año 2018? Sin una solución a esta difícil ecuación, Temer seguirá teniendo tiempos difíciles en el Parlamento. Y si la economía no se recupera rápidamente, no es imposible que termine su mandato de la misma manera que Rousseff, es decir como un presidente de un gobierno sin iniciativa política, rehén de su mayoría parlamentaria. Sobre todo si la justicia, mediante la aplicación de la ley, entra en el juego político, poniendo en la cárcel a prominentes miembros del PMDB y del PSDB, como lo hizo en el pasado con algunos de los líderes del PT.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC).
Twitter : @Gaspard_Estrada