Silvestre Pacheco León
Noviembre 04, 2019
Recuerdo que una de las historias que cuenta el doctor Epifanio Martínez Barrera (único guerrerense premiado dos veces con la medalla al mérito civil en 2007), es cuando se presentó con el presidente municipal de mi pueblo para informarle que había terminado su estudio de comunidad con el que concluía su pasantía, y que en base al diagnóstico resultante de salud, era preciso ir a la raíz del grave problema de alcoholismo que se manifestaba en el alto índice de muertes violentas provocadas por las riñas al calor del consumo de mezcal.
Le dijo al presidente que procedería a la revisión de esos negocios y que clausuraría los que no cumplieran con la Ley de Salud.
Cuenta que el edil le respondió consternado.
–No la friegue doctor, ¿no ve que de esos negocios tenemos las principales entradas a la tesorería?
El alcalde de mi pueblo, como muchas autoridades, no veía más allá de la necesidad de asegurar su presupuesto, cuidando de no meterse en problemas, y menos para afectar a quienes sostenían los gastos de la autoridad municipal. Poco le importaba que esos negocios fomentaran el alcoholismo y dañaran la salud física y mental de los adictos y a sus familias, porque, después de todo, las borracheras eran parte medular de las fiestas.
Sin embargo, y contradiciendo la postura del presidente, la mayoría de los expendios de mezcal y alcohol fueron cerrados a iniciativa del gobierno federal, bajando en poco tiempo las muertes causadas por armas punzocortantes.
La adicción al alcohol se combatió eficazmente con medidas que, guardando la distancia, tienen que ver con la estrategia Juntos por la Paz, que se acaba de relanzar por el presidente Andrés Manuel López Obrador para terminar con la violencia y restablecer la paz social.
La activa participación social
Bastaron seis años para que en mi pueblo se produjeran cambios apenas soñados, con los cuales se fue decantando la mayoría de la población en esa lógica natural de apoyar y defender lo que conviene a todos, aún enfrentando la oposición de quienes eran beneficiarios del oscurantismo y la apatía.
La educación y el deporte alejó a los jóvenes de la tentación del alcohol, canalizando su energía y vitalidad en el estudio y la recreación como opciones alternativas.
Desde el Centro de Bienestar Social Rural se organizaban los clubes, los concursos de oratoria y de conocimientos, así como los equipos y torneos deportivos para disputarse los campeonatos de los barrios y las comunidades.
Lideraron ese proceso la Junta de Mejoras Cívicas y Materiales, integrada por señores de reconocido prestigio y un grupo de notables mujeres que dieron el primer paso para poner en huelga a los estudiantes reclamando la sustitución de la directora y luego responsables de sembrar y cuidar el jardín de la plaza municipal como si fuera el de sus propias casas.
Los jóvenes en edad de estudiar pudieron terminar su primaria y acceder a la secundaria sin necesidad de salir del pueblo y pudieron aprovechar su tiempo libre para aprender algún oficio con instructores de la propia comunidad.
Fue el primer pueblo en toda la cañada del río Azul que desde 1960 contó con letrinas en sus viviendas destacando en su fisonomía el empedrado de sus calles como ejemplo de esfuerzo y organización del trabajo comunitario.
La economía local también vivió una revolución probando la importancia que tiene la intervención de la autoridad en el control de precios para terminar con los abusos de los comerciantes que se benefician con el hambre del pueblo.
Ante la queja de las señoras que protestaban por el aumento desmedido del precio del maíz en un año de sequía, el ayuntamiento decomisó el producto y aseguró su distribución a un precio razonable, luego organizó la compra colectiva con la distribuidora oficial (Pronase) que tenía su bodega a la orilla de la carretera en Chilpancingo, con lo cual terminó la carestía.
En el campo se amplió la red de canales para extender el riego y se introdujo el uso del fertilizante que multiplicó la producción, desterrando el hambre para siempre.
En aquella época en mi pueblo eran contadas las personas adictas a la mariguana, las cuales no eran bien vistas y se mantenían relativamente aisladas socialmente y se hacían de ellos algunos chistes. (Después de fumar sendos porros uno le decía al otro. –¿Ya viste la hormiga que va caminando en el filo del cerro? –No, respondía el otro, pero oigo sus pasos).
Recuerdo que fue durante la época de los hippies, en la década de los 1970, que algunos turistas y chilangos desbalagados llegaban hasta nuestro rumbo en busca de la hierba de moda, y fue por su influencia que se inició entre mis paisanos el deseo y la curiosidad de fumar esa droga que daba status.
Después, en los años venideros, el problema de las adicciones creció en todos los pueblos del país, y el gobierno lo combatió aplicando nada más que la fuerza y la extorsión, porque se le miró solamente su aspecto legal.
Pero ni siquiera hubo escrúpulos de parte del gobierno para alejar de los consumidores potenciales el acceso a los productos que provocan adicciones.
Por eso se entiende que en ciudades como Acapulco los trabajadores mal pagados en el sector de los servicios haya visto en la demanda de droga por parte de los turistas, una posibilidad de ingreso para su pobre economía.
Ese fue el origen del poder de las mafias que después se han disputado el mercado a sangre y fuego. Pero la situación no es menos grave en otros lugares como la capital del estado en la que se concentra la mayoría de los jóvenes universitarios guerrerenses.
A pesar de la influencia educativa de la UAG no es el ambiente cultural el que campea en la sociedad chilpancingueña, sino la extendida adicción al alcohol que domina entre la juventud que vive en total desamparo, víctima de la inescrupulosidad de sus gobiernos y de las mafias que controlan los productos adictivos, de lo cual se deriva una gama de problemas psicosociales que apenas ahora se empiezan a cuantificar.
Por fortuna, la campaña federal que se anuncia parece contar con todas las cualidades que en los años pasados transformaron la realidad de mi pueblo bajo el liderazgo del doctor Epifanio Martínez Barrera.