Gaspard Estrada
Octubre 10, 2018
El pasado domingo, los brasileños fueron convocados a las urnas para elegir a su próximo presidente de la República, a sus gobernadores, dos terceras partes del Senado y a la totalidad de la Cámara de Diputados así como a sus diputados locales. A raíz de este ejercicio, la crisis política, económica y social que vive este país desde 2013 parece no tener fin. Con el 100% de las actas escrutadas, el candidato de la extrema derecha, Jair Bolsonaro, obtuvo el primer lugar, con el 46% de los votos, frente a Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), con el 29% de los votos, de tal suerte que estos dos políticos se enfrentarán de nueva cuenta en las urnas el próximo 28 de octubre.
Este resultado, si bien confirmó la hipótesis prevista por esta columna, sorprendió por los números obtenidos por Jair Bolsonaro. En efecto, durante los últimos diez días de la campaña de la primera vuelta, el ex capitán del ejército tuvo un aumento repentino y constante de las intenciones de voto. En la víspera de la elección, el sábado pasado, las principales encuestadoras del país sudamericano, IBOPE y Datafolha, ubicaban al candidato del Partido Social Liberal (PSL) con el 40% de los votos. De tal suerte que en las últimas horas antes de la elección se llevó a cabo un proceso de transferencia de votos de electores abstencionistas o de electores de otras candidaturas de la derecha hacia el líder de la extrema derecha. ¿Cómo entender tal proceso?
Para varios analistas, las iglesias evangélicas tuvieron un rol fundamental en esta dinámica electoral de última hora. La semana anterior a la primera vuelta, varios líderes como Silas Malafaia, o Edir Macedo, “dueño” de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), que también controla al canal de televisión TV Record y al Partido Republicano Brasileño (PRB), hicieron un acuerdo político con Jair Bolsonaro. Pocos días después, una serie de manifestaciones organizadas por la sociedad civil, en particular por los movimientos de mujeres, se llevaron a cabo en todo el país. Desde las célebres manifestaciones de las Direitas Já, que propiciaron la caída de Fernando Collor de Mello, en 1992, no se habían visto manifestaciones de tal amplitud. Sin embargo, contrariamente a lo que uno hubiera podido imaginar, estas manifestaciones fueron manipuladas por los pastores de las iglesias evangélicas, que llamaron a votar por Jair Bolsonaro en los cultos del domingo posterior. Por otro lado, el staff de la campaña del candidato de la extrema derecha circuló por las redes sociales centenares de fake news en contra de Fernando Haddad y de su candidata a la vice presidencia, Manuela D’Avila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB). De tal suerte que la conjunción de estos elementos propició que el candidato de la extrema derecha llegara tan alto al final de esta primera vuelta.
Sin embargo, a pesar de estas malas noticias, esto no quiere decir que las cosas ya estén perdidas de antemano para el candidato del PT, y para las fuerzas democráticas en general. En primer lugar, a pesar de haber hecho campaña durante poco más de tres semanas únicamente, Fernando Haddad logró obtener el 30% de los votos, lo cual equivale al número de votos que el PT siempre obtuvo con Lula en la época en el que eran oposición al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Si bien se perdió la gubernatura de Minas Gerais, se retuvieron las principales gubernaturas y hay buenas posibilidades de ganar una nueva. En el Congreso, el PT continuará siendo la primera fuerza política en la Camara de Diputados. De tal suerte que el PT no fue desaparecido del mapa electoral, contrariamente al PSDB, que terminó la elección presidencial con menos del 5% de los votos. Si bien hay poco tiempo –tres semanas– el PT y las fuerzas progresistas harán todo lo posible para revertir esta tendencia y evitar que la barbarie derrote a la civilización.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter: @Gaspard_Estrada