EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Cambios: el parto de los montes

Humberto Musacchio

Septiembre 08, 2016

En los medios se dijo y comentó ampliamente que el presidente Enrique Peña Nieto debía efectuar cambios en el gabinete como único recurso para no seguir arrinconado e impotente, y ayer, por fin, se produjo la esperada e indispensable salida de Luis Videgaray de la Secretaría de Hacienda, a la que pasa José Antonio Meade, quien a su vez es suplido en la Secretaría de Desarrollo Social por Luis Enrique Miranda, quien era subsecretario de Gobernación y hombre de todas las confianzas del Ejecutivo.
La invitación a Donald Trump y su atropellada visita, en la que recibió trato de jefe de Estado, fue la cereza de un pastel de desatinos que han puesto al Ejecutivo en una posición de debilidad que afecta de manera directa e ineludible al Estado mexicano en su conjunto, pues le han quitado prácticamente toda capacidad de maniobra y lo dejan a la intemperie, sin opciones de negociación dentro y fuera del país.
Una prueba de esa debilidad extrema es que en estos días se ha llenado al Presidente de insultos en los periódicos y en el ámbito de la política. Ampliamente y en diversos tonos se repite que debe renunciar, lo que no es poca cosa si recordamos que por decir lo mismo del muy inepto y sinvergüenza Ernesto Zedillo hubo muchos que saltaron en su defensa. Hoy, salvo por los infaltables jilgueros del PRI –y no todos–, a Peña Nieto lo han dejado solo frente al escarnio y la descalificación.
Salvo que las principales fuerzas políticas estén de acuerdo y que los poderes fácticos lo consideren conveniente, la destitución de un presidente es, no imposible, pero si altamente difícil. Incluso la posibilidad de renuncia está condicionada a que sea por “falta grave” que no se especifica y que calificará el Congreso de la Unión.
Los movimientos en el gabinete son, por lo menos, señal de que hay voluntad de cambiar, no de rumbo, lo que sería impensable a estas alturas, pero sí de personas y de maneras. Videgaray gozó de una injustificable tolerancia, pese a que hundió la economía. Al irse deja un peso devaluado 40 por ciento, una deuda en rango peligroso, desempleo, caída de la demanda por ínfimos salarios y otros problemas que difícilmente podrá resolver su sucesor.
Para decirlo en términos beisboleros, Meade Kuribreña es un utility, esto es, alguien que lo mismo sirve para un barrido o para un fregado. No se caracteriza por su firmeza de principios, pues le da igual pertenecer a un gobierno panista que a uno del PRI. Con Felipe Calderón fue secretario de Energía y de Hacienda. Ahora, con Peña Nieto, vuelve a Hacienda después de pasar por la Cancillería y la Sedesol, sin que sea fácil recordar algo trascendente de su gestión en cada cargo.
A la Secretaría de Desarrollo Social llega Luis Enrique Miranda, quien fuera secretario general de Gobierno en la administración mexiquense de Peña Nieto y que en este sexenio ocupara la Subsecretaría de Gobierno de la Secretaría de Gobernación, una cuña puesta por el Presidente a Miguel Osorio Chong, quien, ya con Videgaray fuera de combate, tiene doble motivo para estar feliz.
En medio de todo, no se ve cómo estos cambios pueden ayudar a Peña Nieto a recuperar terreno. El problema no está en las personas, por mucho que signifiquen, sino en la política general seguida hasta ahora, una política que no puede cambiar porque obedece a los intereses que sirve este gobierno.
En todo caso, estamos ante un claro intento de gatopardismo: algo cambia para que todo siga igual, pero tal fórmula no sirve a estas alturas del sexenio. Peña Nieto perdió su capital político y con la visita de Trump gastó sus últimas monedas. El problema para el PRI es que la continuidad en la misma ruta lleva inevitablemente al desastre, a la pérdida de las elecciones en 2018, por mucho que refuerce sus alianzas, afine sus procedimientos de acarreo y cooptación o haga derroche de dinero más allá de su escandalosa costumbre.
Los cambios decididos ayer son un paso de lo malo por conocido a lo peor por conocer, pues en las actuales condiciones no hay margen para un fin de sexenio exitoso. Todo presidente mexicano padece siempre el acoso del imperio, pero el actual gobierno ya se compró un pleito mayúsculo con el próximo presidente de Estados Unidos, sea hombre, mujer o quimera. Mientras tanto, cientos de miles de maestros siguen en rebeldía sin que la SEP haga algo más que exacerbar los ánimos.
Y a propósito, ¿cuándo le toca el turno a Aurelio Nuño?