EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Cambio? (I)

Eduardo Pérez Haro

Enero 09, 2018

Para Max Correa

Decíamos en la entrega anterior que “la continuidad es una mala idea técnica y una mala idea social por lo que le convierte de suyo en una mala idea política, con lo cual, ahora, habremos de decir que el cambio es una buena idea.
Buena idea política porque existe una desilusión de los regímenes panistas y priísta que se acomoda en la expectativa del cambio, con singular circunstancia en el cambio significado por López Obrador por su puntual cuestionamiento a la corrupción gubernamental que de facto perfila un desfogue popular y a la par levanta la esperanza de que la ayuda social al fin se haga realidad después del ayuno de los últimos quinquenios. En el 2018 se abre la mejor oportunidad de los tres intentos del Peje. Tirios y troyanos reconocen que AMLO está frente a su mejor coyuntura.
Irrumpir el predominio de la partidocracia de suyo abre un área propicia para el cambio social y por ende en la política nacional donde importantes colectivos y movimientos sociales podrían abrirse paso en el posicionamiento de reivindicaciones que han sido marginadas cuando no reprimidas, mientras diversos segmentos sociales podrían colocar reivindicaciones, iniciativas y propuestas sobre servicios y atención de derechos que bajo la égida de la partidocrática no han tenido posibilidad alguna. Educación y derechos laborales. Agua y transporte. Tal vez vivienda y salud, aunque las limitaciones presupuestales serán un obstáculo del que no se dirá nada serio antes del 1 de julio.
Presumiblemente, sería distinto para los sectores sociales tradicionalmente echados de lado, con lo que sería mejor para estas poblaciones en lo que hace a la permisibilidad y ayuda gubernamental sin olvidar los límites y las limitaciones de la acción gubernamental tomando en cuenta que no todo es por decisión del Jefe del Ejecutivo y que, podría ganarse la presidencia sin que necesariamente se gane el Congreso en cuyo seno se bloquearían muchas iniciativas de cambio en la legislación que actualmente restringen o de nuevas iniciativas y propuestas para su mejor implementación, ni tampoco se correspondería con los gobiernos de los estados que pasarían a regatear el mando de la federación. No obstante, estaríamos mejor con ya saben quién.
Más aún, no es hora de echar las campanas al aire, porque todavía hay seis largos meses donde los adversarios de AMLO no se quedarán cruzados de brazos, porque no toda la inconformidad se identifica con su liderazgo y porque en ese lapso también sucederse errores y desencantos, amén de la inclinación de última instancia de los poderes fácticos, de distinto origen y etiología, que pueden alcanzar a cambiar el cauce de las corrientes.
Lo más importante, sin embargo, es destacar las condiciones técnicas y políticas sin las cuales el cambio en la línea de mando del poder ejecutivo de la nación no podrá traducirse en la transformación de México. El proceso de transformación implica cambios en la capacidad productiva y de comercio que precisan de una generación para cimentarse y de otra generación para edificar, no hay en el plano histórico mundial referentes que puedan indicar lo contrario, pues se tienen que levantar factores, de gran envergadura, que hemos analizado en anteriores entregas, y que sin embargo, cabe mencionar en forma reiterada pues no se trata de la referencia ocasional de temas que podrían ocurrirse dentro de una lista interminable, sino de los factores que sustentan la capacidad productiva que subyace como motor de toda economía: la tecnología, la infraestructura, la capacitación de la fuerza de trabajo, la organización de los procesos de trabajo, los encadenamientos y la integración productiva y las vinculaciones de mercado, nada de lo cual puede sucederse sin una fuente de financiamiento.
Más no nos equivoquemos, pues no se trata de contar con un ahorro del gasto público, eso, en el mejor de los casos, servirá para apuntalar, en parte, los compromisos sociales de campaña, tampoco dependen de un préstamo del FMI, que por lo demás no están hechos para ello sino para apuntalar la política monetaria, ni de tomar las afores o formulaciones por el estilo. Estamos hablando de otra cosa, se trata de factores estructurales, aunque suene chocante la palabra, que dependen del ingreso regular y recurrente de divisas que por sus dimensión y recurrencia provienen, necesariamente, y en lo fundamental, del comercio exterior, si no no hay bases para operar ni siquiera el concepto convencional de crédito y mucho menos el de financiamiento del desarrollo, so pena de tener que volver a inventar el agua tibia.
Insumos, equipo, maquinaria, refacciones, tecnologías duras o incluso de proceso y capacitación, información, sistemas, etc., que actualmente a México le representan cerca de 400 mmdd por importaciones y cuya sustitución para darse en el interior del país presupone inversiones y tiempos de mediano y largo plazos y, se tendrán que suplir con base en la relación con el exterior pues aquí no se tienen ni se producen, y no es una opinión más en la efervescencia de ocurrencias y opiniones a las que concita el proceso electoral, sino la experiencia de la superación del atraso que se ha conformado en las economías desarrolladas y emergentes de los últimos cien años o en su contraste, volteemos a ver a Cuba que padece una involuntaria e inducida condición nacional que, tras la caída de la Unión Soviética y la permanencia del cerco económico de los Estados Unidos, ha sido sometida a un desastroso proceso de aislamiento que fustiga la heroica voluntad del pueblo caribeño e impide su desarrollo. Cuba no requiere un préstamo sino eliminar el cerco.
Y no es que se estén arguyendo problemas para filtrar la idea de que el cambio es imposible y por tanto haya que renunciar a ello, por lo que tampoco debería de ser colocado como blanco para que los partidarios de Morena ataquen a sus críticos y observadores como si se estuviera justificando la continuidad del régimen ante las dificultades del cambio. Seamos honestos, está explícitamente claro el cuestionamiento de los regímenes que se han movido unilateralmente en favor del capital y separados del interés de los trabajadores y de la agenda popular, pero la alternativa no puede ser llevada al artificio electoral como tampoco a una aventura expuesta al voluntarismo, sin reparar seriamente (científicamente) en la perspectiva transformadora y su posibilidad efectiva en el marco cifrado por las insuficiencias acumuladas en la capacidad productiva nacional y el entorno del capitalismo global especulativo, artificioso y decadente.
El pensamiento crítico no se define sólo por el cuestionamiento desde la colocación de objetivos ideales y la creencia de un postulado de justicia (corrupción-transparencia, impunidad-estado de derecho, violencia-perdón, enriquecimiento-pobreza, segregación-sociedad, prohibición-libertad, etc.) sino precisamente en el tratamiento y superación de las contradicciones que están en la base de ese primer plano y cuyo resultado nos remite al conocimiento de su configuración presente y condición alterna en su dimensión política, jurídica e institucional como consecuencia, ese es el camino de la ciencia de la experiencia de la conciencia y del conocimiento en su compromiso de transformación socioeconómica. (Continúa).

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