Marcial Rodríguez Saldaña
Mayo 10, 2018
A más de cinco semanas de haber iniciado las campañas por la Presidencia de la República y a casi seis semanas de que concluyan, el ambiente político que hay en cada coalición electoral va teniendo matices que conviene analizar.
1.- El promedio de las encuestas más recientes que publica el portal oráculos.mx comparado con las de hace un mes arroja los resultados siguientes: Andrés Manuel López Obrador tenía un en abril un apoyo del 42 por ciento de intención de voto y ahora llegó al 45 por ciento, de lo cual se desprende que subió tres puntos; Ricardo Anaya del PAN tenía en abril un 28 por ciento y a mediados de mayo un 30 por ciento –subió dos puntos–; José Antonio Meade Kuribreña del PRI tenía en abril 22 por ciento y ahora 18 por ciento –bajó cuatro puntos–; Zavala bajó del 6 al 5 por ciento y Jaime Rodríguez se mantiene en un 2 por ciento. En las democracias modernas, sean incipientes o simuladas –como la de México– o las consolidadas como la canadiense, las europeas y nórdicas, las contiendas presidenciales y las estrategias de los actores políticos tienen un gran basamento en las encuestas para definir sus estrategias.
2.- En el caso del candidato presidencial del PRI ¿cuál es la razón de cambiar de dirigente del partido que lo apoya a la mitad de la campaña –Enrique Ochoa por René Juárez? Por sentido común es que no funcionó y por ello Enrique Peña Nieto ordena el cambio. Pero cabe preguntar ¿cuál es el rol de Aurelio Nuño como coordinador de la campaña? Se entiende que en él se concentra la principal responsabilidad de la campaña junto con el candidato y el dirigente del partido a quien en este caso sacrifican dejando a salvo al coordinador y al candidato. Como dicen muchos analistas políticos, las matemáticas electorales no les salen. El problema de fondo reside en que Peña Nieto impuso un candidato del PRI que no es del PRI y muy pocos militantes de ese partido han cuestionado esa decisión. Los efectos de esta determinación han sido devastadores pues los militantes priístas no se identifican con su candidato, la inseguridad que campea en el país y el impacto de sus decisiones como los gasolinazos, el aumento a la luz, gas, a los artículos de primera necesidad como la tortilla, chile, jitomate etc., vinculados a la bajísima popularidad de Peña Nieto que se endosa automáticamente a Meade lo tiene en un lejano tercer lugar y a la baja de las preferencias electorales.
3.- Los panistas y sus aliados del PRD y MC apostaron a que su candidato ganaría muchos puntos en el debate y que los días y semanas siguientes avanzaría hasta colocarse muy cerca de AMLO. Hoy ante esta fallida estrategia no les ha quedado más que sostener la postura de que la elección presidencial es entre dos –AMLO y Anaya– tratando con ello jalar el voto de priístas e indecisos hacia su causa, sin embargo tampoco eso les ha funcionado como lo demuestran las encuestas que se publican cotidianamente. Los candidatos presidenciales del PRI y del PAN así como sus equipos ante la realidad política de que a pesar de toda la guerra sucia en contra de AMLO este sigue creciendo, han entrado en una etapa de desesperación, por ello acuden a mentiras como la que AMLO es igual que Hugo Chávez, que va a liberar a delincuentes peligrosos, que está en contra de los empresarios, etc.,
4.- Las encuestas que se han publicado en estos días ratifican que AMLO va en un altísimo primer lugar en las preferencias de los electores mexicanos, que Anaya va en un lejano segundo lugar –más de 15 puntos abajo– y que Meade va en un lejanísimo tercer lugar y a la baja. Ningún candidato y partido participa en una contienda diciendo a los electores que va a perder, pero en los cuartos de guerra político-electoral generalmente se analizan los datos duros y a partir de ellos se toman decisiones estratégicas. Como se ha visto la guerra sucia contra AMLO no ha funcionado, al contrario le ha dado más dividendos. Estas evidencias electorales empíricas son las que provocan desesperación entre los adversarios de AMLO, pues ahora afirman que la verdadera encuesta es la del primero de julio, pero aquí habría de preguntarse ¿qué tanto está dispuesto el gobierno de Peña Nieto y su partido el PRI a cometer un megafraude electoral que desbordaría las pasiones políticas y provocaría un gran descontento social de impredecibles consecuencias?
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