Arturo Martínez Núñez
Mayo 17, 2022
Durante décadas la estrategia de combate a la delincuencia organizada se sustentó en la idea de confrontar a los malhechores directamente sin inteligencia, sin suficientes elementos y sobre todo sin un plan para acabar de raíz las causas que originan la violencia.
A partir de la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador se implementó una estrategia que se basa principalmente en erradicar de origen las causas que orillaban, sobre todo a los jóvenes, a tomar el camino del mal ante los pocos incentivos que ofrecía el modelo de desarrollo neoliberal para elegir el bien.
La estrategia del gato y el ratón donde las fuerzas del orden correteaban sin sentido a miles de roedores a lo largo del territorio nacional solo provocó más derramamiento de sangre, pérdida de vidas y paradójicamente, un Estado cada vez más disminuido y débil; violaciones a los derechos humanos y un alto costo para la población civil.
La semana pasada Acapulco y la Costa Chica de Guerrero vivieron una jornada complicada que afectó a miles de personas que estuvieron bloqueadas durante horas con la incertidumbre de llegar a sus destinos. Muchos caminaron kilómetros para poder librar los bloqueos y llegar a sus hogares después de sus jornadas laborales.
El desafío del crimen organizado a las fuerzas de seguridad del Estado buscaba obstruir el paso y provocar una reacción violenta que solo habría escalado el problema a dimensiones mayores. Guerrero es una pradera seca que necesita solo de una llama para encenderse. Por eso el actuar con mesura e inteligencia lejos de ser un signo de debilidad es la constatación de que las cosas se están haciendo de manera correcta. No podemos darnos el lujo de un enfrentamiento entre las fuerzas del orden y los criminales. Guerrero necesita estabilidad y paz.
El gobierno de la República debe de tener un plan especial para contener y desarticular a estos grupos sin que ello signifique más molestias para la sociedad y un enfrentamiento del que solo pueden salir ganadores los que buscan desestabilizar al gobierno. Este no es un asunto de “mostrar fuerza” o de “dar un manotazo”. En aguas turbulentas, la capitana del barco debe de seguir actuando con cordura y templanza. Dice el dicho que el mar en calma nunca hizo experto a ningún marinero. La gobernadora debe de saber que cuenta con el apoyo de su pueblo como lo demuestran las encuestas de popularidad que la sitúan como la quinta mandataria mejor evaluada a nivel nacional.
En momentos de crisis es importante conservar la calma y mantener el rumbo fijado. No debemos de sucumbir a las presiones de los criminales que buscan imponer su propia estrategia. Lo que sí se debe de hacer es tener preparado un plan especial de contingencia por si estos hechos volvieran a repetirse. En este sentido la comunicación juega un papel fundamental. Los vacíos informativos se llenan con especulaciones y dar la cara a tiempo siempre tendrá resultados favorables. La Vocería de la Mesa para la Construcción de Paz debe de tener un papel más activo sobre todo en estos tiempos en que la información y la desinformación vuelan a través de las redes con una velocidad inusitada. No se trata tampoco de ser reactivos sino de dar certeza y confianza a la ciudadanía.
Los actores políticos que quisieran ver un río revuelto para ver qué pescan deben de evitar la idea de jugar con fuego. Ante situaciones como la vivida, todos los guerrerenses de bien debemos de actuar unidos haciendo a un lado colores e intereses particulares. Al mismo tiempo el Estado debe de seguir acercándose y resolviendo las causas y los problemas de las comunidades. No existen los atajos. Solo el trabajo coordinado, permanente y serio nos traerá resultados favorables.
Es momento de mantener el rumbo e insistir en que la vieja política de confrontación y guerra solo provoca más confrontación y guerra. No se trata de ceder terreno a los grupos que actúan al margen de la ley sino de garantizar el bienestar de la ciudadanía. La fórmula es simple y a la vez compleja: atacar el origen de las causas; escalar las capacidades locales con policías capacitadas, equipadas, certificadas y con suficiente inteligencia y contener cuando sea estrictamente necesario sin que eso signifique utilizar al Estado para reprimir.